Campaña de simuladores
María Elena Polack
Qué pena que se terminó el tiempo de aprovechar la gestión gubernamental para perpetrar actos de campaña. Qué efímera fue la ilusión de estrenar el Gasoducto Néstor Kirchner, que fue a meros efectos fotográficos, pero promete funcionar el próximo invierno y generar millones de dólares de cara chica o grande; dólares al fin. Lo mejor ha sido la contundencia de Cristina Kirchner, la vicepresidenta siempre a cargo del Gobierno y comandante en jefe de la campaña, para persuadir a los votantes del kirchnerismo que esta vez eligió bien al candidato a suceder al que escogió mal en 2019: Sergio Massa –el que aparece ganador en la interna de Unión por la Patria, a pesar del esfuerzo de Juan Grabois por querer ser el heredero del movimiento Nac & Pop y recibir respaldo de La Cámpora–.
“Deberíamos tener un simulador de presidentes y sentarlos [a los candidatos] con los números de la Argentina, no con los de Noruega o Suecia”, planteó la lideresa kirchnerista al presentar un aparato para hacer prácticas de vuelo en Ezeiza, junto a otro artefacto a prueba en el FMI como es el ministro de Economía, que aparenta tener las soluciones a todos los problemas, pero aún no se han visto.
¿Quién puede discrepar con la idea de hacer simulaciones para confirmar la idoneidad de gobernar el país? ¿Acaso no se pasan difíciles exámenes para ser piloto de avión, neurocirujano o podólogo? Pero la política sigue siendo una disciplina amateur. A veces la gestión sale mejor y otras, la mayoría, peor. ¿Cuántos disgustos nos hubiéramos evitado si pasábamos a los candidatos presidenciales por simuladores de gestión? Sí, ya sé. Mejor no nos amarguemos el domingo.
Difícil develar qué sintió Massa al escuchar a la vicepresidenta hablar de “simulador”. Suele ser inexpugnable y contradictorio, solo es cuestión de esperar un poco. Quizás en su fuero íntimo, Sergio Tomás volvió a su adolescencia en San Martín cuando estaba de moda la versión de Queen de “El gran simulador”, el hit imbatible de Los Plateros, que aquí fue cantado por Estela Raval y los Cinco Latinos. Quizás tuvo nostalgias de aquellos días en que, en más de un asalto [entiéndase reunión de chicos y chicas en una casa con comida, bebida sin alcohol y música] se cantaba a voz en cuello y en una dudable fonética británica aquello de ¡Oh, sí soy el gran impostor/ a la deriva en mi propio mundo…/ Solo riendo y alegre como un payaso/ parezco ser lo que no soy…
(De Cristina Kirchner)
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Autopercepción a conveniencia
Con aires de novela, se conoció la historia de Fernando Alves Ferreira, quien, casado con Marcelo Ramírez, había contratado a Eduarda Santos de Almeida para que actuara como madre subrogante. A poco de que esta diera a luz a mellizos, Marcelo falleció de muerte natural. A partir de entonces, según relata Fernando, Eduarda comenzó a mostrarse exigente con relación a los niños.
Sin otra explicación que esa, en un sendero que conduce al mirador de Lago Escondido, Fernando asesinó a Eduarda, disparándole nueve tiros de una Magnum 357, vaciando un cargador de seis balas y una recarga de tres más. Aunque previamente había denunciado la desaparición de Eduarda, una vez detenido, confesó el crimen.
Acusado de homicidio triplemente agravado por femicidio, uso de arma de fuego y alevosía, Fernando declaró que se autopercibe mujer y que, en realidad, responde al nombre de Amanda. Su defensa argumentó que, al no ser un hombre, no se estaría ante la figura de un femicidio, con lo que se suprimiría un agravante. La Fiscalía entendió que se trataba de una burda estrategia, una defensa utilitaria dado que solo después de haber transcurrido diez meses del hecho, Fernando pasó a autopercibirse como Amanda.
Luego de tres horas de deliberación, un jurado popular de 12 miembros lo condenó por uso de arma de fuego y alevosía y desestimó la imputación de femicidio. La extensión de la pena deberá ser definida por el juez de la causa, pero a la doble calificación le correspondería la pena de prisión perpetua.
Si bien no altera el resultado del caso, el tardío argumento defensivo no convence. Más allá de la decisión del jurado en este ejemplo concreto, que se contemple la autopercepción de género como argumento defensivo en términos tan acomodaticios debería preocupar. Estos nuevos parámetros a la hora de invocar justicia podrían presentarse con mayor frecuencia y constituyen un llamado de alerta. A tal punto que semanas atrás había corrido el rumor de que la defensa del principal acusado en el crimen de Cecilia Strzyzowski, ocurrido en el Chaco, podría recurrir a parecidos argumentos, aunque esto fue rápidamente desmentido por Ricardo Osuna, abogado del imputado.
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