lunes, 31 de julio de 2023

EL ESCENARIO Y EL MIEDO KK


Días de pánico para el kirchnerismo
La crisis condiciona la campaña de Massa, que consumió tiempo valiosísimo para lograr el acuerdo con el FMI; los temores de Cristina y el debate clave que se configura en la oposición
Martín Rodríguez Yebra
Sergio Massa y Cristina Kirchner
Consiguió al final de la semana un salvavidas, pero no un barco que lo lleve a la orilla. El staff técnico validó un desembolso de 7500 millones de dólares que el directorio debatirá en Washington después de las elecciones primarias y a cambio de medidas de ajuste que todavía no se conocen con precisión.
“Se nos escurren los días y casi no tuvimos al candidato en el territorio. Lo consumió la función”, resume uno de los operadores claves de la campaña de Unión por la Patria. No es un reproche. Defiende que Massa es el candidato más competitivo que podía ofrecer este gobierno y sostiene que no puede ni pensarse en un recambio en el Palacio de Hacienda: “Vuela todo por los aires si Sergio se va”.
Cristina Kirchner coincide, cuentan en su entorno. Está convencida de que el FMI alienta una corrida en medio de la campaña con la intención de sepultar los sueños de este peronismo agónicamente unido. Massa consultó con ella las medidas cambiarias anunciadas el domingo pasado. Ella aprobó todo como un mal menor, a sabiendas de que viene un fogonazo inflacionario en el momento menos indicado, pero al menos se evita el desastre impredecible de un impago. Por algo impulsó a Massa como candidato. No fue convicción ni un gesto de amplitud, sino puro pragmatismo. Lo percibe como el único capaz de jugar en esta cancha embarrada.
La relación con el FMI es un engaño consentido. La Argentina devalúa sin conjugar el verbo, a través de una maraña de regulaciones e impuestos; los burócratas de Washington exigen más esfuerzos, escriben un par de frases admonitorias y renuevan el suero que mantiene a la economía del país en terapia intermedia. Todo sea por evitar un default que sería carísimo para las dos partes.
Massa había ilusionado a los propios con que recibiría fondos suficientes para cubrir todas las cuotas del año y que recalibraría las metas fiscales. No pudo ser. Al menos salvó un match point. Tendrá que raspar la olla para pagar los 2669 millones de dólares que vencen la semana que empieza. Cuando el directorio apruebe la revisión, le entrará el dinero suficiente para cubrir esa cuota, la anterior saldada en yuanes y la próxima de septiembre. En noviembre habrá una nueva revisión. Aunque eso es como hablar de otra vida.
“Vamos como Tarzán, de liana en liana, con fe de que aparezca siempre una nueva de donde agarrarnos”, resume un intendente de la tercera sección electoral de Buenos Aires. El sur del conurbano es el corazón del voto peronista y la geografía donde más está pegando la crisis inflacionaria.
Una reciente reunión en el comando de Axel Kicillof de los caciques de esa región que concentra el 15% del padrón nacional se pareció una sesión de autoayuda. Diagnóstico crítico: no hay entusiasmo entre los votantes habituales del peronismo, la bronca ha provocado fugas hacia opciones extremas, como Javier Milei, y las urgencias del ministro-candidato lo privan de entregarse a tiempo completo a caminar el territorio.
La camporista Mayra Mendoza admitió su gran preocupación por los números de Quilmes, en donde esta semana la acompañó intensivamente Máximo Kirchner. Fernando Espinoza, el mandamás de La Matanza, precisó que sus encuestas muestran a Unión por la Patria por debajo del 50%: “Ganamos, pero necesitamos más”. En 2019 había triunfado con 64%, 40 puntos más que Juntos por el Cambio. La caravana por el municipio con Massa, Kicillof y Máximo se había planificado como remedio a esa carencia. Tuvo que posponerse por miedo a un acto de violencia, bajo amenazas del Movimiento Evita, que le compite a Espinoza por el control del partido.
Al gobernador le costó disimular el fastidio, preocupado como está por la falta de despliegue territorial del candidato presidencial. Su suerte está atada a la de Massa por efecto del arrastre de la boleta sábana. Es poco lo que puede hacer por sí mismo –a sabiendas de que el corte es una conducta esporádica–. Entre otras cosas, en La Plata armaron un grupo encargado de estrategias específicas para conectar con los residentes extranjeros, que están autorizados a votar solo para cargos provinciales.
Las señales tampoco son tranquilizadoras en la Avellaneda de Jorge Ferraresi y en Lomas de Zamora, donde Martín Insaurralde pretende ceder el testigo de la intendencia a su mano derecha, Federico Otermín.
Guerra en Tigre
Massa está algo mejor en el cordón noroeste del conurbano. Aun así, una luz de alarma se encendió el fin de semana pasado cuando una encuesta que circuló entre los encargados de la campaña bonaerense mostró que el intendente Julio Zamora aventajaba a Malena Galmarini, esposa de Massa, en las primarias de Tigre. Perder en su pago chico es un lujo que el ministro no se puede dar. Casualidad o no, en la semana se ejecutó la jugada para quitarle a Zamora el derecho a colgar su boleta de la Massa. Tendrá que ir solo con Juan Grabois, a quien con ese cariño tan particular que se profesan entre peronistas calificó como “el peor de todos”. El que no se consuela es porque no quiere.
En la provincia se habla con desparpajo de un show de boletas cortadas: el clásico delivery que hacen los intendentes para salvarse, repartiendo entre los votantes un menú de opciones en el que incluyen su papeleta municipal junto a la del candidato a presidente que cada cliente desee. Y sin embargo ese deporte también se hace cuesta arriba. Recién esta semana empezaron a llegar las primeras boletas impresas, después de una demora angustiante en la aprobación judicial de los diseños. Hasta para las picardías hay que correr.
El mensaje que bajan ahora Massa y el kirchnerismo es que las próximas dos semanas serán de campaña intensa para recuperar el tiempo perdido en el pantano del FMI. La suba de precios derivada de la devaluación encubierta y de la suba correspondiente del blue (10%, a tono con las medidas y con la devaluación mínima que pedía el Fondo) es un costo adicional que toca asumir. Un paliativo son los bonos a jubilados, pensados para absorber ese efecto en los días previos a la votación. “Lo importante es que sacamos al FMI hasta después de las PASO”, resumen en el comando oficialista. Descartan una corrida antes del decisivo domingo 13.
Ahora toca sumergirse en una paradoja. El mensaje que ensayó Massa en su gira por el norte inclua ye dos ejes principales. Dijo que él será “el presidente que termine con la inflación” y que la alternativa a Unión por la Patria es un proyecto derechista “que solo ofrece más ajuste y sufrimiento”.
Resulta todo un reto para los votantes decodificar esas expresiones en un momento en que los precios vuelven a subir y cuando el Gobierno se acaba de comprometer con el principal acreedor del país a diseñar medidas en el corto plazo para “contener el crecimiento de la masa salarial, actualizar las tarifas de energía y fortalecer los controles de gasto a través de una asistencia social mejor focalizada y una mayor racionalización de las transferencias corrientes alas provincias y empresas estatales ”.
Cristina pone el cuerpo selectivamente, pero no deja de actuar detrás de escena. Les pidió a los gobernadores que se movieran. Lo mismo a sus caudillejos bonaerenses.
“Ella lucha antes que nada por llegar al final del mandato sin estallido. Para eso necesitamos mostrar que tenemos apoyo popular. De lo contrario, el FMI y la oposición se van a ensañar”, explica un interlocutor habitual de la vicepresidenta. La supervivencia política no pasa solo por ganar elecciones. Una corrida el lunes 14 es la peor pesadilla que asalta por las noches a “la Jefa”.
Incertidumbre en la oposición
El temor del Gobierno conecta de manera subterránea con la disputa en la oposición. Una pregunta decisiva: ¿qué nivel de colaboración mostrará quien se imponga en las primarias de Juntos por el Cambio si esa fuerza fuera la más votada dentro de dos domingos?
Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich hoy aparecen opacados por su disputa de liderazgo. Pero el que gane empezará a ser un factor determinante en la película de la crisis argentina.
Bullrich tiene una visión muy pesimista de las opciones del Gobierno para evitar un descalabro mayor en la transición. De ganar, ella no está dispuesta a colaborar en nada con Massa. “Ni sueñen con un cogobierno. No voy a caer en una trampa de mi rival. En todo caso, que renuncie al ministerio y ahí veremos si nos sentamos a una mesa de negociación”, ha dicho, según retrata una fuente de su confianza. Larreta es menos tajante a la hora de imaginar una eventual transición si él siguiera en la cancha después de las PASO. Pero tampoco imaginan a su lado que vaya a arriesgar capital político en auxiliar al Gobierno.
Futurología pura. La obsesión es ganar la interna y ni siquiera está claro a quién beneficia el actual repunte inflacionario. El larretismo recuperó energía y optimismo desde el triunfo de Maximiliano Pullaro en Santa Fe. Desde el gobierno porteño hacen circular encuestas con él como favorito y sostienen que cambiaron las tendencias (que antes negaban): describen a Bullrich estancada y a Larreta en prometedor ascenso. El juego pasa por “no cometer errores”, atenerse al plan y sumar algunos apoyos, como serían los de María Eugenia Vidal y Facundo Manes (que ya empezó a acompañar a Martín Lousteau en la ciudad).
Del otro lado retrucan que hay una diferencia irremontable. Bullrich incluso suele decir estos días que terminará ganando en octubre sin necesidad de segunda vuelta. La brújula rota de las encuestas hace que afirmaciones como esas se extravíen en el difuso territorio del creer o reventar.
La energía de los candidatos se concentra en dos distritos fundamentales. Uno es la ciudad, capital de las contradicciones. Larreta gobierna, pero Bullrich se instala como favorita allí. A su vez, el ala dura de Pro sufre por el miedo a que Jorge Macri caiga derrotado si Lousteau consigue un apoyo adicional del peronismo gracias a las facilidades que ofrece el sistema de voto electrónico. El acuerdo in extremis para bajar la candidatura del liberal Roberto García Moritán se festejó como un gol en el comando macrista. Todo suma en esas primarias que se asemejan a un ballottage.
La otra batalla decisiva es –cuándo no– la provincia de Buenos Aires. Isonomía, encuestadora en que confía el larretismo, difundió un sondeo que le da casi 4 puntos de ventaja en la provincia al jefe porteño sobre su rival. A su vez pone a su socio Diego Santilli casi 12 puntos arriba de Néstor Grindetti. Los números de Bullrich, en cambio, la muestran encima a ella, aunque también tienen a Santilli con mejores registros que Grindetti. El misterio se transfiere a las encarnizadas peleas por los municipios donde gobierna Pro.
Entre tanto nerviosismo hay quien envidia a Alberto Fernández, entregado al ejercicio de ensayar sus memorias. “En mi gobierno me ha pasado de todo, solo falta que lleguen los marcianos”, dijo el martes. Dos días después recibió en su despacho al director de la NASA, Bill Nelson. Al salir, en una escena algo surrealista, a media luz, el astronauta anunció a la prensa que había creado una comisión de expertos para estudiar la posibilidad de que exista vida extraterrestre. Hombre precavido.

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La imagen del Gobierno, el talón de Aquiles para los candidatos del peronismo
En UP dicen que ya no tiene sentido intentar cambiar la mala percepción de la gestión; críticas a Fernández y descoordinación
Maia JastreblanskyAxel Kicillof, Alberto Fernández y Sergio Massa
El funcionario, que tiene peso específico en la campaña de Sergio Massa, revolea los ojos cuando le mencionan el hilo de mensajes que publicó esta semana el Presidente para cruzar a Horacio Rodríguez Larreta en Twitter. “¡Yo hice, yo hice!”, dice con un dedo levantado, como imitando al jefe del Estado. En el búnker de Unión por la Patria (UP) nadie quiere que Alberto Fernández se inmiscuya en la carrera electoral. Más allá de los asuntos personales –que los hay–, es una cuestión de estrategia: la mala imagen que tiene el Gobierno, dicen los principales asesores del peronismo, es “cosa juzgada” por la ciudadanía. Por eso, alegan, no es momento de reivindicar la gestión actual.
A nadie en el equipo de Massa se le escapa, como es de sentido común, que no será fácil despegarse del gobierno actual ni dejar de ser la opción de continuidad ante el electorado. Sobre todo, porque en la boleta los protagonistas son el ministro de Economía, el jefe de Gabinete (Agustín Rossi, candidato a vice) y el ministro del Interior (Eduardo “Wado” de Pedro, candidato a senador). “Es nuestro talón de Aquiles, es el gran problema y desafío que tiene nuestra campaña”, reconoce un importante funcionario y candidato.
Esta semana, a los “voceros políticos” de Massa –unos 50 dirigentes que son los únicos habilitados para hablar en los medios de comunicación– les repartieron un dossier con 20 definiciones para que puedan esparcirlas públicamente. “En las próximas elecciones nos jugamos avanzar hacia el futuro o volver en el túnel del tiempo a la Argentina de la insensibilidad y la violencia”, dice una de esas máximas. La bajada de línea indica que hay que focalizarse en el porvenir y ligar a la oposición a los 90 y a la crisis de 2001. Un “túnel del tiempo” a otra época en donde el pasado inmediato, el de los últimos tres años y medio, se elude.
“Cosa juzgada”
Según pudo reconstruir la nacion, el asesor catalán Antoni Gutiérrezrubí, que se vale de lo que él bautizó como “nueva demoscopía” para dilucidar los comportamientos de los votantes, transmitió al equipo de campaña que “la ciudadanía ya tiene una opinión formada del Gobierno y no tiene sentido tratar de cambiarla en campaña”. “Es una cosa juzgada y no sirve de nada ponernos a discutir sobre eso en esta instancia”, dijo un importante colaborador de los equipos de Unión por la Patria.
En la Casa Rosada se propusieron que Fernández asuma el rol de “puesta en valor de la gestión” en los últimos cuatro meses de su mandato. Pero eso no está calibrado con la estrategia que elaboraron a muy pocos metros de la sede de gobierno, en el búnker emplazado en Bartolomé Mitre al 300. “No es el momento de la reivindicación de Alberto, lo que está haciendo es a título personal”, aseguran en esas oficinas montadas exclusivamente para la etapa proselitista.
Así se explica, por ejemplo, que Fernández y Axel Kicillof hayan recorrido y supervisado obras en una misma ruta, la provincial 4, el mismo día pero a 11 kilómetros de distancia. El Presidente hizo tres visitas al conurbano esta semana, pero en ninguna de ellas se mostró con los candidatos de Unión por la Patria. Tampoco hubo muchos actos en conjunto entre Massa y el gobernador bonaerense, pese a que hay una idea de fortalecer a la dupla de candidatos.
Problemas de coordinación
Hay, por estos días, grandes inconvenientes de coordinación en la campaña oficialista, sobre todo en territorio bonaerense, alimentados porque los tramos inferiores de la boleta (los intendentes y Kicillof ) medirían más que la fórmula presidencial. El Gobierno, reconocen en el comando electoral, lleva una mochila del 70% de imagen negativa.
Esa carga, sin embargo, no puede encapsularse solo en la figura presidencial. La caravana que se había pensado para ayer en La Matanza se suspendió sin un motivo claro.
Se habló de razones de agenda, porque Massa culminaba ayer mismo una extensa gira por el norte. Pero el argumento resultó extraño a dos semanas de las PASO. Extra oficialmente trascendió que la re corrida matancera no estaba bien organizada. En ese municipio –el que suele marcar la diferencia para el peronismo– el intendente, Fernando Espinoza, tiene un fuerte desgaste y enfrenta en las PASO a la candidata del Movimiento Evita, Patricia Cubría. Había, entonces, riesgos de incidentes o escenas no deseadas.
Algunos deslizaron que, además, el ministro de Economía quería tiempo este fin de semana para organizar el pago al FMI, que vencerá mañana. Probablemente fue un cóctel de factores lo que derivó en la suspensión, pero todos demuestran que ser oficialismo hoy es más una carga que una ventaja para Unión por la Patria.
Los focus groups que ven en el oficialismo, no obstante, ofrecen una pequeña ventana: cuando se pregunta quiénes son los responsables de la crisis actual, aparecen, en primer lugar, Fernández y, en segundo término, Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Recién después figura el ministro de Economía.
“Cuando pasen las PASO, el desafío será explicar que lo que nos trajo hasta acá fueron decisiones tomadas por otras personas, no por Massa”, desliza a la nacion un colaborador del equipo de campaña.
Todavía no está decidido, pero nadie niega de plano que el ministro de Economía renuncie después de agosto. Quienes lo tratan de cerca reconocen que no le será fácil conjugar hasta el final su función en el ministerio con una cada vez más intensa actividad proselitista.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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