lunes, 21 de mayo de 2018

LA PÁGINA DEL MORDAZ


EGAS MONIZ Y LA LOBOTOMÍA FRONTAL
La película que descalificó un método terapéutico
Quizás uno de los alegatos más impactantes contra la lobotomía frontal, actualmente conocida como psicocirugía, fue la película de Milos Forman Atrapado sin salida (One Flew Over the Cuckoo's Nest), basada en la novela de Ken Kessey.


Jack Nicholson en una escena de la película Atrapado sin salida, de Milos Forman, producida en 1975.
El personaje, Randle McMurphy, genialmente interpretado por Jack Nicholson, es un interno limítrofe con cargos de robos menores. En el instituto penal en que se encuentra deciden que podría beneficiarse en un hospital psiquiátrico.
McMurphy pronto se rebela contra el régimen opresivo que ejerce la jefa de enfermeras, y esta finalmente lo conduce por la fuerza al quirófano, donde, sin consentimiento alguno, es sometido a una lobotomía. Cuando regresa junto a los demás internados, ya no es el personaje alegre y extrovertido que solía organizar juegos y entretenimientos. El procedimiento quirúrgico lo transformó en un zombi, una piltrafa humana. Uno de sus compañeros considera que no merece vivir en ese estado y lo asfixia con una almohada para después escapar desesperado a través de una ventana.
Egas Moniz: el creador de la lobotomía

Egas Moniz (1874-1955)
En 1949, el psiquiatra y neurocirujano Egas Moniz compartió con Walter Rudolf Hess el Premio Nobel de Medicina. En el caso de Moniz, el galardón le fue otorgado por “el descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en ciertas psicosis”.
La lobotomía fue una técnica muy controvertida. A través del tiempo se comprobó que los daños que provocaba superaban a los beneficios, con el agravante de que en las primeras décadas en que fue utilizada se abusó de su indicación y en algunos centros fue aplicada en forma indiscriminada.
La historia de la medicina revela que, a través de los siglos, los enfermos mentales fueron quienes más sufrieron todo tipo de agresión terapéutica, sin mencionar el maltrato físico al que eran sometidos.
¿Quién fue Egas Moniz? Antonio Gaetano de Abreu Freire nació en 1874, en una pequeña villa portuguesa; de niño, por sugerencia de su tío, adoptó el nombre de Egas Moniz, una figura histórica del siglo XII, héroe de la resistencia contra los moros y antepasado familiar. Este nombre se impuso sobre el suyo original, que más tarde cayó en el olvido.
Sin duda, se trató de un personaje polifacético, ya que, además de ejercer la medicina, tocaba con habilidad instrumentos musicales, e incursionó en la política, por la cual alcanzó altos cargos gubernamentales.
Su tesis doctoral fue una obra de dos volúmenes, titulada Sobre la vida sexual; seguramente era un tratado ameno e interesante ya que en las décadas siguientes alcanzó 19 ediciones.
Fue en París donde Moniz adquirió sus conocimientos de psiquiatría y neurología, y lo hizo junto a destacados científicos de La Salpetrière, como Fulgence Raymond, Pierre Marie, Jules Dejerine y Félix Babinsky. A su regreso a Portugal, sus antecedentes curriculares le permitieron llegar al cargo de profesor titular de Anatomía y Patología en la Universidad de Coimbra.
Sin embargo, desde 1903 hasta 1919, período en que ocupó el cargo, Moniz volcó su entusiasmo a la política que lo envolvió en momentos de gloria y de amargura debido a la turbulencia que reinaba en Portugal. Conoció brevemente la cárcel, participó en un duelo, del que afortunadamente salió ileso, se rodeó de amigos y de acérrimos enemigos hasta que se convenció de que su futuro estaba en la medicina.
La lobotomía y el Premio Nobel
En una ocasión, Moniz escapó de la muerte cuando un paciente con trastornos mentales le disparó con un arma de fuego. Fue quizás este episodio el que le sugirió la idea de que ciertos trastornos mentales exigían procedimientos más drásticos. La hipótesis que desarrolló para justificar la aplicación de la lobotomía fue que “para curar a estos pacientes, es necesario destruir las conexiones conectivo-celulares y, de ellas, consideramos como las más importantes aquellas relacionadas con los lóbulos frontales”.
El cerebro humano es la máquina más compleja del universo, y recién a fines del siglo XX, gracias a los avances de las técnicas por imágenes, especialmente la resonancia magnética y la tomografía por emisión de positrones, se logró develar gran parte de las conexiones nerviosas y las distintas áreas de las funciones cognitivas. Por lo tanto, destruir zonas del lóbulo frontal para mejorar trastornos psiquiátricos en la década de 1930 era una hipótesis temeraria.
Moniz presentó sus resultados en París, ante una audiencia de expertos. La experiencia fue pronto publicada en el Bulletin de l’Académie de Médecine. Según el autor, se curó el 35% de los pacientes, otro porcentaje similar mejoró y el resto quedó igual. Moniz les quitó trascendencia a los efectos adversos, que fueron numerosos.
Recomendaciones surgidas de los Estados Unidos y de Brasil, más los numerosos trabajos publicados por el propio Moniz, que ya era mundialmente famoso, contribuyeron a que en 1949 se le otorgara el Premio Nobel.
El Premio Nobel, el elogio de sus colegas, sus numerosas publicaciones, las campañas de la prensa y los comentarios favorables de revistas de primera línea, hicieron que la lobotomía se propagara por el mundo en forma desenfrenada.
Después de Moniz, el principal promotor de la lobotomía fue el Dr. Walter Jackson Freeman, originario de Filadelfia, Pensilvania. Además de realizar la técnica, Freeman fue su entusiasta divulgador y recorrió todo Estados Unidos visitando centros de neurocirugía en su vehículo al cual denominó el “lobotomóvil”.

El Dr. Walter Jackson Freeman (1895-1972).
Cuando en 1967, Freeman realizó su última lobotomía, llevaba contabilizadas 3.400 operaciones, y su socio Watts hacía tiempo que lo había abandonado, porque consideraba que abusaba de la indicación. Por entonces, Freeman cargaba sobre sus espaldas un número alarmante de muertos y pacientes con secuelas neurológicas y cognitivas. Finalmente, el Estado le retiró la licencia para realizar intervenciones quirúrgicas.
Algunos de los casos más resonantes de lobotomía
Warner Baxter (1889-1951)

Warner Baxter
Warner Baxter fue el actor que protagonizó el famoso personaje Cisco Kid, uno de los más destacados westerns de Hollywood y durante la década de los 30 fue el artista mejor pago en la industria del cine. Ya alejado de las pantallas, Baxter sufrió una artrosis tan intensa que, sabiendo que la lobotomía se aplicaba para estos casos, decidió someterse al procedimiento. Falleció pocos días después por una infección pulmonar.
Alys Robie

Alys Robie (1923-2011)
Su nombre verdadero era Alice Robitaille, una exitosa cantante del Canadá francés. A los 25 años, como consecuencia de un accidente automovilístico, sufrió un período de internación prolongado en un asilo de Quebec, donde la sometieron a una lobotomía. Si bien se recuperó satisfactoriamente de la operación, al ingresar a los escenarios sus esfuerzos chocaban con el tabú de su enfermedad mental. Nunca recuperó la popularidad. El aspecto destacable de este caso fue que la lobotomía fue realizada sin su consentimiento, lo que demuestra la escasa ética con que se efectuaba esta práctica.
Rose Isabel Williams (1909-1996)

Rose Isabel Williams era la hermana del famoso escritor Tennesse Williams. Al término de su adolescencia sufrió un cuadro grave de esquizofrenia que no respondió con la terapia electroconvulsiva. Por decisión de su madre y sin haber sido consultada, se le efectuó lobotomía bilateral, que deterioró profundamente su personalidad. Tennesse Williams vivió muchos años con la culpa de no haber impedido a su madre la decisión de operar a la hermana. Este sentimiento lo volcó en sus obras teatrales El zoológico de cristal y El último verano.
Rosemary Kennedy (1918-2005)

Rosemary Kennedy
Rosemary Kennedy, la hermana del presidente de los Estados Unidos, tenía un ligero retardo mental, pero sus funciones cognitivas le permitían desempeñarse con relativa normalidad, llevaba una vida social activa y mantenía un diario de su vida.
Su padre estaba convencido de que esta operación aumentaría el coeficiente intelectual de Rosemary al nivel de sus hermanos. Contra la decisión de su esposa y sin informarle a su hija, el autoritario padre impuso sus deseos y consultó con el Dr. Freeman, quien rápidamente la sometió a la lobotomía.
El resultado fue desastroso, ya que Rosemary fue reducida en forma definitiva a la edad mental de tres años.
Helen Mortensen (1915-1967). En 1967, el Dr. Freeman recibió la visita de Helen Mortensen, una paciente a quien durante el lapso de veinte años le había realizado dos lobotomías. Ahora iba por la tercera, y el Dr. Freeman aceptó complacerla. No solo sería la última lobotomía para Mortensen, sino también para el propio Freeman. Durante el procedimiento, la aguja lesionó una arteria cerebral, y la paciente falleció tres días después. Las autoridades del hospital revocaron a Freeman sus privilegios quirúrgicos, y este se recluyó a una prudente y modesta actividad privada hasta el fin de sus días.
Epílogo
El trabajo de Egas Moniz le dio a la medicina portuguesa fama y aceptación internacional. Mereció más el Premio Nobel por sus trabajos sobre angiografía de las arterias cerebrales que por el procedimiento quirúrgico hoy llamado psicocirugía. En cuanto a este, a raíz de las críticas que llegaron a su punto máximo en1970, ha caído prácticamente en desuso, desplazado por la batería de antipsicóticos que surgieron en las últimas décadas.

Bibliografía
Buzzi AE. Egas Moniz. RAR 2010; 74:33-42.
Fusar-Poli P, Allen P, McGuire P. Egas Moniz (1875–1955), the father of psychosurgery. The British Journal of Psychiatry 2008; 193:50.
Gross D, Schafer G. Egas Moniz (1874–1955) and the “invention” of modern psychosurgery: a historical and ethical reanalysis under special consideration of Portuguese original sources. Neurosurg Focus 2011; 30:8.
Rosenfeld JV, Lloyd JH. Contemporary psychosurgery. J Clin Neurosci 1999; 6:106-112.

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