Un caballero del deporte
Roberto De Vicenzo, golfista excepcional, dejó un legado gigante de valores y triunfos, que permanecerá en la memoria popular
Roberto De Vicenzo había nacido el 14 de abril de 1923 en Villa Ballester, donde compartió con sus siete hermanos una infancia llena de carencias, potenciada por la pérdida de su madre cuando era todavía un niño. A los nueve años se inició como caddie y un año después jugó su primer torneo de golf. En 1938, con sólo 15 años, participó del Abierto de la República, certamen en el que triunfaría en nueve oportunidades, una cifra récord.
Su trayectoria , jalonada de éxitos, se inicia en 1942 con el triunfo en el Abierto del Litoral, y continúa con memorables victorias en los cinco continentes. Fueron 40 años con actuaciones destacadas, que abrieron las puertas a sus compatriotas en el mundo, y que marcan un antes y un después en el juego del golf en la Argentina.
Roberto De Vicenzo, golfista excepcional, dejó un legado gigante de valores y triunfos, que permanecerá en la memoria popular.
Según el World Golf Hall of Fame, el argentino obtuvo nada menos que 231 títulos en su trayectoria, con los que supera ampliamente a otras leyendas del golf, como Jack Nicklaus (132), Gary Player (163) y Tom Watson (65), que no pierden oportunidad para manifestar su admiración por el sencillo hombre de Ranelagh.
Su triunfo en 1967 en el abierto británico significó alcanzar lo máximo a nivel deportivo. La misma estatura representó su actuación en el Master de Augusta del año siguiente, donde un error en la anotación de la tarjeta le impidió empatar el primer puesto e ir a un desempate, pero en este caso su conocido gesto de fair play lo catapultó a la inmortalidad. Don Roberto De Vicenzo no buscó excusas ni culpas ajenas por el fallido, y fiel a su hombría de bien afirmó: " Yo no soy más que un jugador de golf, un profesional que debe atenerse a las reglas del juego y sus consecuencias. Acepté la reglamentación como un buen deportista". Ese gesto notable le valió numerosos premios, como el William Richardson Memorial en 1969. Otras distinciones, como el Olimpia de Oro de 1967 y su ingreso al PGA Salón de la Fama en 1989, decoran un currículum brillante.
Fue un auténtico caballero del deporte, humilde, modesto e íntegro, a pesar de las numerosas hazañas que harían confundir a la gran mayoría. Sus triunfos, conducta ejemplar y sus sabios consejos ya son parte del patrimonio de nuestro país. Hay coincidencia en que no habrá otro igual. Vaya en estas breves líneas nuestro sentido homenaje.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.