El contrapoder del arte, en una gran propuesta
Relato situado, una topografía de la memoria / Compañía de funciones patrióticas: Julieta Gibelli, Laura Lina, María Fernández Lorea, Ezequiel Lozano, Felipe Rubio, Martín Seijo y Martín Urruty / Proyecto manifestar historia: Virginia Corda y María Paula Doberti / Sala: Umbral, Díaz Vélez 3980 / Funciones: domingos, a las 20 / Duración: 90 minutos
En Almagro, hay 12 baldosas colocadas en medio de las veredas que recuerdan los lugares donde vivieron militantes que fueron secuestrados durante la última dictadura militar. Es probable que la rutina nos lleve a caminar por estas calles como autómatas que vamos apurados al trabajo, hacemos trámites o cumplimos con otras obligaciones. Sin saber que estamos pisando los mismos lugares por donde no hace mucho tiempo se llevaron arrastrada a una maestra para asesinarla, sacaron a un chico de la casa de su novia, metieron en un baúl a un profesor obsesionado con cambiar el mundo... Los domingos por la noche, un grupo de artistas resignifica estos espacios, instalados en la vida cotidiana y muchas veces pasados por alto.
La tarea es colectiva y personalizada. Justo cuando la ciudad es más silenciosa y solitaria, la Compañía de Funciones Patrióticas, un grupo de teatro que desde hace diez años indaga sobre el sentimiento patrio desde una perspectiva crítica con happenings, performances y obras de teatro más tradicionales, realiza la intervención Relato situado, una topografía de la memoria. La propuesta consiste en un recorrido a pie, participativo, por el barrio de Almagro, en las calles donde hay colocadas estas baldosas conmemorativas de las víctimas del terrorismo de Estado. Antes de comenzar la caminata, el público se reúne en el espacio de arte Umbral, donde a cada uno se le asigna una tarea. Puede ser pegar un afiche, pintar un stencil, ser el guía de la actividad o dibujar el mapa de los lugares que se visitan, describiendo sensaciones y estados anímicos. Se necesita un espectador activo, pero su participación nunca será de una manera violenta o impuesta. La performance parte de un sentimiento común y solidario: a todos nos pasó esto, nacimos en un país que tuvo una dictadura militar, que secuestró personas y es necesario recordarlas. Entonces, el público vuelve a pasar por esas calles que transitan todos los días, pero con una nueva mirada: la mirada de la experiencia artística, que desnaturaliza eso que pensamos es "lo normal".
En cada baldosa pasará algo: dos hombres con guitarras cantan una canción. Una mujer dibuja casas, como las que un chico desaparecido le prometió a su mamá. Otra chica marca objetos con tizas y se plantea cuál es la diferencia entre las personas y las cosas. Alguien se pregunta por la poesía y lo difícil que es para un poeta conseguir el amor de una muchacha. El público se acompaña en una procesión silenciosa, que se vuelve pesada, porque así lo es la historia argentina, además de muy dolorosa.
Cada espectador puede seleccionar e interpretar los hechos que se cuentan en la performance y compararlos con su propia vida, con su propio relato. Al volver al punto de partida, podrán compartir entre todos lo que sintieron durante el recorrido.
Para muchos ya no será lo mismo volver a caminar por esas calles después de participar de Relato situado. Si se venció algo de la indiferencia, entonces la experiencia artística cumplió con su función de contrapoder, que demuestra su compromiso cuando construye una nueva relación con un mundo que creemos tener naturalizado.
La tarea es colectiva y personalizada. Justo cuando la ciudad es más silenciosa y solitaria, la Compañía de Funciones Patrióticas, un grupo de teatro que desde hace diez años indaga sobre el sentimiento patrio desde una perspectiva crítica con happenings, performances y obras de teatro más tradicionales, realiza la intervención Relato situado, una topografía de la memoria. La propuesta consiste en un recorrido a pie, participativo, por el barrio de Almagro, en las calles donde hay colocadas estas baldosas conmemorativas de las víctimas del terrorismo de Estado. Antes de comenzar la caminata, el público se reúne en el espacio de arte Umbral, donde a cada uno se le asigna una tarea. Puede ser pegar un afiche, pintar un stencil, ser el guía de la actividad o dibujar el mapa de los lugares que se visitan, describiendo sensaciones y estados anímicos. Se necesita un espectador activo, pero su participación nunca será de una manera violenta o impuesta. La performance parte de un sentimiento común y solidario: a todos nos pasó esto, nacimos en un país que tuvo una dictadura militar, que secuestró personas y es necesario recordarlas. Entonces, el público vuelve a pasar por esas calles que transitan todos los días, pero con una nueva mirada: la mirada de la experiencia artística, que desnaturaliza eso que pensamos es "lo normal".
En cada baldosa pasará algo: dos hombres con guitarras cantan una canción. Una mujer dibuja casas, como las que un chico desaparecido le prometió a su mamá. Otra chica marca objetos con tizas y se plantea cuál es la diferencia entre las personas y las cosas. Alguien se pregunta por la poesía y lo difícil que es para un poeta conseguir el amor de una muchacha. El público se acompaña en una procesión silenciosa, que se vuelve pesada, porque así lo es la historia argentina, además de muy dolorosa.
Cada espectador puede seleccionar e interpretar los hechos que se cuentan en la performance y compararlos con su propia vida, con su propio relato. Al volver al punto de partida, podrán compartir entre todos lo que sintieron durante el recorrido.
Para muchos ya no será lo mismo volver a caminar por esas calles después de participar de Relato situado. Si se venció algo de la indiferencia, entonces la experiencia artística cumplió con su función de contrapoder, que demuestra su compromiso cuando construye una nueva relación con un mundo que creemos tener naturalizado.
M.M.
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