domingo, 26 de junio de 2016

HISTORIAS DE VIDA; ARGENTINA SOMOS TODOS


La desocupación y la precariedad laboral azotan a los pueblos originarios
Sobreviven con lo que sacan de la tierra y pueden hacer con sus manos; la gran mayoría cobra planes sociales
Una familia trabaja en una plantación de hoja de palma, en Fortín Lavalle, Chaco.
FORMOSA.- Cipriana Palomo es también conocida como Nolé: así la llaman por su nombre pilagá. Cada año ve cómo unos 60 jóvenes de los 1500 habitantes de su comunidad qompi de Formosa migran a la provincia de Salta para cosechar limones durante tres o cuatro meses y luego vuelven a descansar otra temporada a su lugar de pertenencia.
Estos cosechadores golondrina sufren en carne propia la falta de alternativas de estudio y de trabajo que padecen los integrantes de los pueblos originarios en el país. Allí donde vive Nolé, las principales actividades productivas son la artesanía, la ladrillería y la carpintería, con el problema de no tener dónde vender lo producido.
La zona seca del Gran Chaco es de las más vulnerables; allí la hostilidad del clima se suma a la falta de infraestructura y el aislamiento de las comunidades. Cifras del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) indican que en la provincia de Chaco, el 20% de la población originaria está desocupada y el 65% tiene un trabajo temporario o changas.
"No hay una economía sustentable y el trabajo es escaso. Vivimos en una subsistencia: nos sostenemos a través del sembrado para el consumo familiar, o de changas en el pueblo por $ 50 o $ 100", explica Nolé, quien representa a 22 comunidades como Presidenta de la Federación Pilagá.
Si bien la cobertura de los planes sociales abarca a casi toda la población (entre las jubilaciones, pensiones por invalidez y la Asignación Universal por Hijo) explica que son montos que "ayudan a paliar el día a día" sin generar un desarrollo con creces.
¿Cuánto cuesta crear un empleo de calidad en la zona rural del Gran Chaco? Según la Fundación Gran Chaco, la inversión sería de 10.000 dólares contra unos 100.000 dólares o más que harían falta en el sector industrial del ámbito urbano.
"En la zona rural del Gran Chaco las familias tienen el mayor capital necesario para crear un puesto de trabajo, que es el monte. Por lo tanto, la inversión necesaria es baja y se destinaría al fortalecimiento de la infraestructura y el acceso al agua, y la formación de los trabajadores", dice Agustín Noriega, miembro fundador de la entidad.
La educación, la clave
La falta de educación y capacitación es el primer obstáculo a la hora de afrontar una búsqueda laboral por parte de los miembros de las comunidades originarias. Aun si estuvieran dadas las oportunidades de trabajo, la barrera de la capacitación sería la primera en aparecer. Las carencias se dan desde los primeros años de formación en la escuela, donde la educación multicultural bilingüe es una deuda en la mayoría de los parajes, hasta la formación universitaria que aún es un sueño: solamente el 2% de los universitarios del país proviene de zonas rurales, y el porcentaje correspondiente a pueblos originarios es significativamente menor.
"El tema de la educación es el pilar. Los maestros bilingües tienen que ser muchos más. El programa de tutores bilingües se dejó de aplicar en mayo de 2015 y era una gran iniciativa: significaba una nueva fuente de trabajo que además daba educación para que más chicos estén capacitados a la hora de buscar un trabajo en el futuro, pero el gobierno anterior actuó de forma aislada en cuanto a los pueblos originarios", declara Raúl Eduardo Ruidiaz, presidente del INAI.
Estas carencias hacen que los miembros de las comunidades originarias ocupen puestos de trabajo representados en el primer eslabón de una cadena productiva. Desde el Estado se están evaluando iniciativas, por ejemplo insertar la venta de artesanías en eventos turísticos de gran alcance, como el Dakar 2017, que se correrá en Salta, Jujuy y Chaco.
"¿Por qué no ir más allá de las artesanías? ¿Por qué no pensar que dentro de las comunidades puede haber un Einstein o un ingeniero que pueda desarrollar un software?", interpela Facundo Ibarlucía, coordinador de Información y Gestión del conocimiento de la Red Comunidades Rurales. "Tenemos una estigmatización de las poblaciones rurales, sobre todo las originarias, donde se piensa que están predestinados a ser peones o artesanos. Es necesario apoyar el desarrollo de la educación con docentes que conozcan la cultura de la comunidad y la lengua, y puedan potenciar a los chicos a que hagan cosas grandes", agrega Ibarlucía.
Cuesta pensar en un desarrollo económico en zonas donde los caminos de tierra se anegan ante una lluvia, o donde el agua y la energía aún son una cuenta pendiente. Desde el INAI explican que junto a la puesta en marcha del Plan Belgrano, que llevará adelante obras a través de las provincias del norte del país, se ejecutará el programa Los 100 Puntos más Vulnerables para ciudades entre 1000 y 5000 habitantes, que llevará infraestructura también a lugares más aislados.
"La mayoría de los jóvenes trata de sobrevivir acá porque la adaptación al irse puede ser un gran problema. Hoy los chicos caen en el alcoholismo porque no saben qué hacer de sus vidas", explica Cipriana Palomo, de la comunidad qompi del pueblo pilagá. En algunos parajes, las más afectadas por el alcoholismo son las mujeres, quienes por razones culturales encuentran aún más obstáculos para acceder a un trabajo.
Cómo colaborar
Red Comunidades Rurales
www.comunidadesrurales.org
Fundación Gran Chaco
www.gran-chaco.org
Matriarca
www.matriarca.com.ar

Un plan tecnológico facilita la comercialización de sus artesanías
Mujeres de Lote 8, en Formosa, disfrutan del acceso a Internet. Foto: Paz Paniego Desde siempre, las artesanías son una actividad esencial en el desarrollo económico de los pueblos originarios. Hoy, gracias a la tecnología, las creaciones de los habitantes del Lote 8, en esta provincia, logran una mejor calidad, una producción más eficiente y, sobre todo, nuevos canales de comercialización. El centro de tejedoras Hinaj se convirtió en un proyecto de innovación: una empresa líder donó tabletas, computadoras, celulares y una antena satelital de Internet. Allí, 2000 mujeres aprenden a hacer planillas de compraventa en Excel y a usar las redes como herramienta de comunicación.
"Nosotras teníamos la cultura guardada como un tesoro escondido y no nos animábamos a divulgarla. Nunca habíamos tocado una computadora. Ahora esto potencia mucho nuestro trabajo", dice Amancia Silvestre.
Las tasas de desocupación entre los pueblos originarios son altísimas y rondan el 25%; el empleo en negro llega en algunas comunidades al 65%, según el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.
Un día Norma Rodríguez salió de su casa de Lote 8, Formosa, para juntarse a tejer con otras mujeres. No era normal en la comunidad wichi que una mujer pasara tiempo fuera de su casa y mucho menos que se dedicara a una actividad económica. Los encuentros entre mujeres sucedían debajo de un árbol: primero eran 10, después 30 y después 250, que conformaron el grupo Hinaj, palabra que en wichi significa "mujeres tejedoras".
En 2000, la Fundación Gran Chaco comenzó un proceso de organización que llevó a formar en 2009 la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (Comar). Aquel árbol donde las mujeres se reunían desde hace más de 15 años hoy sigue en pie, pero sólo para dar sombra. Porque el Samsung Nanum Village se transformó es un lugar donde la tecnología es una aliada para producir mejor y aprender.
La innovación también dice presente en el proceso de desfibrado y teñido del chaguar a través de máquinas creadas por el INTI, ubicadas a pocos metros del centro de tejido. Sin esas herramientas, la cadena productiva se atrasaría haciendo que los precios de los productos sean significativamente más elevados.
"Siempre tejimos el chaguar, pero nunca tuvimos organización porque las cosas eran muy difíciles para las mujeres wichis. En donde vivimos no hay señal de teléfono, así que Internet es muy importante para nosotras. Nunca habíamos agarrado ni un centímetro y hoy hasta usamos las computadoras", dice Norma Rodríguez mientras camina por la plantación de chaguar y decide qué planta va a desprender, en un ritual que combina respeto y paciencia.
Hoy la cooperativa Comar comercializa los productos del grupo Hinaj y de otras asociaciones qoms y pilagás. Detrás de cada creación artesanal se esconde una gran historia: la de mujeres que pusieron la tecnología al servicio de sus saberes ancestrales para compartirlos a través de productos colmados de identidad.
"Las herramientas tecnológicas no sólo rompieron con los altos costos de tener reuniones presenciales, sino que también abrieron una ventana al mundo a la hora de averiguar precios de insumos o de pensar nuevas ideas", explica Fabiana Menna, presidenta de la Fundación Gran Chaco.
Mujeres que transforman
Eusebia Lorenzo
Miembro de las madres tejedoras de pampa del indio
"Mi abuela y mi hermana me enseñaron a tejer con hoja de palma. Cuando tejemos sentimos fuerza"
Yanina Brown
Tutora de alfabetización digital de fortín Lavalle
"Es el único lugar público en el pueblo con Internet para toda la comunidad y eso los cambió por completo"
Aureliana González
Miembro de las madres tejedoras de pampa del indio
"Para nosotras es algo nuevo salir de la casa y juntarnos con otras mujeres"

M. P. P. 

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