viernes, 19 de octubre de 2018

HISTORIAS DE HORROR Y DE MUERTE,

Lucila Frend y Solange Grabenheimer -
El asesinato de Solange: el crimen imperfecto que resultó ser perfecto
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Solange y Lucila se habían conocido en secundaria y desde entonces lo habían compartido todo. Por eso la decisión de irse a vivir juntas había llegado como un paso tan inevitable como natural. Lo que nadie podía prever era que una terminaría muerta y la otra, sería sospechosa de asesinarla.El crimen perfecto existe. Al menos, en Buenos Aires. Así lo cuentan sobre el asesinato de Solange Grabenheimer.
Solange Grabenheimer era extrovertida y seductora. Lucila Frend parecía su complemento, introvertida, racional y madura. En la noche del 10 de enero de 2007 acordaron encontrarse después del trabajo. Pero Sol nunca llegó.
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Lucila fue la primera que dio la alarma en la fiesta ante la ausencia de su amiga. Llamó a Santiago, el novio de Sol, para pedirle que fuera hacia la casa. Cuando llegó, dijo que estaba demasiado asustada para entrar y pidió que otros lo hicieran. Dentro, estaba Sol. Un charco de sangre confirmaba su muerte.
Llegó el fiscal al lugar y le pidió a Lucila que se animara a entrar para que viera si habían robado algo. Ella confirmaría que no, y comentaría que le había espantado ver a su amiga así.
Esta declaración llamó la atención del fiscal, quien días después la convocó para una reconstrucción. Volvió a sorprenderse: Lucila tomó un cable que estaba tirado en la habitación y estranguló al agente que representaba a Sol, una mecánica que solo conocían quienes habían participado de la autopsia.





Para el fiscal fue suficiente para ponerla en la mira. La indagó y Lucila le dijo que aquel 10 de enero se había ido a las 7:30 de la mañana -su jefe certificó que había entrado a trabajar 8:39- y que, hasta donde ella creía, Sol todavía dormía. Que luego la había llamado al móvil y no le había respondido. Que había intentado con el fijo y le había dejado un mensaje. Que había llamado al negocio donde trabajaba y le habían dicho que no había ido. Y que por eso se había preocupado aquella noche al ver que no llegaba al cumpleaños.
El fiscal no lo creyó. El perito policial ubicó la hora del crimen entre la 1 y las 7 de la madrugada, cuando Lucila estaba en la casa. Otro agregó que había indicios de que el asesino era zurdo, como Lucila. Un tercero determinó que ninguna puerta o ventana había sido forzada, por lo que podía suponerse que no habían ingresado extraños. Guevara avanzó y dijo que las chicas tenían problemas de convivencia, sugirió que la sospechosa habría querido avanzar sexualmente a la víctima y por fin pidió su detención.
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Pero se la negaron. Y anularon la reconstrucción del hecho, porque había violado las garantías constitucionales de Lucila. De todas formas, la llevó a juicio oral, en 2011.
El perito contratado por la defensa dijo que el crimen había sido entre la 1 y las 9 de la mañana, lo cual le daba a Lucila una ventana de dos horas fuera de la escena. El médico de la División Homicidios ubicó la muerte entre las 7 y las 10, lo que amplió la brecha. Se buscaron pruebas para afinar el dato y, por alguna razón, se habían perdido: el forense afirmó que no había tomado la temperatura del cuerpo al hallarlo en la casa porque no tenía termómetro; el líquido que se extrae de todo cadáver para calcular la data de deceso -el «humor vítreo»- se había contaminado.
Lucila fue absuelta.

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