lunes, 31 de julio de 2023

EL MEDIO ES EL MENSAJE


Vigil, intérprete de un país complejo
Murió mientras volaba a Miami Constancio Vigil, un editor exitoso que debió lidiar con sus propias luces y sombras
Pablo Sirvén
Murió volando hacia Miami. Las azafatas no pudieron despertarlo. Constancio Vigil tenía 86 años, pero mantenía un espíritu jovial y andariego. Se había instalado hace unos años en Punta del Este con su esposa y sus dos hijos más pequeños, nacidos por subrogación de vientre. Se entrenaba en su casa y jugaba al golf.
Aunque estaba retirado –solo conservaba su revista La Chacra, en versión digital–, seguía muy informado, leyendo todo y en contacto permanente con integrantes del círculo rojo, de uno y otro lado del Río de la Plata, que cruzaba cada vez menos, acaso solo para aprovechar, a veces, su abono en el Teatro Colón.
Quiso asistir al debut de Lionel Messi, en el Inter de Miami. Como no había podido, partió de Montevideo este viernes, pero no llegó vivo a destino.
Afable, polémico, conversador, Constancio llevaba el mismo nombre de su abuelo uruguayo, fundador de la Editorial Atlántida, que durante el siglo XX alcanzó el liderazgo absoluto con publicaciones semanales tan exitosas y variadas como Billiken (revista para chicos), Para Ti (de interés femenino), El Gráfico (deportiva), Gente (actualidad) y La Chacra (temas agropecuarios), solo para mencionar sus títulos más célebres, que trascendían las fronteras y que, inclusive, eran muy apreciados en otros países.
El grupo periodístico perdió potencia con el gerenciamiento de quienes tomaron la posta del fundador y marchaba en cuarto lugar tras las editoriales Julio Korn, Abril y Codex.
El Vigil que acaba de fallecer integró la tercera generación que se hizo cargo de Atlántida, y que fue responsable de la expansión, modernización y masividad de sus contenidos. La sangre nueva, encarnada en cuatro primos hermanos –Constancio y Aníbal Vigil, Alfredo Vercelli y Jorge Terra–funcionando muy coordinados en bloque llevaron a la empresa a su máximo esplendor. “Aníbal era el líder y el segundo era yo”, reconoció Constancio en una entrevista que le hice a principios de este año.
Atlántida fue entonces un reflejo colorido y ameno de los gustos, deseos y caprichos de esa robusta clase media urbana que hasta mediados de los años 70 del siglo pasado supo engrosar la Argentina. Las chicas de tapa, de Gente; los récords de venta en los mundiales de El Gráfico; los moldes y recetas de Para Ti; los troquelados para armar de Billiken, de una u otra manera, la familia en pleno era impactada por los productos de esa editorial, ya como fieles lectores o curioseando de ojito en los kioscos sus llamativas publicaciones. En perfecta simbiosis, Atlántida se nutría de los látidos más frívolos y exitistas de su amplio público y también lo moldeaba con sus miradas maniqueas de ver el país y el mundo; las enormes fotos a doble página; sus títulos juguetones en tipografías destacadas que imponían modas y novedosos giros en el lenguaje cotidiano que hasta anticipaban ciertas dinámicas que hoy tienen las redes sociales.
La influencia social de Atlántida creció más aún cuando, asociados con Goar Mestre, Constancio también tomó el timón de Canal 13 y sus nuevos bríos permitieron que la emisora de Constitución recuperara su delantera, perdida a manos de Teleonce, entonces comandado por otro zar de las comunicaciones, como Héctor Ricardo García.
Faltaba poco para que comenzara a pronunciarse un declive en varios campos. En su tercer turno en el poder, entre 1973 y 1976, el peronismo estatizó los canales de TV y Vigil puso distancia con Canal 13 y se replegó a Atlántida, por temor a que el despojo pudiera extenderse a su editorial. El golpe de estado aceleró un deterioro que dejó sus marcas en la historia de la compañía: la editorial se volvió hiperoficialista, se entusiasmó con algunas campañas de la dictadura y fue funcional al triunfalismo militar por el Mundial 78. En la entrevista citada, Vigil reconoció que se jugaron demasiado por los uniformados: “Nos dimos cuenta tarde”, dijo.
Con la democracia recuperada, Atlántida vivió otro período de euforia acrítica con el menemismo. Las transformaciones en las costumbres y en la sociedad de consumo, los viajes y la convertibilidad eran materias gozosas que Atlántida plasmaba con alegría en sus publicaciones. Constancio se volvió un estrecho amigo del presidente Carlos Menem. Eso no lo salvó de ser procesado cuando estalló el escándalo por la importación de autos de alta gama que eximía de impuestos a los discapacitados. Por entonces volvió a la TV por la puerta grande: Telefé, también puso un pie en Radio Continental y se asoció con Telefónica y Citicorp. La defensa editorial a ultranza de la gestión de Menem generó un cisma que provocó la salida de uno de los accionistas principales de la empresa.
Con sus más y con sus menos, Vigil deja una huella indeleble en la historia del periodismo revistero y televisivo argentino.

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