viernes, 2 de noviembre de 2018

LA OPINIÓN DE FEDERICO ANDAHAZI,


“San Martín, Remedios y el poliamor”, por
Federico Andahazi
El poliamor está en boca de todos como si se hubiese inventado el mes pasado. Contamos el poliamor de Lavalle, el de los Mansilla y hoy te voy a contar el de un matrimonio: el matrimonio de San Martín con Remedios de Escalada.
Pocos saben que San Martín era un excelente cantor, guitarrero y bailarín. Era de piel morena, alto, delgado de modales galantes y voz seductora. No le costó mucho ganarse la atención de las mujeres que frecuentaban las tertulias. Cuando llegó de España, donde se formó como militar, no tardó en trabar relación con lo más granado de la sociedad porteña.
Así, comenzó a visitar la casa de Antonio de Escalada, en cuyos elegantes salones solían reunirse los más influyentes personajes de la política local.
Durante la fiesta del 25 de mayo de 1812, en el caserón de los Escalada, San Martín descubrió el tesoro mejor guardado del dueño de casa: su hija de catorce años, María de los Remedios. En aquella ocasión no llegaron a cambiar palabra; sin embargo, el general no habría de olvidar el instante en que sus miradas se cruzaron.
“Esa mujer me ha mirado para toda la vida”, dijo hechizado. Luego de aquel primer encuentro, San Martín volvió a ver a Remedios en las tertulias de Mariquita Sánchez. Durante esas reuniones iniciaron una relación signada por el deslumbramiento mutuo.
San Martín había quedado encandilado por la juvenil belleza de Remedios y ella por la personalidad del militar. Este romance, en un principio sigiloso, rápidamente se hizo público y, luego de un brevísimo noviazgo, San Martín pidió la mano de Remedios a su padre, Antonio de Escalada.
Este fue el primer tropiezo en la relación que se anticipaba conflictiva: el padre de Remedios estaba encantado con el pretendiente; en cambio su esposa Tomasa de la Quintana, lo despreciaba, lo llamaba “el plebeyo”. Después de una dura discusión conyugal, finalmente, le fue concedida a San Martín la mano de Remedios.
Los novios se casaron el 12 de septiembre de 1812 en la Catedral de Buenos Aires. El general tenía treinta y cuatro años y su esposa, quince. Sin embargo, el matrimonio apenas convivió bajo el mismo techo en la casa de la Alameda, en Mendoza, durante poco más de dos años.
Mucho se dijo de la abnegación de Remedios; los manuales escolares exaltan la sacrificada existencia de la esposa de San Martín con una exacerbación rayana con la santidad. Una vida consagrada a la eterna espera del marido que se sacrificaba por su patria.
Pero la pareja se separó en enero de 1817 cuando Mercedes tenía apenas cinco meses. San Martín, en una decisión irrevocable, envió a su esposa e hija de regreso a Buenos Aires. ¿Qué hubo detrás de la separación del matrimonio?
La razón que con más frecuencia se ha esgrimido era la frágil salud de Remedios. Era cierto que la esposa de San Martín padecía de tuberculosis, la cual se había agravado a consecuencia de la maternidad.
Pero no fue la salud de Remedios ni los permanentes viajes de San Martín lo que provocó la ruptura. Existe un documento que fue ocultado de la mirada pública, acaso por un equivocado y mal entendido orgullo nacional en el que confluyen los prejuicios más retrógrados acerca de la masculinidad, el patriotismo y la identidad nacional.
Hay una carta escrita de puño y letra por el propio San Martín que echa por tierra aquella imagen sagrada de Remedios de Escalada. Por mucho disgusto que pueda causar a nuestros recuerdos escolares, vale la pena leer un misterioso pasaje de esta carta que San Martín le escribió a Tomás Guido:
“Mi espíritu padeció lo que usted no puede calcular: algún día lo pondré al alcance de ciertas cosas, y estoy seguro dirá usted nací para ser un verdadero cornudo”.
Desolador.
Existe otro dato que abona las sospechas que ponía de manifiesto San Martín en esta esquela; por aquellos días, el general había mantenido un fuerte entredicho con dos hombres de su propia tropa, los oficiales Murillo y Ramiro quienes, en ausencia del general, solían visitar a su esposa. El propio José María Paz en sus Memorias, escribió:
“El general San Martín que estaba en Mendoza había dispuesto por razones domésticas que no es del caso explicar, que su señora marchase a Buenos Aires a pesar del mal estado del camino”.
Las razones que omite explicar el general Paz tenían su origen en esta intensa amistad que había hecho Remedios con los soldados Murillo y Ramiro.
San Martín, por un lado, ordenó que llevaran a su esposa e hija a casa de sus padre y, por otro, que ambos jóvenes oficiales fueran condenados al destierro.
No sabemos cuántos espíritus “patrióticos” estarían dispuestos a admitir con la misma comprensión las infidelidades de San Martín con Rosa Campusano y otras mujeres; lo cierto es que Remedios le pagó a San Martín con la misma moneda.
Esta tragedia personal no pone ninguna mancha sobre el honor de San Martín. Al contrario aumenta su estatura ética y exalta el valor de su heroísmo, su gesta y el desinterés con el que se sacrificó por el país a pesar de las heridas profundas en el corazón.

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