domingo, 19 de junio de 2016

HISTORIAS DE VIDA ....

Festejos por un centro cultural en la villa 1-11-14

Los vecinos construyeron el edificio luego de una demanda judicial a una empresa
Los chicos del barrio, en la inauguración
Los chicos del barrio, en la inauguración. Foto: Santiago Filipuzzi
Dos guirnaldas y algunos globos de colores cuelgan de la entrada sin revocar de la capilla María Madre del Pueblo. Adentro, unos 30 chicos corretean entre los adultos, se ríen y se empujan. Sólo se detienen para manotear algunas tortas fritas o una chocolatada. El barrio Rivadavia de la villa 1-11-14, en el bajo Flores, está de fiesta y la ansiedad se percibe en el aire.
La historia podría ser la de cómo una constructora privada pagó por el nuevo Centro Cultural Club Atlético Madre del Pueblo en la Villa 1-11-14, que fue construido por los propios vecinos. La Defensoría del Pueblo de la Ciudad impulsó un juicio contra la empresa Ciada Constructores SA y el gobierno porteño por demoler Casa Millán en 2000, que era patrimonio histórico de bajo Flores.
La construcción del centro cultural corresponde al cumplimiento de una condena dictada el año pasado por la jueza subrogante del Juzgado en lo Contencioso, Administrativo y Tributario N° 2, Patricia López Vergara, para resarcir el "daño moral colectivo" que se provocó en el barrio.
"Estamos viendo la realización de un sueño", dijo el defensor del pueblo de la Ciudad, Alejandro Amor, que firmó el convenio con el sacerdote de la parroquia, Gustavo Carrara, para la edificación del centro. "Creemos que es un paso en favor de la integración y estoy orgulloso del padre Carrara", agregó.
El nuevo centro cultural, que se inauguró el jueves pasado y que contó con la presencia de la murga del Club Atlético Madre del Pueblo y hasta recibió una bendición, a través de un video, del papa Francisco, ofrecerá talleres de percusión, títeres, acrobacia, mural y teatro.

Incentivos

"Éste es un paso grande, porque le da una identidad y un lugar a la parte cultural que ya se venía ofreciendo. Para los chicos esto es un tesoro que les aporta un espacio de contención y recreación", contó el encargado de dictar el taller de títeres Pablo Maidana, de 28 años.
El lugar, construido sobre la capilla, reluce por donde se lo mire: está perfectamente pintado, con pisos de losa y una gran iluminación. Los chicos del barrio se encargaron de personalizar las paredes. Pintaron murales en cartón de sus propias casas. Del techo cuelgan títeres artesanales, hechos con perchas en desuso y lanas de colores.
"En este tipo de barrios aproximadamente el 60% de las personas tienen menos de 25 años, por lo que tenemos muchos niños y jóvenes que necesitan incentivos y oportunidades para estudiar, para ampliar sus horizontes, para aprender", explicó Carrara. Y agregó: "La idea es que los chicos recurran a las actividades del centro y que estén todo el día ocupados sanamente. Además, esto lo construimos con gente del barrio, lo que demuestra que acá se trabaja muy bien y con calidad".
Cuando se abrieron las puertas del centro, los chicos no esperaron para lanzarse sobre las hojas de papel en el suelo y empezar a dibujar. Otros se acercaron despacio a las lucecitas que colgaban del techo y las paredes y, como si fuera Navidad, acariciaron maravillados los murales que las cubrían.
A. L. 

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