lunes, 1 de octubre de 2018

TEMA DE ANÁLISIS Y REFLEXIÓN


En América Latina, ritos y creencias se adaptan y mezclan
No solo los jóvenes. Un estudio hecho en la región confirma que el número de creyentes se mantiene, pero vive la religión de forma ecléctica y personal, en el intento de dar sentido a la vida cotidiana
En una época donde las ideologías son laxas y la Iglesia Católica pierde peso, el número de creyentes se mantiene. Sin embargo, surge una evidencia que no es privativa de las nuevas generaciones: cada vez más, las personas viven su religiosidad de manera ecléctica y personal, y la expresan en prácticas de lo más diversas que se originan en una tradición religiosa, pero son adaptadas, modificadas, recreadas o mezcladas con elementos de otras.
Estas son algunas de las conclusiones del trabajo cualitativo "Transformaciones de la religiosidad", realizado en América Latina por el Boston College de Estados Unidos, la Universidad Católica de Córdoba (UCC), la de Montevideo, la Pontificia de Lima, la de Bilbao y la Roma III, financiado por la fundación Templeton.
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Gustavo Morello, jesuita
y uno de los coordinadores de la investigación, basada en entrevistas a personas de diferentes ciudades, clases sociales y orientaciones religiosas, explica que el número de creyentes se mantiene: "La demografía no está del lado de los que no creen, ya que China ha tenido una política de control poblacional; en Europa occidental se tienen cada vez menos hijos, y en el resto del mundo los intelectuales de clase media tampoco tienen familias numerosas".
En Latinoamérica, por mediciones de Latinobarómetro y World Value Survey, se estima que desde los años 80 hasta hoy el catolicismo decreció un 15%. Una parte, entiende Morello, pasó a las iglesias pentecostales (que crecieron fuerte en los 80 pero después se estabilizaron) y otra pasó a engrosar las filas de quienes se identifican como "creyentes no afiliados", aquellos que "dicen creer pero no están en una institución".
Una de las conclusiones del estudio es que hay una carencia, dentro de las iglesias, de un espacio para comunicar libremente cómo se vive lo religioso. "No hay muchos lugares en los que podamos hablar de nuestra religiosidad y eso es una barrera para el diálogo -afirma Morello-. Muchas veces, si hay dudas, es difícil hacerlo con un ?agente religioso', sacerdote, pastor o monje. ?¿Cómo le voy a comentar lo que sé que no está bien?'. Por eso, se usa la institución pero desplazando la autoridad, que pasa a la persona".
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La gente decide
Así, cada uno decide en función de sus propias circunstancias y experiencias qué prácticas son las que dan sentido a su vida cotidiana.
Los investigadores subrayan que esa conducta no implica que las personas no se relacionen con tradiciones y organizaciones religiosas. Por eso prefieren hablar de "autonomía" y no de "independencia". Las instituciones y comunidades generan, aprueban y rechazan símbolos, prácticas y creencias, pero una vez establecidas, es la gente la que decide qué hacer con ellas.
Morello distingue entre vivir la religiosidad de manera personal que hacerlo de forma individual. "La primera forma permite conectar con otros, no hay aislamiento. La comunidad tiene un rol importante". En Latinoamérica, la dinámica del grupo es más fuerte que, por ejemplo, en Europa o Estados Unidos.
El informe insiste en que no hay arbitrariedad en la conducta de los creyentes. No hacen lo que se les ocurre, sino que articulan explicaciones para expresar de diferentes modos el sentido de sus acciones y convicciones religiosas, en medio de un mundo cada vez más complejo.
En la investigación se define la religiosidad como un estar en camino: los creyentes no alcanzaron necesariamente una certeza dogmática. "Ser creyente implica un work in progress", ilustra Morello, que admite que un factor que sorprendió es que la "búsqueda" no apunta a la salvación o la vida eterna. Para la mayoría, la vida después de la muerte no es un tema o un asunto clave ni en sus convicciones ni en sus prácticas cotidianas. En general creen en la vida eterna, pero no representa una preocupación central.
"Si el principal producto que las religiones ofrecen es la salvación, nuestros entrevistados no parecen interesados en él -agrega el jesuita-. Esto indicaría que la vida eterna no resulta un problema porque la divinidad está presente en todos los aspectos de la vida. Este mundo está habitado por lo divino y puede ser un signo de la divinidad".
Lo que sí aparece con frecuencia es el "sentir" el contacto con la divinidad, con una persona muerta o con alguien significativo. Esa experiencia del más allá atraviesa clases sociales, ciudades, confesiones, sexos y edades. "Lo interpretan como una guía, como un consuelo o acompañamiento", menciona Morello.
A diferencia de décadas atrás, apunta Morello, hoy hay mucho más contacto con el "otro" religioso, y aunque se percibe interés en conocer sobre otras creencias, visitar otros lugares sagrados e incluso participar en otras celebraciones, la mayoría maneja la diversidad sin hablar sobre el tema. Hay más contacto, no más diálogo.
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Cambio y tecnología
La pluralidad se da en la propia trayectoria de la persona. Muchos pasaron por diversas etapas: de la no afiliación a la práctica activa, de la confesión a la desafiliación, del catolicismo al pentecostalismo, del mormonismo al catolicismo, del budismo a las nuevas espiritualidades, de prácticas new age al judaísmo y al ateísmo.
En la información, el conocimiento y la práctica de la religiosidad hoy surge con fuerza el mundo digital.
La Web, las redes sociales y los teléfonos móviles son cada vez más usados para orar, meditar, recibir asesoramiento espiritual o participar de celebraciones. Otra muestra de que la religión no está limitada a un ámbito o a un espacio determinado. "En realidad, la tecnología es una constante en la historia de la humanidad; no existiría Martín Lutero sin la invención previa de la imprenta. Hoy se puede bajar la Biblia en el móvil, meditar o descubrir el hinduismo. La tecnología no transformó la práctica; la dio nuevos formatos".
Otras "curiosidades" aparecen a lo largo del trabajo. Mientras que en Lima el concepto de pecado aflora en la mayoría de las entrevistas, en Córdoba no se menciona; en la Argentina y Uruguay hay referencias al psicoanálisis considerándolo una práctica de religiosidad, y en un continente con presencia ínfima de hindúes y budistas, la creencia en la reencarnación es mencionada con insistencia.
Morello y sus compañeros de investigación advierten que los resultados plantean preguntas tanto a la sociología como a las instituciones religiosas. Por ejemplo, ¿que las personas gestionen el pluralismo religioso sin hablar del tema es apertura al otro, tolerancia o indiferencia? ¿Que el sujeto sea su propia autoridad religiosa en tensión con la institución tiene algún impacto en la vida política o en la relación con la autoridad?
Finalmente, la idea del buen creyente como aquel que hace el bien a los demás es algo enseñado, en América Latina, por la tradición judeocristiana. ¿Qué sucederá con esa regla si las enseñanzas institucionales pierden peso y el "yo" es la única autoridad?

G. O.

Jóvenes y religión. Creer más allá de las instituciones
En vastas regiones del mundo, los jóvenes tienden a ser menos religiosos que sus mayores. El fenómeno es detectable en tantos países que bien podría hablarse de una tendencia global. Según un reciente estudio del Pew Center Research, los niveles de afiliación a una religión determinada, de práctica diaria de la oración y de asistencia semanal a misa o a un culto religioso decrecen entre los 18 y los 39 años en buena parte del mundo, si se los compara con las cifras registradas en la generación precedente.
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"Aunque la brecha de edad en el compromiso religioso es más grande en algunos países que en otros, el fenómeno ocurre en contextos económicos y sociales diferentes: tanto en países en desarrollo como en economías industriales avanzadas, en países de mayoría musulmana y en Estados predominantemente cristianos, y tanto en sociedades que son, en general, sumamente religiosas, como en aquellas que son más bien seculares", señalan las conclusiones del informe, difundido el mes pasado.
Según el mencionado trabajo, en 14 de 19 países encuestados en América Latina y el Caribe, así como en Estados Unidos y Canadá, la población menor de 40 años es mucho menos propensa que sus mayores a decir que la religión es importante en su vida. Por otra parte, la brecha de edad es más común en algunos grupos religiosos que en otros, dándose más entre los cristianos que entre los musulmanes o los budistas.
"Nuestro informe ofrece una instantánea global de las diferencias de edad en el compromiso religioso. Si la contrastamos con los 80 años de datos sobre la asistencia a servicios religiosos recopilados por Gallup en Estados Unidos, vemos que en los años 40 y 50 no hay brechas de edad significativas. Sin embargo, a mediados de los 70, las diferencias de edad se parecen mucho a las que registran hoy; es decir, se han mantenido estables. Otros investigadores han encontrado brechas de edad similares en otros países occidentales, si bien han hallado que cada nueva generación tiende a ser un poco menos religiosa que la anterior", explica a la nacion Stephanie Kramer, investigadora asociada del Pew Center Research.
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Este menor interés de los jóvenes por la religión podría sugerir que nos encaminamos hacia un mundo menos religioso. Sin embargo, los estudiosos del tema consultados para esta nota sacan conclusiones menos lineales. Por ejemplo, el menor interés hacia prácticas propias de las religiones tradicionales (el acto de rezar o la asistencia semanal a misa), así como alguna renuencia a asumir de modo expreso un credo, pueden reflejar también que, entre los jóvenes, la espiritualidad se vive principalmente por fuera de las instituciones.
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En un marco en el que proliferan devociones no reconocidas por la Iglesia, como el Gauchito Gil, los jóvenes modelan sus propias creencias
"Los jóvenes tienden a distanciarse de las religiones institucionalizadas como el catolicismo y los grandes grupos cristianos evangélicos, pero, en contrapartida, tienden a asumir creencias sobre el mundo, el ambiente y la subjetividad que incluyen seres sobrenaturales, energías o principios no determinables por la razón y la ciencia. En esas búsquedas se reelabora la religión bajo la forma de lo que suele llamarse confusamente ?espiritualidad'", sostiene el sociólogo y antropólogo Pablo Semán. De acuerdo con el especialista, son los sujetos los que determinan con qué pautas estéticas, de comportamiento y principios morales combinan su religiosidad, y cómo compatibilizan orientaciones espirituales que para otros serían contradictorias.
"¿Se pueden conjugar Osho y el cristianismo? Para los jóvenes más autónomos esto es más posible que para los líderes religiosos tradicionales, para dar un ejemplo. Las iglesias tradicionales aciertan en querer acercarse a los jóvenes con herramientas, con retórica y con estéticas que forman parte del entorno corriente de los jóvenes, pero eso no alcanza: las religiones tradicionales intentan adaptarse a un mundo que cambia más rápidamente que su propia capacidad de adaptación", agrega Semán.
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Un asunto privado
El trabajo del Pew Center Research, que es resultado del análisis de diferentes encuestas que la institución ha venido realizando a lo largo de la última década, llega a pocos meses de la celebración de la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en Roma del 3 al 28 de octubre próximo y que estará dedicado, justamente, a repensar el vínculo de la Iglesia Católica con los jóvenes. "Para muchos jóvenes, la fe se ha convertido en un asunto privado en vez de comunitario, y las experiencias negativas que algunos jóvenes han tenido con la Iglesia han contribuido a eso. Existen muchos jóvenes que se relacionan con Dios sólo a un nivel personal, aquellos que son ?espirituales pero no religiosos'", apunta el documento preparatorio, confeccionado en marzo último por unos trescientos jóvenes procedentes de diferentes partes del mundo.
Santiago Tognietti, coordinador nacional de Pastoral Juvenil de la Conferencia Episcopal Argentina, fue uno de ellos. "Desde mi experiencia, el joven es un ser puramente espiritual, porque está atravesado por preguntas que lo interpelan en lo más íntimo, relacionadas con sus sueños, sus deseos, sus metas o su vocación. Y son preguntas que quiere o tiene que responder en tiempos muy turbulentos. El joven trae novedad, y la Iglesia como institución tal vez tenga alguna dificultad para escucharlo. Llega a Dios por una experiencia, no por un rito. El desafío es encontrar las formas y lenguajes para compartir la vida. Con este sínodo quiere replantear su acompañamiento", reflexiona este joven de 27 años que, antes de comenzar a trabajar en la Pastoral de jóvenes, ha formado parte de instituciones como el Movimiento de los Focolares y la Acción Católica Argentina.
En el país existen grandes diferencias en términos de compromiso religioso de acuerdo a la edad, según el trabajo del Pew Center Research. "En Argentina, las personas más jóvenes son significativamente menos religiosas que sus mayores. Alrededor de la mitad de los argentinos mayores de 40 años dice que la religión es muy importante en sus vidas, en comparación con el 35% de los adultos más jóvenes; una brecha de 15 puntos. Y casi la mitad (48%) de los argentinos mayores de 40 informan que rezan todos los días, mientras que lo hace solo el 31% de los menores de 40", puntualiza Kramer, del Pew.
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Otras opiniones
Los especialistas también registran una correlación entre los niveles de compromiso religioso y la opinión respecto de ciertas normas sexuales y de género. "En una encuesta de opinión pública realizada por nuestra institución entre 2013 y 2014, las personas más jóvenes se manifestaron más a favor del matrimonio gay que sus mayores. La misma relación se dio al consultarles si la Iglesia Católica debía permitir el sacerdocio en las mujeres", dice la directora asociada de investigación religiosa del Pew, Neha Sahgal.
Esta brecha de edad entre los jóvenes argentinos fue registrada previamente por otro estudio local, la primera encuesta académica sobre creencias y actitudes religiosas realizada hace diez años por el Área Sociedad, Cultura y Religión del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL) del Conicet, cuya actualización está prevista para este año. De acuerdo con este trabajo, el 85,1% de los jóvenes de entre 18 y 29 años afirma creer en Dios, en tanto que un 71,8% se declara católico, el 17,2% indiferente, el 7,6% evangélico y el 3,3% pertenece a otras religiones.
"Si tuviéramos que diseñar un ranking de las creencias juveniles, los primeros puestos son para Jesucristo (88,3%), el Espíritu Santo (80,8%), la Virgen María (76%), los ángeles (75,1%) y los santos (70%), mientras que la Energía (61,2%), el diablo (43,6%) o la Pacha Mama (19,4%) también lo integran", señala Mariela Mosqueira, investigadora del Conicet y miembro del CEIL.
Respecto de las prácticas religiosas juveniles, las más elegidas son aquellas realizadas en el ámbito de lo privado: rezar en la casa (69,4%), consumir libros o programas de TV o radio con contenido religioso (52%) y leer la Biblia (36,2%).
Mosqueira considera que, para comprender los modos juveniles del creer en la Argentina, primero hay que deconstruir ciertos imaginarios. "Por un lado, se plantea que los jóvenes no creen en nada y, por otro, que aquellos jóvenes que profesan alguna fe lo hacen de una única manera, generalmente asociada a modos conservadores, institucionalistas y/o rígidos de religiosidad que incluso los alejaría de la propia experiencia juvenil".
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"A la luz de estos datos -continúa-, se configura en nuestro país una dinámica de religiosidad juvenil que, a contrapelo de todo imaginario, combina altísimos niveles de creencia con modos diferenciales de vinculación con las instituciones religiosas y con lo sagrado", asegura la especialista, quien grafica sus dichos con las siguientes cifras: 6 de cada 10 jóvenes afirmaron vincularse con lo trascendental por su propia cuenta, mientras que sólo un 16,8% se relaciona a través de una institución religiosa.
Esta manera de vincularse con el mundo espiritual, tan diversa como flexible, tiene matices según la institución religiosa que se analice. Entre los jóvenes evangélicos, la relación institucional con Dios asciende al 33,5%, el 48,3% afirma asistir semanalmente al culto (frente el 16,6% entre los católicos) y el 41,8 dice consultar frecuentemente a pastores (versus el 21,9% de los católicos).
"El mundo evangélico se abrió cultural y estéticamente. A nivel local reconfiguró las formas de vivir el evangelio habilitando modos de experimentar la fe en clave juvenil: comenzaron a gestarse circuitos de sociabilidad, consumo y entretenimiento destinados a los propios jóvenes cristianos que lograron fusionar cultura juvenil y cultura evangélica", agrega Mosqueira.
En este marco, entre 1980 y 2000 emergieron en el país el rock cristiano, los campamentos, pastores y líderes juveniles evangélicos como Dante Gebel, programas de radio y TV, películas, páginas web y una industria editorial colmada de títulos para jóvenes cristianos.
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Rescate, grupo de rock evangélico, con uno de sus hits, Quitamancha
Hagan lío
La Iglesia Católica, en tanto, también promueve iniciativas orientadas a la feligresía juvenil, como Pascua Joven o el reciente Encuentro de Juventud que tuvo lugar en mayo último en Rosario y al que, según los organizadores, asistieron 20.000 jóvenes. De todos, sin duda, se destaca la peregrinación a Luján. "Por lo general, a los encuentros de juventud va el núcleo duro mientras que la peregrinación a Luján es un evento más abierto, de perfil mayoritariamente juvenil, al que asisten tanto jóvenes de diferentes parroquias como otros que viven, en esa peregrinación, tal vez el único momento del año en el que entran en contacto con la fe", agrega Mosqueira, que ve en la encíclicaLaudato si y en el llamado del Papa a que los jóvenes "hagan lío" otros intentos por generar empatía con el segmento juvenil.
La encuesta local coincide con la del Pew Center Research en el sentido de que, a medida que se avanza en edad, aumenta el compromiso religioso, así como el apego a los modos más institucionalizados de vivir la fe.
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Así, por ejemplo, mientras que el 71,8% de los jóvenes argentinos se considera católico, la cifra asciende al 76,6% entre los adultos de entre 30 y 64 años y al 85,3% entre los adultos mayores. Y en lo que se refiere al vínculo con Dios a través de una institución religiosa, las cifras registradas ente adultos mayores, adultos y jóvenes es de 26,5%, 22,5% y 16,8% respectivamente. En contrapartida, el 17,2% de los jóvenes se declara creyente sin religión, mientras que el porcentaje desciende al 9,2 entre los adultos y al 7,1 entre los mayores.
En cualquier caso, no habría que olvidar que, tal como estas cifras demuestran, vivimos en un contexto marcado por la individuación de la fe, en el que cada uno da forma a su propia creencia. El modelo juvenil se nos presenta así dinámico y en permanente reconfiguración. Y, como una búsqueda propia de esa generación, escapa a todo encasillamiento.

L. O.

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