martes, 23 de octubre de 2018

LA OPINIÓN DE FEDERICO ANDAHAZI,

 
Federico Andahazi 
Los cuadernos de Centeno dejaron a la vista el método de apropiación sistemático de los dineros públicos a través de un rústico sistema retornos entre políticos y empresarios. Esta estructura ya había sido probada con éxito en Santa Cruz.
Con la llegada del matrimonio Kirchner al gobierno nacional, se extendió el mecanismo a todo el territorio, aunque el know how y la renta negra quedó en las mismas cuatro manos. Los Kirchner no se caracterizaban por la generosidad sino, más bien, por el desprecio hacia sus secuaces.
Tal vez fue ese mismo desprecio el que llevó a José López a convertirse en arrepentido. Su nueva condición judicial pone algo de luz sobre el misterioso Monasterio de Gral. Rodríguez y depara enormes sorpresas sobre la relación secreta de la Iglesia con el kirchnerismo.
Ironías de la fe, el testimonio de López es una nueva cuenta que se suma a un rosario de arrepentidos y testigos. En estas últimas horas habló otro chofer, cuya identidad quedó bajo reserva, quien declaró haber llevado bolsos con dinero a ese mismo convento.
Este nuevo testimonio demuestra que los bolsos de López no fueron los únicos ni fueron un aislado rapto de misticismo. ¿Quién pagaba el sueldo del chofer que llevaba bolsos al convento?
La Universidad de la Matanza, a través del armado de desvío sin controles diseñado por De Vido. El mismo camino del dinero que iba a parar a las manos de Andrea del Boca y Pablo Echarri.
Pero hay una dato todavía más asombroso. Ni Centeno ni el chofer con identidad reservada fueron los primeros en hablar: en agosto de 2016 dos choferes de López, Perrone y Ledesma, declararon ante el fiscal Federico Delgado.
¿Qué dijeron hace dos años? Que era habitual el viaje al convento de Gral. Rodríguez. Perrone, reveló que llevó a López en varias ocasiones y que en una oportunidad lo trasladó al ex ministro de Planificación, Julio De Vido.
El testimonio de Centeno, en realidad confirma el de aquellos choferes y consolida fuertemente la serie de testimonios.
A partir de las declaraciones de estos cuatro choferes, se deduce la cantidad de bolsos con dinero que fueron a parar al monasterio y explican a las claras para qué servían la enormes bóvedas ocultas debajo del piso de la nave central.
Pero, ¿qué es ese convento? Se le quiso restar entidad, se dijo que no tenía relevancia, que se cerró por falta de fieles y que era una fundación privada, ajena a la Iglesia. Falso. El monasterio pertenecía al corazón de la Iglesia.
El fundador del Monasterio fue Rubén Héctor Di Monte, Arzobispo que condujo la diócesis de Mercedes-Lujan, la más importante del país, hasta 2007. De hecho, vivió en el convento desde 2007 hasta su muerte en 2016.
Di Monte era amigo personal de De Vido y de López. Solía visitarlo Scioli, la esposa de De Vido y Alicia Kirchner. Es decir, ese convento era un de centro espiritual K.
Y acá nos encontramos con un dato increíble: el fundador del Monasterio, Di Monte estaba directamente vinculado a la obra pública.
Más aún, a la primera obra licitada del gobierno kirchnerista: la restauración de basílica de Luján que costó más de 100 millones de pesos y 10 años de obras.
¿Quienes eran los anteriores amigos de Di Monte cuando era secretario ejecutivo del Celam y presidente de Cáritas? El represor Pajarito Suarez Mason y el emblemático general de la dictadura Cristino Nicolaides.
Pero sus vínculos se extendían a Menem y fue íntimo amigo del banquero Raúl Moneta. Di Monte sabía relacionarse con el poder de turno.
Ahora bien, ¿quién denunció los nexos del fundador del centro espiritual kirchenrista con la dictadura? ¿Un “grupo de tareas de la derecha”, como llamó Cristina a Diego Cabot y los periodistas que sacaron a la luz los cuadernos de Centeno? No, Fue la propia prensa kirchnerista durante su pelea con Bergoglio.
Página 12 y Horacio Verbitsky son los autores de las denuncias que más complican a Bergoglio por sus vínculos con la dictadura y el secuestro de dos religiosos. Notas que luego de váyase a saber qué pacto, Verbitsky decidió bajar del archivo.
Pero sigamos con la trama de los prelados: la mano derecha de Di Monte fue Monseñor Oscar Sarlinga. Sarlinga fue nombrado obispo de Zárate-Campana, pero renunció en 2015 acusado de lavado de dinero, desvío de subsidios para comedores infantiles del Ministerio de Desarrollo Social y tratos abusivos entre otras delicias.
Y aquí lo más sorprendente, ¿para qué usaba el obispo ese dinero mal habido? Se supo que ocultó una retención de fondos de la diócesis para pagar un arreglo extrajudicial por una causa de abuso sexual de un sacerdote que Sarlinga se ocupó piadosamente de cubrir.
Silvana Bentancourt, ex directora de Cáritas diocesana, declaró que fue apartada de su cargo por “permanecer fiel” a sus principios “sin ser cómplice de situaciones indecentes, inmorales y fuera de los sacramentos” de la fe católica, que habría vivido “cotidianamente” en su ámbito de trabajo bajo la órbita de Sarlinga.
Umberto Eco nos deleitó con aquél convento que ocultaba libros maravillosos. El nuestro, mucho más secular, ocultaba aquello que despertaba los bajo instintos del matrimonio presidencial: bóvedas, bolsos, corrupción y abusos. Se sabe, los kirchner nunca fueron grandes lectores.

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