lunes, 31 de julio de 2023

LA PARTE Y EL TODO


Córdoba cambia de estilo
Sergio Suppo
Martín Llaryora, gobernador electo de Córdoba...Alfredo Sabat
Martín Llaryora acaba de presentar al país sus flamantes credenciales de nuevo jefe político de Córdoba con una inolvidable dedicatoria de su triunfo electoral sobre Juntos por el Cambio a “los pituquitos de Recoleta”.
Si el gobernador electo de los cordobeses quería llamar la atención desde el primer minuto, lo logró. Su frase corrió de boca en boca a la velocidad de lo llamativo y quedó equiparada a los insultos que durante esta misma campaña pronunció Gildo Insfrán y a los comentarios que en los últimos años viene repitiendo Cristina Kirchner.
El intendente que será gobernador lo dijo en medio de los festejos desatados por un doble triunfo en un mes: primero la gobernación, por ajustados tres puntos porcentuales sobre Luis Juez, y luego la intendencia de la capital cordobesa, en la que el candidato peronista Daniel Passerini corrió desde atrás hasta superar con claridad a Rodrigo de Loredo.
"Los disparos de Llaryora no ayudaron mucho a Schiaretti, que hace un culto hermético del bajo perfil y las formas moderadas"
“Hablé de Recoleta como símbolo de un porteño al que los propios porteños cuestionan. Cristina Kirchner también vive en Recoleta; yo cuestiono el centralismo porteño extremo de los últimos gobiernos”, dijo dos días después.
Se refería al gobierno kirchnerista como antes, se supone, a los rivales de Juntos por el Cambio. En la confusión hay una generalización que ignora que los distorsivos subsidios benefician en especial a los votantes peronistas del conurbano que el kirchnerismo quiere privilegiar; una decisión que también favorece por extensión a los porteños, que son tan anticristinistas como buena parte de los cordobeses.
Llaryora debió explicar que estaba hablando en favor de la candidatura presidencial de su antecesor y promotor, el gobernador Juan Schiaretti. En Córdoba, el peronismo cordobés peleará en las primarias los votos antikirchneristas con los dos candidatos porteños de Juntos por el Cambio.
Sin embargo, el énfasis y los giros de los últimos discursos de Llaryora parecen retratarlo como alguien que habla en favor de sí mismo y en nombre de una ambición presidencial que no oculta.
"Llaryora se piensa a sí mismo como una figura en construcción dentro de un peronismo golpeado por una eventual derrota"
Los disparos de Llaryora no ayudaron mucho a Schiaretti, que hace un culto hermético del bajo perfil y las formas moderadas. Al precio de complicarle la campaña a Llaryora, el gobernador actual venía insistiendo en un acercamiento con Horacio Rodríguez Larreta, uno de los dirigentes a los que aludió como “pituquitos”.
Llaryora ya cumplió su objetivo político del año y sigue la pelea por la presidencia como un precedente del nuevo escenario político en el que espera ser protagonista inmediatamente después. Quiere ser quien consiga lo que con más empeño que suerte intentó José Manuel de la Sota y lo que tardíamente salió a buscar ahora Schiaretti mientras se retira de la gobernación.
Llaryora quedará al frente de la provincia más antikirchnerista del país, segunda después de Buenos Aires en cantidad de electores, pero su objetivo no es una aproximación a Juntos por el Cambio, sino una reconexión con el peronismo del que el justicialismo cordobés se alejó para no regresar durante los calientes días del conflicto del campo, en 2008.
El peronismo cordobés funciona como un partido provincial, que preservó durante siete mandatos consecutivos (con el que empezará Llaryora en diciembre) el ejercicio del poder en la provincia sin lograr proyectar su influencia al resto del sistema político nacional. Fue una construcción que De la Sota y Schiaretti hicieron a medida que instalaban la idea de que Córdoba es distinta al resto, a la manera de un espejo que muestra el revés de los desatinos del kirchnerismo
Ese fenómeno que De la Sota bautizó “cordobesismo” es una larga construcción ya utilizada por el radical Eduardo Angeloz en sus años de presidenciable. Encaja con el proyecto mediterráneo que se arrastra desde el fondo de los tiempos de ser la contracara de Buenos Aires.
Llaryora se piensa a sí mismo como una figura en construcción dentro de un peronismo golpeado por una eventual derrota. Por eso empieza hablando de federalismo, como opuesto al centralismo que, considera, une y ata a los dirigentes de Juntos por el Cambio y del peronismo kirchnerista.
El futuro gobernador de Córdoba empezó a mirar a quienes son sus contemporáneos en otras provincias, en especial las que quedarán en manos del peronismo. Incluso podría terminar siendo el dirigente del PJ que controla el distrito más importante, si también cae en desgracia Axel Kicillof. Mientras, no deja de atender los elogios que le hace Sergio Massa en busca de una parte de los votos peronistas de Córdoba.
Las últimas elecciones locales en la provincia dejaron grandes mitades: Juntos por el Cambio y el peronismo local. Pero la pelea nacional es otra cosa. Los votos del peronismo cordobés se repartirán entre Bullrich, Rodríguez Larreta y, en menor medida, Sergio Massa. Por eso el ministro busca una foto con el gobernador electo. ¿La tendrá? “Massa es la cara del fracaso de este gobierno”, quiso atajar esta semana el mismo Schiaretti.
Llaryora se presentó a los gritos en el país y de esa manera ocultó el núcleo de su mensaje. Quiere ser el nuevo abanderado del federalismo, que es lo mismo que decir que quiere convertirse en un interlocutor de privilegio del próximo gobierno nacional.
Llaryora cree que la preeminencia de los dirigentes porteños y bonaerenses en la política nacional se explica en gran medida por la exposición que tienen en los medios de comunicación. El nuevo gobernador aparecerá más en la televisión nacional que Schiaretti y De la Sota juntos. Se empieza teniendo rating para luego tener votos.

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