jueves, 1 de noviembre de 2018
LA PÁGINA DEL MORDAZ,
DAVID
En la ciudad de Florencia, el Museo de la Opera del Duomo era una institución dedicada a producir obras de arte para la catedral de Santa María del Fiore, quizás la iglesia más hermosa a nivel mundial, tanto en su estructura exterior como interior. En 1501 Michelangelo Buonarroti fue convocado por los miembros de la institución, tenía 26 años, pero representaba mayor edad por su espesa barba y la nariz rota como consecuencia de una pelea juvenil. Lo precedía la fama de haber realizado “La Piedad”, una obra cuya belleza y perfección lo habían convertido en el mejor escultor de su época a la par de Bernini
Michelangelo Buonarroti (1475-1564). Daniele da Volterra.
Michelangelo se encontró con una gigantesca pieza de mármol de 6 metros de longitud y varias toneladas de peso. Había sido transportada desde Carrara en una gran barcaza que recorrió el Mar Tirreno, ingresó en la desembocadura del Arno y deslizándose contracorriente llegó a Florencia donde con grandes aparejos fue izada a tierra y trasladada lentamente hasta llegar a su lugar de destino. Michelangelo observó que en algunas zonas, aquella enorme masa, presentaba signos de haber sido trabajada por escultores que lo precedieron y luego abandonaron la tarea.
El contrato establecía que el artista debía esculpir a David, el héroe máximo del pueblo judío, el pastor adolescente que se enfrentó al titán de más de dos metros de altura y jefe de las fuerzas filisteas que desde hacía semanas venía reclamando si algún valiente se atrevía a desafiarlo. El ganador impondría las condiciones de la victoria.
David se aproximó a Goliat diciéndole: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Yahveh de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio”. Acto seguido revoleó con su honda un pesado guijarro que lanzó certeramente a la frente del gigante, que cayó atontado al suelo. Inmediatamente, David tomó la espada de Goliat y le cortó la cabeza (1 Samuel 17).
El David de Bernini
Michelangelo tenía que decidir cuál sería el momento en que posicionaría a David. Bernini lo haría cien años más tarde revoleando la honda, frunciendo los labios y con gesto de ira contenida, dinamismo puro. Mucho antes, Donatello se había decidido por el hecho consumado y el héroe esculpido en bronce está pisando la cabeza de Goliat. En ambos casos, el personaje era de tamaño natural. Había que buscar otra forma.
Michelangelo sabía que no podía superar a los griegos en la perfección de los cuerpos, pero sí en la expresión del rostro. y se decidió por un David en actitud tensa cuya mirada está fija en su contrincante, mientras por su mente pasa rápidamente el cálculo de la distancia, la potencia y la altura con las que debe arrojar la piedra. La única forma de vencerlo era acertando a la cabeza de su enemigo. Todas esas conjeturas están magníficamente expresadas en el rostro del desafiante joven.
Michelangelo era un anatomista consumado, había pasado gran parte de su tiempo en la morgue de Florencia disecando cadáveres, tenía conocimiento de la posición de los músculos y de los vasos sanguíneos. Sabía que cuando un brazo está caído las venas están ingurgitadas y resaltan sobre la piel y cuando está levantado se colapsan y se vuelven invisibles. Se pasó días caminando alrededor del mármol, el personaje debía estar de pie, casi estático, ninguno de los brazos debía estar extendido porque las dimensiones de la masa no lo permitían. Más tarde diría: “Vi el Ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad”.
Después de realizar numerosos bocetos puso manos a la obra. Habían ofrecido pagarle 170 florines, una suma exigua para tanto trabajo, pero Michelangelo estaba convencido que podría obtener una suma mayor. Cuando estaba por la mitad de la obra convocó a los miembros del Museo de la Opera del Duomo que la contemplaron absorta y cuando se retiraron elevaron los honorarios a 400 florines.
Habían pasado casi tres años desde que comenzó a esculpir aquella mole de mármol. Cuando terminó, el David medía 5,17 metros de altura y pesaba 5500 kilos. Era y sigue siendo la más grande y hermosa de las esculturas. Se formó una comisión de expertos, entre los que figuraban Leonardo da Vinci, della Robbia, Perugino y Botticelli, quienes decidieron que una obra de tal tamaño y perfección no podía ubicarse en la base del domo, en una altura donde el pueblo no podría apreciar su belleza. Especialmente la expresión del rostro que parece estar diciendo “creo que lo voy a lograr”.
David en la Galería de la Academia
Después de varias horas de discusión la comisión de expertos decidió que el lugar de ubicación del “Gigante”, así lo llamaban, sería en la gran Plaza de Florencia frente al Palazzo della Signoria. Fue una decisión sabia, el David estaba diseñado como la figura de un hombre independiente, erguido y libre de todo espacio a su alrededor. No podía ser colocada ni en un nicho ni arrimado a la pared, porque era perfecto desde cualquier ángulo que se lo contemplara.
El traslado no fue sencillo, hubo que construir una estructura de madera sobre rodillos en la que fue introducido el David y suspendido por cuerdas. Durante cuatro días alrededor de 40 hombres fueron llevando lentamente al Gigante hasta posicionarlo en el sitio convenido. Se reunió una muchedumbre que durante días contempló absorta la estatua. Reinaba un profundo silencio, nadie hablaba en voz alta y solo se escuchaban murmullos como una expresión de respeto ante semejante maravilla.
Para los florentinos, la estatua dejó pronto de tener un significado religioso para tomar connotaciones políticas. La expulsión de los Médicis había transformado a Florencia en una República y el David fue visto como un símbolo de libertad, una obra de arte que recordaría a los gobernantes que debían proteger a Florencia de la injusticia, como había hecho el legendario personaje bíblico.
El David se encuentra desde 1873 en la Galería de la Academia en un salón circular con una cúpula. Ubicado en el centro, permite que la gente lo observe desde todos los ángulos y es imprescindible recorrerlo circularmente para apreciar que, desde donde se lo mire, es una obra perfecta.
Trabajos de limpieza. Los operarios semejan liliputienses comparados con la estatua
Giorgio Vassari, está considerado como uno de los primeros historiadores del arte, célebre por sus biografías de artistas italianos, colección de datos, anécdotas, leyendas y curiosidades recogidas en su libro: Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. A él le debemos gran parte de la información que existe sobre el Renacimiento, término que fue acuñado por el propio Vassari.
Creo que este ilustre florentino era el más indicado para opinar sobre el David, y sobre la obra manifestó: “Ha superado a todas las estatuas modernas y antiguas, por griegas y latinas que fuesen. Puede decirse que ni el Marforio de Roma, ni el Tíber o el Nilo del Belvedere, ni los gigantes de Montecavallo la igualen de ningún modo; con tanta mesura, belleza y perfección la terminó Miguel Ángel. Porque en ella hay contornos de piernas bellísimos, y junturas y esbelteces de flancos divinas; y nunca se ha visto una actitud tan dulce, ni gracia que la iguale, ni pies, ni manos, ni cabeza comparables a los de esta estatua por su excelencia, su arte y su composición. Por cierto, quien la ve, no desea ver otra obra de escultura hecha en nuestros tiempos o en otras épocas por cualquier artista“.
Esteban Iborio. El David de Miguel Ángel. Quizás la obra escultórica más popular de la historia del arte. Historia-Arte.https://historia-arte.com/obras/el-david-de-miguel-angel
Rafel Bladé. El desafío de Miguel Ángel. Historia y Vida, 25/05/2018.
Irving Stone. La Agonía y el Éxtasis. EMECÉ, Grandes Novelistas. Buenos Aires 1991.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.