lunes, 31 de julio de 2023

Marcos Buscaglia*....OPINIÓN


El ministro tiene mucho que agradecerle al FMI
Marcos Buscaglia*

El entendimiento al que llegaron el Gobierno y el organismo favorece a Sergio Massa de cara a las elecciones, dice Buscaglia .
El viernes último se firmó el tan esperado Staff Level Agreement (SLA), es decir el acuerdo entre el staff técnico del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Gobierno argentino. Mediante ese acuerdo, el FMI se compromete a darle a la Argentina US$7500 millones, correspondientes a los desembolsos de junio y de septiembre, a cambio de un conjunto de medidas y de promesas de implementación de políticas por parte de los funcionarios locales.
La próxima revisión del cumplimiento de las metas será en noviembre. Se salteará, así, la revisión de septiembre. Dado que la segunda vuelta electoral está prevista para el 19 de noviembre, la revisión solo podrá hacerse a partir del 20. Esa semana se celebra el día de Acción de Gracias (Thanksgiving) en los Estados Unidos. Las familias se reúnen y dan gracias por todo lo vivido. Sergio Massa debería invitar a la compañera Kristalina Georgieva a la celebración, para agradecerle sus servicios a su candidatura.
Para ver cuán agradecido estará Massa, falta develar algo de la letra chica del acuerdo. Todavía no sabemos si se requiere una devaluación del peso o no. Para que el FMI haga el desembolso se necesita la aprobación por parte del directorio del organismo internacional. El directorio del Fondo entra en receso en la primer semana de agosto. Entonces, tratará el caso argentino a su regreso al trabajo, que coincide con la semana POSPASO.
La letra del SLA sugeriría que no incluye el requerimiento de una devaluación previa, dado que dice que la tasa de depreciación diaria (el crawl, en inglés) continuará siendo utilizada para preservar la competitividad y apoyar el objetivo de acumular reservas. Sin embargo, está claro que si están pidiendo una devaluación como condición de aprobación del préstamo nunca lo dirían, y algunos eventos de semanas recientes sugieren que todavía es probable que eso ocurra.
Evidentemente, las discusiones entre el Gobierno y el FMI se complicaron. Malena Galmarini, esposa del ministro de Economía, comentó en una entrevista que su marido se ponía “picante” en las reuniones virtuales con los miembros del organismo. Lo que no reconoció es que el FMI también se puso, como diría Cristina Kirchner, “fullero”. Debe haber convencido al ministro de que el acuerdo estaba lo suficientemente cerca de cerrarse, como para que enviara al grueso del equipo económico a Washington DC el 17 de julio. Pero el equipo se tuvo que volver a Buenos Aires con las manos vacías pocos días después.
Los rumores que circularon entonces, inverificables –dado que hay hermetismo entre los funcionarios del FMI–, es que el organismo habría pedido una devaluación como precondición para aprobar el desembolso que, originalmente, iba a hacer en junio. Estos rumores tenían, y todavía tienen, algo de sentido. Si no hubiese una condición de esa naturaleza, que el Gobierno no estaría dispuesto a implementar antes de las elecciones primarias del 13 de agosto, no se entiende por qué el acuerdo no se cerró más rápido. El Gobierno, como gesto unilateral para avanzar en las negociaciones, ofreció una “devaluación fiscal”, subiendo los impuestos a las importaciones de bienes y servicios, y un nuevo dólar especial para algunas exportaciones para intentar sumar reservas. Evidentemente, eso no fue suficiente para cerrar el acuerdo de forma inmediata. Es decir, todavía es probable que votemos el 13 de agosto y que devaluemos en la semana del 14. Una semana, digamos, movida.
Más allá de este posible requisito oculto adicional, Massa tiene mucho que agradecerle al Fondo. La revisión escandalosa de las metas de diciembre de 2022 y de marzo de 2023 le están permitiendo seguir competitivo en las elecciones.
Mi argumento es que, gracias al incumplimiento grosero de las metas, la economía está mucho más fuerte de lo esperado al momento de las PASO. Esta lógica podrá parecer rara cuando los últimos números del Indec muestran que la economía se contrajo 4,4% interanual en abril y 5,5% en mayo. Sin embargo, la caída está casi exclusivamente explicada por el sector agrícola, debido a la sequía. El resto de los sectores, excepto pesca, intermediación financiera y transporte (afectado por la menor carga de granos) se expandieron en los primeros cinco meses del año. La industria se expandió 2%; la construcción, 2,5%; el comercio, 2,2%; la actividad en hoteles y restaurantes, 7%, y el sector inmobiliario, 2,3%. La estrella fue la explotación de minas y canteras, que gracias a Vaca Muerta se expandió 9,3%. La producción de autos subió 21,4% interanual en el primer semestre; la de acero, 6,6% y la de cemento, 0,5%.
Del lado de la demanda los resuldel tados son bastante sorprendentes también. Las ventas en los supermercados y en los shoppings se expandieron 2,8% y 16,6% interanual, respectivamente, en los primeros cinco meses del año. Los restaurantes, teatros y recitales explotan. Y los comercios de cercanía si están sufriendo fuertes caídas en las ventas.
Un conjunto de factores está detrás de este comportamiento mejor al esperado. Pero, para entenderlos primero tenemos que recordar cuáles eran los objetivos del programa firmado con el FMI en marzo de 2022. El acuerdo partió de la premisa de que el Gobierno no estaba dispuesto a hacer un gran ajuste, pero se le pedía que por lo menos atacara parcialmente los dos principales problemas macroeconómicos que aquejan a la economía: la elevada inflación y la falta de reservas. Para lo primero, se pedía una baja del déficit fiscal y del financiamiento monetario de dicho déficit. El plan para subir reservas no quedó tan claro, porque lo óptimo hubiese sido devaluar al inicio del programa y lo más lejos de las próximas elecciones, pero al menos se aceleró algo la tasa de mini devaluaciones diarias.
En el medio se coló una fuerte sequía, que afecto tanto a las exportaciones, y por lo tanto a las reservas como a los ingresos fiscales. La respuesta a la sequía, para cumplir con los objetivos del programa, hubiera sido implementar una mayor depreciación de la moneda, para hacer caer más las importaciones. Pero ocurrió lo contrario, y este mecanismo fue reemplazado por controles cuantitativos (SIRA) y tipos de cambio especiales para algunos productos agrícolas. El resultado es que las metas con el FMI se incumplieron groseramente, y esto implicó que la economía estuvo más dinámica de lo esperado, a cambio de mayores desequilibrios a heredar por el próximo gobierno.
El programa con el FMI, en su meta ya revisada de marzo de 2023 y con los datos de la sequía en la mano, llamaba a una acumulación de reservas netas de US$1800 millones en el primer semestre. En cambio, cayeron en casi US$8500 millones hasta fines de junio. La contrapartida fue que las importaciones, la industria que usa insumos importados y el consumo estuvieron mucho más dinámicos de lo que deberían haber estado, dada la sequía.
Las importaciones no energéticas solo cayeron 3,7% interanual en el primer semestre, lo que se compara con una caída de 24,5% de las exportaciones. En junio el déficit comercial fue el más alto de toda nuestra historia. Se financió, además de con caída de reservas, con más deuda comercial. Otro muerto que deberá levantar el próximo gobierno.
Hay una particularidad adicional tipo de políticas del Gobierno: al cerrar selectivamente la economía, privilegió al productor local frente a los productos terminados importados (que cayeron 8% interanual). Es decir, les dejó cazar en el zoológico a las empresas instaladas en el país, que tuvieron fuertes ganancias que no dejaron de compartir con sus empleados. El salario privado registrado cayó 1,6% ajustado por inflación entre enero y mayo, y 1,8% desde la ultima elección. Para comparar, entre la elección de 2017 y la de 2019, al calor de un ajuste brutal impuesto por el FMI, el salario privado cayó 16% en términos reales.
Las metas fiscales y monetarias también se incumplieron groseramente. El resultado fue un déficit fiscal mucho mayor que el estimado, y una emisión monetaria que ya llega a casi 1,8% del PBI, contra una meta de 0,6% de todo el año. Los efectos sobre la actividad económica son varios. Primero, los salarios de los empleados públicos crecieron 2,2% sobre la inflación desde la elección de 2021. Entre la elección de 2017 y la de 2019, el salario de los empleados públicos cayó 18% en términos reales. Segundo, la mayor impresión de dinero hace que la plata nos “queme” a los argentinos, impulsando la actividad y la inflación. Esto lo describió en detalle Guillermo Oliveto en la nacion, el 24 de julio. Oliveto argumentó que es erróneo pensar que se trata de un fenómeno solo de “los ricos”.
El SLA recientemente firmado impone nuevas metas al Gobierno, que seguramente las incumplirá, para mantener la economía caliente. Todo lo que no se implemente antes de la aprobación de la revisión por el directorio del FMI a mediados de agosto ya es letra muerta. Solo nos queda saber si Massa agradecerá efusivamente, o si su festejo se verá algo empañado por tener que implementar una mini devaluación POSPASO. Mientras tanto, el resto de los argentinos seguimos acumulado deudas, visibles e invisibles, incluyendo la derivada de ña increíble historia de la estatización de YPF, que puede costarnos hasta US$16.000 millones adicionales. Problemas para el próximo gobierno, al cual, seguramente, el FMI le impondrá un duro ajuste
“Todavía no sabemos si el acuerdo firmado con el organismo requiere una devaluación del peso previa al desembolso de los fondos”

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