viernes, 2 de noviembre de 2018
LA PÁGINA DE JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ,
La increíble historia de Klaus Barbie, el nazi que asistió a Pablo Escobar en la construcción de su imperio narco.
Entre matas de coca en las selvas bolivianas, el cabecilla del entonces poco conocido Cartel de Medellín, Pablo Escobar, conoció a quien impulsaría como nadie su imperio ilegal: Klaus Barbie, un criminal de guerra nazi.
Su conexión casi secreta está poco documentada. Lo que se sabe de la siniestra alianza de las últimas décadas del siglo XX es que dejó a su paso golpes de Estado, negocios con el Vaticano, un grupo paramilitar anticomunista y rutas de tráfico de droga al mundo entero.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Barbie fue llamado el ‘Carnicero de Lyon’. La razón es simple: mató a más de 4 mil judíos, envió a más de 7 mil a campos de concentración y torturó a más de 14 mil miembros de la resistencia.
Y su frialdad duró mucho más que la confrontación bélica. A su término, pasó de ser un guerrero de Hitler a un espía de la CIA, y más tarde un aliado del narcotraficante más sanguinario y grande de la historia, a quien ayudó a convertirse en tal.
A la corta edad de 22 años, Barbie se unió a Las Schutzstaffel (SS) -una organización militar al servicio del Führer- donde trabajó como espía de inteligencia.
Entrada la guerra fue asignado como líder de la Gestapo en Lyon, Francia (de 1942 a 1944). Fue entonces cuando sus crueles estrategias comenzaron hasta ganarse el apodo con el que se lo conoce hoy en el mundo entero. Tortura física, sexual y psicológica eran parte de sus métodos predilectos.
La brutalidad le dio el control absoluto, ningún prisionero aguantaba sin confesar los electrochoques o los animales comiéndose su piel.
Su biografía escrita por el periodista Peter McFarren da cuenta de testimonios que recuerdan hasta cómo despellejaba a las personas.
Se encargó incluso de enviar a niños judíos a Auschwitz, en lo que sería una muerte segura. Al terminar la guerra fue arrestado por los Aliados… pero logró escapar.
Barbie y su familia se dirigieron a una ‘ruta de las ratas’, una vía de escape para nazis y fascistas que abandonaban Europa tras la derrota de los países del Eje, que terminaban en su mayoría en paraísos seguros en Sudamérica.
Para ello, el padre Krunoslav Draganovic, del Vaticano, le consiguió un pasaporte falso y pasajes como miembros de la Cruz Roja Internacional para su ingreso a Argentina.
Desde allí, el ‘Carnicero de Lyon’ pasó a llamarse Klaus Altmann, y dio un salto a Bolivia para desatar de nuevo su personalidad.
Se convirtió en aliado de gobiernos de derecha, impulsó varias dictaduras latinoamericanas de las décadas de los sesenta y setenta, inició negocios con el narcotráfico y, finalmente, conoció y sirvió a Pablo Escobar.
En los años 80, Colombia tenía pocos sembrados de coca, pero adquiría el 90% de los cultivos de Bolivia. Así entró Pablo Escobar al negocio, comprando la base en el país vecino y produciendo la cocaína en Medellín.
Para entonces ya era conocido como ‘El Patrón’ en el círculo mafioso suramericano. Fue precisamente su proveedor, el ganadero Roberto Suárez Gómez, quien lo presentó con Klaus Altmann, que para entonces ya había sido asesor de las fuerzas armadas en la dictadura de Hugo Banzer y se relacionaba políticos de derecha como Luis García Meza.
Escobar viajó con sus socios del Cartel de Medellín, su primo Gustavo Gaviria y Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El Mexicano’, a conocer de primera mano las matas de coca que lo abastecerían.
En lo profundo de la selva amazónica boliviana se encontró con un grupo de ex militares nazis que aun vestían los uniformes de la SS, entre esvásticas y afiches del Führer que aun veneraban, como lo dejó consignado en 2001 el periodista Alonso Salazar en su libro ‘Pablo Escobar: auge y caída del narcotraficante más famoso de todos los tiempos’.
El ‘Carnicero de Lyon’ se le presentó como ex líder de la SS, y le hizo el recorrido por los campos de coca que él mismo cultivaba para Suárez.
El negocio era claro: ellos dispondrían de sus avionetas para transportar la base de coca hasta los laboratorios de procesamiento del clorhidrato de Medellín y Escobar apoyaría un grupo de exterminio de comunistas comandado por el nazi. Además, Altmann sería el contacto del Cartel de Medellín con el banco Ambrosiano, de propiedad del Vaticano.
Entonces nacieron ‘Los Novios de la Muerte’, un cruel grupo paramilitar al mando del ‘Carnicero de Lyon’ que brindaba servicios a las dictaduras de Sudamérica.
Secuestraban dirigentes de izquierda, adiestraban gente en distintos países, enfrentaron la revolución sandinista nicaragüense, y finalmente dieron el llamado ‘golpe de la cocaína’. Que no fue más que el golpe de Estado que comandó el militar García Meza para que regresara al poder Hernán Siles Zuazo.
Fue un convenio para los tres socios: Altmann, Suárez y Escobar. El nazi cumplía su objetivo de derrotar a la izquierda y se mantenía seguro de la justicia francesa, mientras los mafiosos continuaban sin peligro el imperio de la droga.
Bajo los mandatos de estos hombres se instauró el primer narcogobierno de la historia de la región. Según el periodista británico McFarren, celebraron incluso en la famosa Hacienda Nápoles del capo colombiano.
Klaus amasaba grandes cantidades de dinero y Escobar tomó total control de las rutas de tráfico de estupefacientes desde Bolivia hasta Estados Unidos, sobornando oficiales en Colombia y Perú.
Y Suárez tuvo la exclusividad de las hectáreas de cultivos de coca de casi toda Bolivia. A los narcos menores les tocaba trabajar para él o ser delatados ante el Ministerio del Interior, que estaba a su disposición.
Pero la siniestra alianza no duró para siempre. En 1983, Klaus Barbie Altmann fue arrestado y extraditado a Francia, donde lo buscaban hace décadas para que respondiera por el envío de 44 niños a un campo de exterminio.
Fue condenado a cadena perpetua en 1987, ya con 74 años. Pero murió en prisión cuatro años después de leucemia, en 1991.
En unas cartas reveladas hace pocos años, el ‘Carnicero de Lyon’ escribió a un amigo: “Extraño la libertad de la que he podido gozar durante los 31 años de mi vida en Bolivia (…) Lo principal es que yo tengo bien la conciencia y que la base de mis hechos es una guerra cruel en la cual hice mi deber por mi patria”.
Para entonces, Escobar ya era conocido por el mundo entero como el narcotraficante más grande de la historia, que había sometido a Colombia en una oscura violencia.
Con el arresto de Klaus, el capo cultivó su propia coca en su país, y ya se hacía también en los departamentos de Putumayo, Nariño y Caquetá. Así formó su reino de cocaína, aprovechando el control que había conseguido de la mano del despiadado nazi.
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