Aunque eternizada como la Gran Anfitriona Nacional por haber prestado el salón de su casa para estrenar el Himno, Mariquita Sánchez de Thompson fue bastante más : mujer política, pionera defensora de la necesidad de la educación para las mujeres, rebelde capaz de poner en foco cuán público debe ser lo privado.
Narrar y analizar la vida de Mariquita Sánchez es escribir la nación : la patria argentina nace al mismo tiempo que Mariquita deja la niñez y hasta podría decirse que mujer y nación llegarán juntas a la madurez. El Río de la Plata, cual nación joven, será narrada por una también joven Mariquita en relatos epistolares, lo que resultará en una casi etnografía de la vida cotidiana en la sociedad decimonónica. La permanente participación de Mariquita Sánchez en los sucesos históricos de la primera mitad del siglo XIX la trasformarán en una figura iconográfica de la independencia argentina. Su activa presencia en la vida política y su autonomía de pensamiento, escritura y acción le ganarán fama de extravagante y recibirá el epíteto de “loca” no pocas veces a lo largo de su vida. Las transgresiones de esta dama patricia a la normativa de género de la época resultarán en una serie de medidas de disciplina, tales como el confinamiento, la censura social y, finalmente, el exilio de esta mujer. Al igual que la idea del poder, la racionalidad será asumida como un atributo de la masculinidad mientras emocionalidad y sentimentalismo lo serán de la feminidad.
De esta manera, la identidad femenina se construye discursivamente como emocional, sensible e irracional. La identidad masculina, por el contrario, es definida como independiente, objetiva y racional ; en consecuencia, los sentimientos masculinos no se manifiestan como síntomas de desborde emocional, pero sí los femeninos. De allí la tendencia a interpretar la emotividad femenina como “anormal” y la necesidad de encontrar mecanismos para ponerla bajo control. Para la sociedad colonial española, el amor es un desvío de las reglas endogámicas de planificación de alianzas matrimoniales dentro del mismo grupo social. Al producirse la rebelión, las jóvenes eran “depositadas” en los conventos ; en Buenos Aires, por ejemplo, el lugar favorito de reclusión de jóvenes patricias insubordinadas era la Casa de Ejercicios Espirituales, administrada por monjas.
Está considerada, por una rama de historiografía, como la gran patriota argentina, fue testigo de un siglo de transiciones, trozo vivo de historia. Esposa de Martín Jacobo Thompson y luego de Juan Washington de Mendeville, en su hogar se cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino. Ella fue quien interpretó las primeras estrofas del Himno. Esa es la versión que el sistema educativo argentino imaginó para retratar a Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville : la de Gran Anfitriona Nacional con vocación de intérprete casera. Tan efectiva resultó esa estampita escolar capaz de imprimir una imagen única en los recuerdos de generaciones, que todavía hoy el Ministerio de Educación continúa sosteniéndola en su sitio de Internet.
Y sin embargo detrás de ese clásico cuadro de Pedro Subercasseaux que termina por sellar la contundente división de espacios correlativa al género (Mariquita, mujer al fin, puertas adentro ; los próceres del panteón nacional, en el campo de batalla, en oficinas o rodeados de atributos del poder público), había bastante más. Había, por ejemplo, una fina cronista con buena memoria y conciencia de la proyección histórica que podían tener sus escritos (más o menos privados) y capaz, de todas maneras, de ser deliciosa y políticamente incorrecta ; también una mujer política hecha y derecha que operaba entre bambalinas con tácticas retóricas agudas y ambiciones propias ; una intelectual afrancesada que nunca conoció París y bien merece trascender, además, como escritora ; una viuda casada en segundas nupcias, madre de cinco hijos y activista en favor de la educación de las mujeres, aun cuando sostener esa necesidad la llevara a enfrentarse con Sarmiento. Esa es la multifacética María de Todos los Santos Sánchez de Thompson y Mendeville.
Cuando nació, Buenos Aires tenía menos de veinte mil habitantes y estaba gobernada por un virrey ; cuando murió, la ciudad estaba dejando de ser la gran aldea y asumía la presidencia su amigo, contrincante y admirador, Domingo Faustino Sarmiento.
No se exagera al decir que la historia argentina desde la emancipación hasta la organización nacional podría escribirse a través de su biografía. Disfrutó del privilegio de nacer en el seno de una familia rica en dinero y virtudes, dos principios que ella siempre se preocupó en cultivar con parejo esmero.
las personas que reconocemos como próceres, ella los trataba por su nombre de pila o por su apodo. Fue la compañera, confidente y en algunos casos algo más, de los principales protagonistas de la generación del 37. Gutiérrez la admiraba, Echeverría la amaba y Alberdi la consultaba cada vez que podía. Mitre, su querido Bartolito, la escuchaba y le permitía desplantes que a ninguna otra mujer le hubiera consentido. Juan Manuel de Rosas jamás se atrevió a mover un dedo en su contra sabiendo que era opositora y que protegía a sus enemigos. Mariquita tomaba el té todas las tardes con Agustina, la madre del Restaurador y, para los entendidos, la única persona a la que Juan Manuel respetaba y temía.
La historia suele presentar a Mariquita como una mujer frívola, simpática tal vez, pero irremediablemente superficial. La escena que más la recuerda es el célebre cuadro de Pedro Subercasseaux y la tertulia cuando se estrena el Himno Nacional. Lo curioso es que existen serias dudas de que esa función de gala haya existido y que los acontecimientos hayan transcurrido en el salón de Mariquita. Sin embargo, el hecho de que Subercasseaux haya “inventado” la escena en la casa de Mariquita es también un testimonio de que ya para entonces ella era la mujer más importante de Buenos Aires y su salón era el lugar donde ocurrían los grandes sucesos.
La historia de este óleo está directamente relacionada a la construcción del panteón nacional argentino en tiempos del Primer Centenario de la Independencia Argentina. A principios de 1900 el Museo Histórico de Buenos Aires le había encargado a Subercasseaux una pintura de temática histórica y el pintor, sensible a los mitos originarios de la nacionalidad, elige esta escena como símbolo máximo del nacimiento de la patria. De esta manera, la obra de Subercasseaux fortalecerá la tradición o mito sobre el rol de Mariquita en este suceso. Es importante remarcar, sin embargo, que el clásico cuadro de Pedro Subercasseaux sella la contundente división de los espacios de género : las mujeres, puertas adentro y los hombres en el campo de batalla u otros espacios públicos. Era urgente consolidar la imagen exterior de la nueva patria mediante símbolos propios y sencillos, fáciles de reproducir y de popularizarse en todo el territorio nacional. Mariquita contribuirá notablemente en esta acción, diseñando y cosiendo las nuevas escarapelas para los ejércitos revolucionarios, bordando banderas de guerra y difundiendo la nueva canción nacional en su ya legendario salón. Esta pasión revolucionaria le ganaría la admiración de algunos y la crítica de muchos, a tal grado que Mariquita expresará en su correspondencia el temor a que tanta censura social culmine en un nuevo confinamiento o reclusión en un asilo.
Mariquita, abre en muchos sentidos, una casta de mujeres que se permite reflexionar sobre temas hasta ese momento indiscutidos, como la viudez, la obediencia conyugal y los derechos femeninos.
Nacida en Buenos Aires el 1º de noviembre de 1786, fueron sus padres el español de Granada, Cecilio Sánchez de Velazco, y la porteña Magdalena Trillo. Mariquita fue educada, en parte, en los principios de la tradición colonial española, pero no pudo sustraerse a la plena emergencia del atractivo ideario de la Ilustración en el Buenos Aires de fines del siglo XVIII. Antes de cumplir quince años se enamoró de su primo Martín Thompson y se comprometió contra la opinión de sus padres. Empecinada, se presentó al virrey Sobremonte para que dejase sin efecto los arreglos que había hecho la madre -el padre ya había muerto- para casarla con Diego del Arco.
Mariquita recurrió a un viejo derecho, por el cual una joven podía solicitar al rey su protección, para evitar ser casada contra su voluntad. Es evidente que no todas las jóvenes de entonces, tenían su curiosidad, empeño, conocimiento y valentía, prefiriendo al escándalo, subordinarse a las órdenes paternas y a las convenciones sociales. Al osar iniciar un “juicio de disenso” contra su propio padre, la adolescente Mariquita, en consecuencia, deberá enfrentarse no sólo a su progenitor sino también a la censura de la sociedad colonial, adelantándose, en los hechos, por lo menos cien años al debate sobre la “patria potestad”. La rebelión adolescente de Mariquita Sánchez contra la autoridad paterna encarna la subversión del modelo de familia patriarcal pre-burguesa, basada en la obediencia y la disciplina, imprescindibles para la supervivencia de la sociedad jerarquizada.
Me es preciso defender mis derechos : o Vuestra Excelencia mándeme llamar a su presencia, pero sin ser acompañada de la de mi madre, para dar mi última resolución, siendo ésta la de casarme con mi primo, porque mi amor, mi salvación y mi reputación así lo desean y exigen, me mandará Vuestra Excelencia depositar por un sujeto de carácter para que quede en más libertad y mi primo pueda dar todos los pasos competentes para el efecto. Nuestra causa es demasiado justa, según comprendo, para que Vuestra Excelencia nos dispense justicia, protección y favor.
En la monótona vida provinciana del virreinato, el caso de María de los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, había dado que hablar durante cuatro años. Una vez resuelto, era el escándalo de los padres, que veían amenazada su hasta ahora indiscutible autoridad. Mariquita osó con el “juicio de disenso” enfrentar a la sociedad de su época ; cuestionó el concepto social del amor, demostrando ser lo que siempre sería ; una mujer valiente, de pensamiento independiente, que se adelantó más de una centuria a sus contemporáneas.
Mariquita estaba haciendo una declaración de principios (las causas privadas son un asunto público) que iba a valerle no el escándalo sino una victoria doble : el permiso para casarse con Martín Thompson y un lugar propio (aunque minimizado por algunos interlocutores y entre sombras) en los asuntos políticos. Como la visibilidad llevaba pantalones y levitas, zalameramente hizo como que se acomodaba en su lugar de mujercita, mientras operaba con habilidad como gestora de alianzas (en su salón) y participante sin remilgos de debates epistolares de lo más candentes.
Don Cecilio Sánchez de Velasco y doña Magdalena Trillo se opusieron
terminantemente a esos amores, “caprichos juveniles” decía el padre, que ya había elegido el futuro para su hija. Muy encandilado estaría don Cecilio con los blasones de don Diego de Arco, familiar de los marqueses del Arco Hermoso, para entregarle su hija, cuando su fama de jugador y mujeriego era tal, que su propio padre lo había desterrado a Buenos Aires.
Todo Buenos Aires sabía de las penurias amorosas de estos jóvenes que no cejaban en su empeño y, seguían frecuentándose. Las influencias se movieron : Martín fue enviado a Montevideo y ella pasó largos días en la casa de Ejercicios Espirituales. En 1804 la pareja inició el juicio de disenso. Para ese entonces su padre había muerto, pero su madre seguía intransigente. Mediante ese juicio se pretendía apelar a la máxima autoridad, para concretar la unión, prescindiendo de la autorización materna.
El proceso fue tan ruidoso que llegó a España, inspirando a Moratín para escribir “El sí de las niñas”Doña Magdalena Trillo argumentaba que no quería ese yerno, porque a causa de su formación militar carecía de conocimientos para administrar sus comercios.
Mariquita será literalmente depositada en un convento para “dominio” de su voluntad, mientras Martín será confinado a una guarnición militar, primero en Montevideo y luego en Cádiz. El claustro religioso para las mujeres, el militar para los hombres : ambos espacios propios de la sociedad colonial para la represión de audacias o transgresiones. Cerca de un año después de iniciado el juicio, los enamorados obtuvieron la autorización y la boda se realizó el 29 de julio de 1805. Con el tiempo se comprobó que la madre de la novia no se equivocaba, la fortuna de su hija mermó considerablemente.
A partir de entonces, la vida de Mariquita estuvo ligada a los acontecimientos públicos. Abrazó con fervor la causa de la libertad y colaboró con todas las empresas patrióticas. Su casa de la calle Umquera, hoy Florida, acogió a las personalidades, atraídas por la hospitalidad graciosa y espiritual de la dueña.Los problemas más delicados eran debatidos allí, lo mismo que los temas literarios. Los salones de la aristocracia porteña eran espacios privados donde se celebraban reuniones patrióticas bajo un velo de sociabilidad. Caracterizados como tertulias femeninas, estos salones reafirmaban el orden patriarcal y la actividad femenina reservada a los espacios y roles domésticos. Los recién casados serán activos protagonistas de la resistencia contra las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806 y 1807. Mariquita atestiguará en sus escritos posteriores su ambivalencia entre, por una parte, la fascinación por los uniformes, elegancia y disciplina británicos y, por la otra, las ansias de recuperar Buenos Aires y actuará en consecuencia.
Permite una digresión -escribe al recordar las invasiones inglesas– (...). Las milicias de Buenos Aires : es preciso confesar que nuestra gente del campo no es linda, es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como un redonde, sucios ; unos con chaqueta, otros sin ellas ; unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo atado en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos ; otros, punzó ; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados ; todo lo más miserable y más feo. Las armas sucias, imposible dar ahora una idea de estas tropas. Al ver aquel día tremendo, dije a una persona de mi intimidad : si no se asustan los ingleses de ver esto, no hay esperanza.
Martín, por su parte, en su nuevo rol de capitán a cargo del puerto de Buenos Aires, desempeñará un importante rol en la reconquista de la ciudad. A partir de entonces, sus nombres serán sinónimo de lucha patriótica. Thompson perteneció al grupo patriota integrado por Rodríguez Peña, Castelli y Cornelio de Saavedra. Durante los sucesos revolucionarios de Mayo de 1810, Martín Thompson había participado como miembro de la Sociedad de los Siete y Mariquita como donante y recolectora de donaciones para la causa patriótica. Estos angustiosos momentos serán recordados con amargura por Mariquita cuando, anciana, en una carta a su hija Florencia escrita en 1852 le explique que sufre “(...) no pudiendo en mi interior dejar de sentir la humillación y envilecimiento de mi país, ¡yo que vi nacer su libertad y pasé por tanto susto con tu pobre padre !”
Como miembro del cabildo abierto Martín Thompson y su joven esposa apoyaron a la Revolución de Mayo. La primera Junta lo nombró capitán del puerto de Buenos Aires para que protegiera a la ciudad de cualquier ataque proveniente del río. Su hogar se convirtió en el lugar de reunión de los líderes patriotas, presidido por su popular y aguerrida esposa Mariquita, y fue allí donde un 14 de mayo de 1813 se cantó por primera vez en la historia argentina El Himno Nacional (Vicente López y Planes, letra, y D. Blas Parera, música).
El Coronel Thompson y María de los Santos Sánchez vivieron en la calle Florida durante un largo tiempo hasta que su entrañable esposo fue enviado a los Estados Unidos en Misión Diplomática, y luego enloqueció a causa de una triste enfermedad.
En ese célebre salón se cantó por primera vez la canción patria, el 14 de mayo de 1813. Cinco hijos nacieron en tanto : Clementina en 1807, Juan en 1809, Magdalena en 1811, Florencia en 1812 y Albina en 1817. Este último año marcó una desgracia. Thompson, enviado a los EEUU, enloqueció y murió en el viaje de regreso.
En 1820 la viuda, muy admirada, contraía nuevo matrimonio, esta vez con Washington de Mendeville, francés expatriado cuya conducta le deparó muchos sinsabores, que terminaron en separación, disimulada por las funciones diplomáticas del marido fuera del país. El hogar de los Mendeville será a partir de 1820 y hasta 1837 el centro obligado de la sociabilidad para todo extranjero que pase por Buenos Aires. Una vez más, Mariquita y su cónyuge son descriptos por los testigos de la época como angelicales anfitriones que amparan paternal y maternalmente a todos los forasteros que los frecuentan. Es en este período cuando Mariquita consolida su fama de frívola y superficial, al introducir novedades europeas en las costumbres sociales locales, tales como el uso de abrigos de piel, la porcelana inglesa en vez de la platería española, el tapizado de las paredes, etc. Cuando años más tarde Mendeville sea designado el primer cónsul francés en el Río de la Plata, Mariquita –quien siempre apoyará a su marido en ésta y toda empresa que él se proponga- cederá incluso parte de su casa paterna como local para el consulado. Tanta actividad social y cultural originará el decrecimiento del patrimonio familiar, ya de por sí debilitado por la falta de nuevas fuentes de ingresos. Aquí había sido cónsul y muchos años más tarde Mariquita reveló, en carta a Alberdi, las miserias de su vida con Mandeville. De este matrimonio tuvo un hijo : Julio. Cuando Rivadavia fundo la Sociedad Benéfica requirió la ayuda de Mariquita, que fue fecunda y entusiasta.
La conducta de Mendeville ocasionó conflictos amorosos y luego litigios económicos entre los cónyuges, provocando su separación, pero disimulada por las funciones diplomáticas del marido fuera del país. El matrimonio con Mendeville también le acarrea problemas políticos a Mariquita, sobre todo cuando, a partir de 1832, el que fuera su amigo de la infancia, Juan Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires con facultades extraordinarias, en pleno conflicto con Francia por los derechos aduaneros, le reclamara en una carta : “Conocí antes a una María Sánchez buena y virtuosa federal. La desconozco ahora en el billete con tu firma que he recibido de una francesita parlanchina y coqueta”.
No quiero dejarte en la duda de si te ha escrito una francesa o una americana. Te diré que desde que estoy unida a un francés, he servido a mi país con más celo y entusiasmo (...) En tu mano estará que yo sea americana o francesa.6Los conflictos entre los antiguos amigos se profundizan cuando Mariquita toma partido por la oposición a Rosas y, apelando a su rol materno y pertenencia de clase, intentará publicar incendiarias e irónicas sátiras que serán inmediatamente censuradas por el régimen por “insanas” y “fruto de una mente desquiciada”. Finalmente, en 1837, cuando acosada por la censura y el ostracismo social al que se condenaba a todo sospechoso de “afrancesamiento” en este período, Mariquita pida su pasaporte para exiliarse en Montevideo.
En una carta enviada a su amigo Esteban Echeverría, el autor de La cautiva y El matadero, expresaba su opinión sobre la falta de libertades : “… no hay nada más difícil que aparecer apartes en nuestra sociedad, porque ignora los placeres de la libertad…”
Militante, primero en la causa revolucionaria, ya durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, pese a la amistad que los unía, no ocultó su adhesión a la causa unitaria. Amiga de la infancia de los apellidos que se repiten –con la dinámica propia de un álbum familiar– en la historia argentina, en 1836, en plena vigencia del rosismo se dirige al mismísimo Restaurador cuando él la acusa de poco americana :
Tú, que pones en el ‘cepo’ a Encarnación si no se adorna con tu divisa, debes de aprobarme, tanto más cuanto que no sólo sigo tu doctrina sino las reglas del honor y del deber. ¿Qué harías si Encarnación se te hiciera unitaria ? Yo sé lo que harías. Así, mi amigo, en tu mano está que yo sea americana o francesa. Te quiero como a un hermano y sentiría que me declararas la guerra.
De su extraordinaria temeridad en tiempos de terror, se cuenta una anécdota que la pinta de cuerpo entero. Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, cabeza del partido Federal, había exigido el uso de la insignia punzó para demostrar la fidelidad a la causa. Esto, en momentos de persecución a muerte al bando opositor. Rosas dio una de sus célebres fiestas en su residencia de San Benito de Palermo, las mujeres asistieron, vestidas de rojo, salvo Mariquita que se presentó con un traje celeste, color que identificaba el grupo unitario. Rosas al verla llegar con vestida, se acercó y la reconvino
-Mariquita, ¿Cómo te me venís de celeste ?-
-Para hacer juego con tus ojos, Juan Manuel-
Durante el gobierno de Rosas se exilió, a pesar de la vieja amistad que existía, pues tomo partido por los opositores, entre los que estaba su hijo Juan. Hacía algún viaje a Buenos Aires, pero su hogar estaba en Montevideo. En 1846 fue a Río de Janeiro y al año siguiente volvió a Montevideo, donde permaneció hasta después de la Batallade Caseros.
En 1851 escribía desde el exilio a su amigo y compadre Juan María Gutiérrez :
14 “Carta a Juan María Gutiérrez, 16 de enero de 1851”, en Ibídem, pp. 338-339.
…nadie es profeta en su país y que algunos de mis amigos han hecho mejor suerte con salir de allí. En mis sueños pienso, no sé por qué, que he de ir a Chile (…) Tengo la razón que mi corazón y mi cabeza no envejecen. Me parece algunas veces que soy joven. Es sólo cuando veo mis nietos que me saco la cuenta (…) Voy al corriente del mundo y me alucino (…) En mis pesares he tenido días de desesperación, mi corazón como en una prisión y mi espíritu en una completa soledad. Buscando cómo obligarme yo misma a encontrar algún lenitivo, alguna distracción, me he reducido al piano y a otros trabajos mujeriles, para los que no tenía simpatía, pero como el despotismo está de moda, me he despotizado yo misma bordando, haciendo sonseras como las colegialas (…) ¡Qué se hará después de destruir tanto !
Después de la derrota de Rosas, Mariquita regresó a Buenos Aires : “Mi destino me ha sido siempre ingrato. He tenido que andar errante sin sacar ventajas de mis viajes, sino gastos e incomodidades”, le escribía a su amigo Alberdi.
Mariquita se queja constantemente de la falta de libertades
“Carta a Juan B. Alberdi, 15 de noviembre de 1852”, en Ibídem, pp. 341-342.
… ¡Ah, mi amigo, cuánto daría por una hora muy larga de conversación ! (…) Si tuviera la fe que esta carta llegaría a sus manos sin tropiezo le diría muchas cosas, pero cuando no hay seguridad ni en el pensamiento ni la pluma corren. Empezamos, mi amigo, un camino de peligros, de espinas y mucho me temo que sea regado de sangre. ¡Ah, mi amigo, qué infelicidad, qué triste estoy, y cómo me acuerdo de aquellos tiempos ! (…) Ésta va al correo, y así escribo como si fuera a La Gazeta (…) Es para mí objeto de envidia plantar un árbol sin temor a que lo arranquen…
Reanudó su labor en la Sociedad de Beneficencia, de la que había sido presidenta en 1830 y 1832, y su salón volvió a brillar como antaño, acogiendo cuanto tuviese que ver con la cultura y el patriotismo. Cuando en 1820, durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, se creó la mencionada sociedad, Mariquita fue designada su primera directora. Para la época, esto es no sólo una novedad sino también motivo de escándalo ya que, en primer lugar, según las familias conservadoras esta medida era un ataque anticlerical ya que se oponía a las obras de caridad organizadas por la iglesia católica. En segundo lugar, era la primera vez que una mujer se hacía cargo oficialmente de una función pública.
Mariquita, acusada siempre de dejar que la impulsividad y la pasión tomen el lugar de la razón, encontrará en esta organización el escenario perfecto para desempeñar su rol público y transgresor. Como la Sociedad de Beneficencia tenía a su cargo, entre otras funciones, el cuidado de huérfanos y huérfanas, Mariquita la utilizará para la implementación de sus ideas sobre la libertad de elección de cónyuge en la resolución de los matrimonios de las huérfanas. Sus revolucionarias ideas educativas se expresaron en el debate sobre la posibilidad de aplicar el sistema Lancaster de enseñanza mutua –ya utilizado en la educación de varones – en las nuevas escuelas de niñas que quedan a cargo de la Sociedad.
17 “Carta a Juan B. Alberdi, 1º de abril de 1856”, en Ibídem, pp. 343-344.
… Yo soy en política como en religión muy tolerante. Lo que exijo es buena fe. Esto de tolerancia no se entiende aquí (…) se sonrojará usted al leer el lenguaje con el que se insultan los adversarios (…) Se llama progreso el desunir los espíritus y los pueblos. Se atizan los odios de partido y se cierra la puerta a toda conciliación…
En 1866 y 1867 volvió a presidir la Sociedad de Beneficencia todavía en plena capacidad intelectual, pues trabajaba y escribía cartas admirables.
La temática política llega siempre como una preocupación vibrante en las palabras que dedica a sus hijos. La política se presenta como un infierno que no sólo no aliviana los problemas personales sino que a su vez suma desasosiego y es causa de desdichas :
…mi vida ha sido siempre un tejido de penas y males por esta política, y a mi vejez veo a mis nietos con el fusil en lo más encarnizado de la guerra. ¡Cuánto daría por irme a Europa ! Más que nunca deseo alejarme de mi pobre patria, porque preveo una terrible y prolongada lucha, cualquiera que sea el triunfo (…) Esta pobre América tiene la maldición del Eterno, a mi modo de ver, y nosotros nos moriremos envueltos en esa misma maldición…
se queja en carta a Alberdi el 26 de junio de 1859.
Las relaciones que establece con personalidades de la política nacional son muchas veces controvertidas. Su amigo de juventud se convierte en un enemigo público :
¿Por qué te vas Mariquita ?
Pregunta y respuesta en el anverso y reverso de un billete, aparentemente de 1836, cuando Mariquita
Porque te tengo miedo Juan Manuel
Gutiérrez hace de enlace entre Alberdi y María Sánchez. De una y otra orilla del Plata se tienden redes que intentan borrar las fronteras y acercar las ideas armónicas. Mariquita escribe cartas a Florencio Varela, Domingo F. Sarmiento, Félix Frías y Esteban Echeverría. Esas cartas contienen confesiones y opiniones políticas. Mariquita, con su juventud de espíritu que es lo que la hace atractiva a la nueva, ambiciosa, combativa y culta generación es vista como la conductora espiritual entre los viejos unitarios y la así llamada Joven Argentina. Es la interlocutora dilecta de los intelectuales y políticos argentinos, dentro y fuera del país
Memoriosa y prudente, así es en términos políticos ; piensa lo que dice y dice lo que piensa. Conoce los camuflajes necesarios para sobrevivir, utiliza pseudónimos y expresiones confusas para ocultar la realidad. Conoce la política de entrecasa, Mariquita es un poco embajadora y un poco emigrada, siempre comprometida y nunca ausente.
Mientras su hijo Juan se encuentra exiliado en Corrientes, Mariquita trabaja para él como una suerte de corresponsal de prensa improvisada. Sencillez, claridad, dulzura, elegancia son los calificativos de sus escritos que tienen la intención de moralizar a los lectores de una sociedad “barbarizada” por la lucha de facciones. Según su visión, la tarea de escritor público es enderezar a un pueblo extraviado por los ardides del tirano. Tal y como ello lo concibe, el escritor que trabaja para el pueblo ha de ser un patriota, en términos románticos, pero sin dejar de ser un humanista capaz de aleccionar a los lectores a través de un lenguaje moralizador, razonable y afable, como probaría un ilustrado.
Modestia y claridad en la escritura, calor pero raciocinio es lo que recomienda ; y paciencia para afrontar las vicisitudes :
Carta a Juan Thompson, 19 de marzo de 1840, en María Gabriela Mizraje. Mariquita Sánchez de Thompso
…Nosotros, patriotas de buen corazón que deseamos la causa de la humanidad (…) La elevación de las ideas ya sabes cuánto cuesta y lo mejor que le puede a uno suceder es que lo tomen por extravagante si es hombre y por pedante si es mujer
Por su postura política Mariquita debe exiliarse a Montevideo, reino de intrigas, tierra de conjeturas, sospechas, opiniones provisorias y murmuraciones.
En estos términos se refiere a la campaña contra Rosas :
Carta 11 de junio de 1839, en Ibídem, p. 383.
Los preparativos para la Revolución son motivo de continuas habladurías. Hacen un caos, unos de buena fe, por ansia y deseos de ver el fin, otros por maldad. Vivimos en un infierno donde se ejercita la paciencia y de los que trabajan y esperan para asegurar con prudencia tan grande empresa…
La guerra se hace con palabras más que con municiones y soldados. Mariquita asume la posición de una espía en combate. Hace su pesquisa, escrudiña papeles y voces, lo observa todo. A través de su Diario le cuenta a su amigo Echeverría todo lo que sabe y lo que su inteligencia logra sacar en limpio, dilucidar, interpretar. Esteban Echeverría es para ella y los jóvenes intelectuales de la época el ardid de la Asociación de Mayo. El tono de Mariquita para con é es el de una interlocutora y aliada, el de una colaboradora política que lo admira. Asume su tarea, ver, oír y relatar por escrito los pormenores de la política cotidiana al otro lado del río.
Si para su hijo Juan son los consejos de corte intelectual y las palabras de consuelo, para su hija Florencia serán las quejas, los lamentos, los pedidos y encargos materiales con los que busca cubrir las necesidades que impone el exilio. También serán para ella las confidencias y secretos :
Considera que yo soy la madre del miedo, tengo el cuartel de los argentinos a dos cuadras, y el de unos negros a una cuadra, de modo que cualquier ruidito ya los veo pasar corriendo, y yo, temblando. Hago con mi cabeza mil viajes ya a ésa [Buenos Aires] ya al Janeiro, pero mi poca salud me tiene rendida, que nada emprendo.
Carta 11 de junio de 1839, en Ibídem, p. 383.
Los preparativos para la Revolución son motivo de continuas habladurías. Hacen un caos, unos de buena fe, por ansia y deseos de ver el fin, otros por maldad. Vivimos en un infierno donde se ejercita la paciencia y de los que trabajan y esperan para asegurar con prudencia tan grande empresa…
La guerra se hace con palabras más que con municiones y soldados. Mariquita asume la posición de una espía en combate. Hace su pesquisa, escrudiña papeles y voces, lo observa todo. A través de su Diario le cuenta a su amigo Echeverría todo lo que sabe y lo que su inteligencia logra sacar en limpio, dilucidar, interpretar. Esteban Echeverría es para ella y los jóvenes intelectuales de la época el ardid de la Asociación de Mayo. El tono de Mariquita para con é es el de una interlocutora y aliada, el de una colaboradora política que lo admira. Asume su tarea, ver, oír y relatar por escrito los pormenores de la política cotidiana al otro lado del río.
Si para su hijo Juan son los consejos de corte intelectual y las palabras de consuelo, para su hija Florencia serán las quejas, los lamentos, los pedidos y encargos materiales con los que busca cubrir las necesidades que impone el exilio. También serán para ella las confidencias y secretos :
Considera que yo soy la madre del miedo, tengo el cuartel de los argentinos a dos cuadras, y el de unos negros a una cuadra, de modo que cualquier ruidito ya los veo pasar corriendo, y yo, temblando. Hago con mi cabeza mil viajes ya a ésa [Buenos Aires] ya al Janeiro, pero mi poca salud me tiene rendida, que nada emprendo.
Tú sabes bien la costumbre que tengo de disimular mis penas, si me creen algunas veces tranquila, pero en el fondo de mi corazón no hay sino dolores…
Florencia es su confidente, a veces también una colaboradora diligente. Con ella comparte los temores, los deseos, las reflexiones sobre la vida, el amor, las contingencias cotidianas.
Para Mariquita París es la tierra de sus sueños, una tierra que jamás conoce. Su estancia en Río de Janeiro es lo más cerca que logró estar del siglo XVIII europeo por el lujo y el ambiente intelectual. En marzo de 1847 regresa a Montevideo, llega con energías renovadas y lista para volver al ámbito de la sociabilidad rioplatense.
Me cansa el mundo, Florencia, y te aseguro que el que yo vaya a sociedad, es para conservar el lugar que siempre he tenido, y que no tenga otra cosa que dejar mis hijos. Te protesto que es una gran filosofía
Un tema que siempre le ha preocupado fue la enseñanza a las mujeres. Ya en 1840 había adelantado algunos planes a su hijo Juan :
…yo no puedo servir sino para las escuelas de las niñas (...) es preciso empezar por las mujeres si se quiere civilizar un país, y más entre nosotros, que los hombres no son bastantes y que tienen las armas en la mano para destruirse constantemente…
Cierta vez, en carta a su hija Florencia lanzó una promesa : “Voy a escribir la historia de las mujeres de mi país. Ellas son gente”No lo hizo.
Durante la etapa rosista, desde la perspectiva de Mariquita, el país conoce una nueva forma de desunión y vuelve a entrar poco a poco en una decadencia de la que el gobierno no es responsable sino víctima. Aunque el general Lavalle fue para María Sánchez “el mesías” nada pudo hacer. Fue el general Urquiza quien tomó el poder en 1852 tras el triunfo de Caseros y la caída de Rosas. De inmediato mandó llamar a Mariquita para que retomara su antiguo protagonismo en la Sociedad de Beneficencia. Urquiza intentó reactivar la educación, puso en marcha los correos y las imprentas y reabrió los caminos. Bajo la nueva coyuntura ser patriota implicaba estar con Urquiza, y así lo hizo Mariquita.
Los románticos vieron en ella a una interlocutora diestra y a un referente femenino inigualable. Lo que estos jóvenes admiraron de esta mujer fue su abierta sensibilidad y compromiso para afrontar con idéntica convicción los retos de la pasión amorosa o política.
Algunos aseguran que Juan María Gutiérrez estuvo francamente enamorado de ella y que Mariquita llegó a corresponderlo platónicamente. Se ha rastreado las pistas de sus relaciones con Esteban Echeverría, con quien se supone pudo haber mantenido un corto romance cuando él se instaló en Montevideo durante el exilio. La narrativa argentina supo explotar también las osadas confesiones de Sarmiento declarando a varios amigos suyos el impulso erótico que sintió al visitar en Montevideo a una Mariquita que, pese a sus años, no dejaba de provocar en él emociones intensas. Mariquita debió de ser consciente de la seducción que era capaz de ejercer entre la comitiva masculina de su círculo, aunque en este punto fue siempre muy reservada.
Patriotismo denominaba ella a ese sentimiento encendido que le provocan los acontecimientos de carácter público, y establece una clara distinción entre política y patriotismo ; la política es vil, endemoniada ; la patria, en cambio, merece sacrificios. La muerte le llegó el año siguiente, el 23 de octubre de 1868.
Mariquita fue una mujer atenta a los cambios de su época, y una verdadera transgresora. Le importaba la moda, la política, las relaciones internacionales y la independencia del país. Sus amistades fueron masculinas, ella mantenía correspondencia, conversaba, discutía, se entendía mejor con los hombres a los que trataba de igual a igual y a los que ayudó ideológica y pragmáticamente a dar forma a la Nación Argentina.
Mariquita, tan visionaria, tan preclara, tuvo una vida amorosa signada por las equivocaciones y la desdicha. Aunque se quejara con amargura, seguramente vivió convencida de haber actuado bien, de haber obedecido las órdenes de su corazón, único tirano que podía tolerar. Por algo, ya en su ancianidad, escribió a su hija Florencia : “mujer que tiene pasiones tiene mérito y, sea en la clase que sea, tiene corazón y es lo que aprecio”
Acusarla de oligarca, extranjerizante o algo peor, es ignorar su vida, el contexto histórico en que le tocó actuar y también implica desconocer la identidad cultural y social de la Revolución de Mayo. Mariquita fue una gran dama de la sociedad porteña en tiempos en que a este reconocimiento lo merecían muy pocas mujeres. Su frivolidad, su encanto, su gusto por las ropas caras y las joyas, formaban parte del ideario de la época entre las mujeres que pertenecían a la clase dirigente. Su opinión sobre la etapa colonial ha sido materia de discusión sobre su persona y su posición en la vida política argentina :
Estos países fueron 300 años colonias españolas. El sistema más prolijo y más admirable fue formado y ejecutado con gran sabiduría. Nada fue hecho sin profunda reflexión. Tres cadenas sujetaron este gran continente a su Metrópoli : el Terror, la Ignorancia y la Religión Católica ; de padres e hijos se transmitió con pavor. La Revolución del Cuzco, los castigos que se habían dado a los conspiradores y el suplicio al heredero del trono de los Incas o jefe supuesto de la Revolución, de atarlo vivo sobre cuatro caballos y hacerlo así despedazar en la plaza de Oruro, me tiembla el pulso y el corazón sólo al escribirlo, y fueron cristianos católicos romanos los que tal mandaron y ejecutaron. Y era la religión de Cristo, toda dulzura y piedad, lo que se venía a enseñar
Históricamente podría decirse que Mariquita fue una patricia, no una oligarca. Es decir, fue una de las forjadoras de la patria y no una titular de privilegios mal habidos. A los protagonistas hay que reconocerlos de acuerdo con los valores de su tiempo y las contradicciones que los dominaron. Los enemigos de Mariquita recuerdan, por ejemplo, cuando espió a través de los visillos de la ventana de su casa el desfile de los soldados ingleses y se sintió seducida por el color de sus uniformes, su gallardía y elegancia. Dijo entonces que daba gusto enamorarse de esos soldados apuestos, una verdadera licencia de frivolidad que no le impidió luego sumarse a la Resistencia y a la Reconquista. Con esas contradicciones también se ha tejido el delicado lienzo de la historia.
Mariquita se percibe a sí misma como liberal y mundana, y nunca cesa de afirmar en sus escritos que el atraso de la sociedad porteña se debía a tres factores : ignorancia, miedo y la iglesia católica. La modernidad de su propuesta política, por ejemplo, queda señalada cuando en su carta del 1 de abril de 1856 a Esteban Echeverría, Mariquita afirma que
(…) se habla de inmigración como el solo remedio de nuestros males ; pero inmigración sin cuidado, sin planes, sin costumbres, sin respeto a la ley, es un arma más y no hay remedio
El Museo Histórico Nacional conserva su retrato ejecutado por M. Rugendas en 1845. Sus cartas fueron difundidas por Antonio Dellepiane en su obra "Dos patricias ilustres", Juan Cruz Varela le dedicó una estrofa en su "Corona de Mayo" y el pueblo de San Isidro la recuerda como ilustre vecina con una calle que lleva su nombre.
En la vida de Mariquita Sánchez se reflejan las vicisitudes de la historia política rioplatense de la primera mitad del siglo XIX. Independencia y nación son construidas por esta dama patricia tanto en la acción pública como en la escritura. Aunque encasillada por sus contemporáneos y por su propia aceptación del sistema de género propio de su época y de su clase social, Mariquita Sánchez encontrará formas de desafiar la estructura patriarcal, apelando incluso a su feminidad y carácter materno como estrategias de posicionamiento en los círculos de poder y homosociabilidad masculinos del Río de la Plata decimonónico. Con su presencia y accionar público, Mariquita Sánchez modifica el paisaje social, incorporando a las mujeres a algunos –limitados pero significativos- espacios de poder. Con sus epístolas y crónicas, molestará a sus compañeros de clase social e incomodará a los intelectuales con sus planteos modernizadores y críticos.
Su figura ha pasado a la historia como un ícono de la lucha por la independencia pero su condición de escritora sagaz y aguda desbastadora de los asuntos políticos urgentes de la nueva república será ignorada por la historiografía oficial tradicional. La recuperación de la multidimensionalidad de la biografía y textos de Mariquita Sánchez es aún un proyecto inconcluso.
Mi vida es la de un hombre filósofo por fuerza, más bien que la de una mujer, con la desgracia de tener un corazón de mujer, cabeza de volcán y no tener la frivolidad del sexo para distraerme
La conciencia de su rol transgresor y el carácter revolucionario de su conducta, así como de las limitaciones de su feminidad en el sistema de género imperante, nunca han sido tan evidentes en la escritura de Mariquita Sánchez como en estas cartas.
Bibliographie
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Medina, María Clara. “Loca por la Independencia : género y razón ilustrada en Mariquita Sánchez hasta su exilio (Río de la Plata, primera mitad del 1800)”, Annales N. E., Nº 12, 2009, pp. 135-164.
Mizraje, María Gabriela. Mariquita Sánchez de Thompson. Intimidad y política. Diarios, cartas y recuerdos, Buenos Aires : Adriana Hidalgo Editora, 2004.
Mizraje, María Gabriela. Argentinas de Perón a Rosas, Buenos Aires : Biblos, 1999.
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Poblet, Ernesto. Desencuentros en América. Un paseo con las figuras notables de la Historia, Buenos Aires : Olmo Ediciones, 2009.
Rodríguez, Teresa V. María Sánchez y Martín Thompson : un himno a la independencia y al amor, Buenos Aires : Planeta, 2000.
Sáenz Quesada, María. Mariquita Sánchez, Random House Mondadori, 1995
Notes
1 María Clara Medina, “Loca por la Independencia : género y razón ilustrada en Mariquita Sánchez hasta su exilio (Río de la Plata, primera mitad del 1800)”, Annales N. E., Nº 12, 2009, pp. 135-164.
2 Teresa V. Rodríguez, María Sánchez y Martín Thompson : un himno a la independencia y al amor, Buenos Aires : Planeta, 2000.
3 “Carta al virrey Sobremonte, 10 de julio de 1804”, en María Gabriela Mizraje. Mariquita Sánchez de Thompson. Intimidad y política. Diarios, cartas y recuerdos, Buenos Aires : Adriana Hidalgo Editora, 2004, pp. 325-326.
4 Ernesto Poblet, Desencuentros en América. Un paseo con las figuras notables de la Historia, Buenos Aires : Olmo Ediciones, 2009, pp. 137-151.
5 Norberto Galazo, ¿Cómo pensar la realidad nacional ? : Crítica al pensamiento colonizado, Buenos Aires : Colihue, 2008, pp. 160-162.
6 “Recuerdos del Buenos Aires virreinal”, Mizraje, Mariquita Sánchez de Thompson. Intinidad y política…, pp. 123-124.
7 “Cartas de lo privado”, Ibidem, p. 377.
8 Félix Luna y Gisela Aguirre, María Sánchez de Thompson, Buenos Aires : Planeta, 2000.
9 “Carta de Juan Manuel de Rosas a Mariquita Sánchez, c. 1836”, en María Gabriela Mizraje. Mariquita Sánchez de Thompson. Intimidad y política. …, p 302.
10 “Carta a Juan Manuel de Rosas, c. 1836”, en Ibídem, pp. 327-328.
11 “Carta a Esteban Echeverría, 17 de abril de 1845”, en Ibídem, p. 332.
12 Ibídem, p. 328.
13 Luna y Aguirre, María Sánchez de Thompson, p. 156.
14 “Carta a Juan María Gutiérrez, 16 de enero de 1851”, en Ibídem, pp. 338-339.
15 “Carta a Juan Bautista Alberdi, 24 de julio de 1852”, en Ibídem, p. 340.
16 “Carta a Juan B. Alberdi, 15 de noviembre de 1852”, en Ibídem, pp. 341-342.
17 “Carta a Juan B. Alberdi, 1º de abril de 1856”, en Ibídem, pp. 343-344.
18 “Carta a J. B. Alberdi, 26 de junio de 1859”, en Ibídem, p. 347.
19 Pregunta y respuesta en el anverso y reverso de un billete, aparentemente de 1836, cuando Mariquita está a punto de partir al exilio. Ibídem, p. 29.
20 Maria Gabriela Mizraje, Argentinas de Perón a Rosas, Buenos Aires : Biblos, 1999, pp. 37-65.
21 Carta a Juan Thompson, 19 de marzo de 1840, en María Gabriela Mizraje. Mariquita Sánchez de Thompson. Intimidad y política. …, p. 39.
22 Carta 11 de junio de 1839, en Ibídem, p. 383.
23 “Carta de su hija Florencia, Montevideo, febrero de 1852”, en Ibídem, p. 187.
24 “Carta a Florencia, Montevideo 1852”, en Ibídem, p. 188.
25 Ibídem, p. 372.
26 Ibídem, p. 383.
27 Ibídem, p. 390.
28 “Recuerdos del Buenos Aires virreinal”, en Ibídem, pp. 121-122.
29 Ibídem, p. 331.
30 “Carta a Alberdi, Buenos Aires 15 de noviembre de 1852”, en Ibídem, p. 342.Haut de page
Sandra Olivero Guidobono, « Mariquita Sánchez : una mujer, una vida, el nacimiento de una nación », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Débats, mis en ligne le 18 décembre 2012, consulté le 13 octobre 2018. URL : http://journals.openedition.org/nuevomundo/64120 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.64120
Auteur
Sandra Olivero Guidobono
Universidad de Sevillasolivero@us.es
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