viernes, 4 de mayo de 2018

LA PÁGINA DE JUAN CARLOS DE PABLO


JUAN CARLOS DE PABLO

Enrique Blaksley está preso. Los medios de comunicación lo calificaron como el "Madoff argentino". Pero, con el mismo criterio, a este último los periodistas de los Estados Unidos deberían haberlo calificado como el "Ponzi norteamericano". Y mucho antes de que Ponzi hiciera de las suyas, John Law sobreestimó las oportunidades que existían en la Luisiana. ¿Qué tienen en común estas personas? ¿Por qué siguen apareciendo Laws, Ponzis, Madoffs y Blaksleys?
Para evitar intermediarios, al respecto entrevisté al italiano Carlo Pietro Giovanni Guglielmo Tebaldo Ponzi (1882-1949). Nació en Lugo y en 1903 migró a los Estados Unidos, donde llegó "con US$2,50 en el bolsillo y US$1 millón en esperanzas". Trabajó en la costa este del país como lavacopas y mozo, siendo echado del restaurante por robarle a los comensales. En 1907 se trasladó a Montreal, trabajando en el Banco Zarossi, entidad que llegó a gerenciar. La institución entró en dificultades, por lo cual Luigi Zarossi huyó a México con buena parte de los fondos depositados. Ponzi falsificó una firma, por lo que estuvo preso tres años. En 1911 decidió volver a los Estados Unidos, pero involucrado con la inmigración italiana ilegal; durante dos años estuvo preso en Atlanta.
-Quiere decir que cuando puso en práctica el denominado "esquema Ponzi", usted ya se había mandado varias.
-(Silencio).
-Descríbame la operatoria que lo hizo famoso.
-A la salida de la cárcel, trabajé en el almacén de mi suegro. Un día recibimos una carta enviada por una empresa española, preguntando por un catálogo que estábamos confeccionando. La misiva incluía un cupón de respuesta internacional, para abonar el envío de retorno. Los cupones eran comprados en los países de origen, y cambiados uno a uno por estampillas del otro país. Si los valores eran diferentes, se podía arbitrar. Pues bien, luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los valores eran muy diferentes (mucho más baratos en Italia que en los Estados Unidos). Pedí prestado dinero, que envié a mis parientes de Italia, para que compraran cupones, prometiendo una tasa de interés de 50% a 45 días y de 100% a 90 días.
-Luego expandió el negocio.
-Así es. En 1920 fundé una empresa, y contraté empleados para captar fondos, tanto en Nueva Inglaterra como en Nueva Jersey. Deposité los fondos en el Hanover Trust Bank de Boston, entidad que terminé controlando. La operatoria generó sospechas, pero a un periodista que me cuestionó le hice juicio por difamación y se lo gané. Tiempo después, el Comisionado bancario de Massachusetts, temiendo que la operatoria pudiera poner en peligro al sistema bancario de Boston, le ordenó al Hanover que no pagara más cheques de mi cuenta, precipitando mi colapso. Una vez más me metieron preso.
-¿Qué le ocurrió después?
-Como nunca había obtenido la ciudadanía norteamericana, en 1922 el gobierno intentó deportarme. A raíz de otros delitos, recién en 1934 recuperé mi libertad, retornando a Italia. Eventualmente migré a Brasil, donde conseguí trabajo en la línea aérea estatal italiana. Fallecí pobre y prácticamente ciego.
-Así terminó la primera fantasía financiera.
-La mía no fue la primera, ni tampoco la última.
-Explíquese.
-No fui el primero porque como usted mencionó, a comienzos del siglo XVIII el escocés John Law entusiasmó a inversores europeos, exagerando las oportunidades existentes en la Luisiana, que entonces era una colonia francesa, generando lo que se conoce como la burbuja del Mississippi. Y en el siglo XVII, en Holanda, se desarrolló una burbuja alrededor de los tulipanes, magníficamente descripta por Werner Sombart en El burgués, publicado en 1913.
-Y tampoco fue el último.
-Claro, porque aparecieron Bernard Madoff, un señor que tenía un programa de radio en Mar del Plata, y ahora Blaksley. Todos terminamos presos.
-Me interesa enfocar la cuestión desde el punto de vista de las personas que confiaron en ustedes. ¿Qué explica, a la luz de los antecedentes, que la historia se repita?
-Un aspecto de la naturaleza humana. No me refiero a la pretensión de vivir de la mejor manera posible, porque esto es común a todos los seres humanos, sino a la irresistible tentación, por parte de algunos seres humanos, de comprar buzones (aclaración para jóvenes: cilindros de color rojo donde se depositaban las cartas que se querían enviar) para "salvarse".
-No entiendo.
-No hablo de buzones en términos literales, sino como imagen de creer que fantásticas tasas de rendimiento de las inversiones pueden ser financiadas de manera genuina, o porque uno se anotó en la "cadena de la felicidad" antes que otros, y va a cobrar porque quien ideó el sistema seguirá considerando nuevos inversores. ¿Me permite hacer un pronóstico?
-Por favor.
-Los Ponzi, los Madoff, no van a desaparecer nunca, porque son la contrapartida de los seres humanos que piensan que son más listos que el resto de la humanidad, y actúan en consecuencia.
Suelo terminar estas entrevistas agradeciendo, pero en este caso me permito recomendarle al lector que medite sobre esta cuestión, para no convertirse en un futuro damnificado.

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