viernes, 26 de febrero de 2016

DE SEUDOCIENCIAS Y CHANTADAS ESTÁN LLENAS LAS REDES



Están por todos lados: la dieta mágica a base de nabos, cómo conseguir pareja según los astros, ocho de cada diez odontólogos recomendando la pasta más blanca, la física cuántica como rectora de nuestro destino. Está bien: a veces -muchas veces - resulta muy sencillo identificar las afirmaciones pseudocientíficas, aquellas que son, en general, una absoluta chantada, pero se las disfraza de investigaciones serias (con nombres de doctores y universidades incluidos) para que tengan cierta pátina de credibilidad. Pero otras veces no es tan así, y se nos presentan datos, estadísticas, palabras difíciles que nos generan dudas, intrigas que nos atacan desde las pantallas de internet o, por qué no, desde los mismos diarios y revistas que usamos para informarnos. ¿Cómo decidir a quién prestarle atención, qué emisario que habla en nombre de la ciencia merece nuestra credibilidad?



En este como en muchos casos, siempre es bueno volver a Carl Sagan, aquel que nos maravilló en 1980 con su Cosmos, su calendario y sus ideas. Pues bien: hay mucho más Sagan que la famosa serie, y sus libros son siempre una defensa de la razón, de la maravilla de poder ver científicamente el mundo. Su última publicación, de hace ya veinte años, ofrece un kit para la detección de chantadas. Veamos entonces algunos de sus mandamientos:



1. Los datos deben ser confirmados por experimentos independientes. En otras palabras, un descubrimiento siempre está a la espera de que alguien lo replique. y le dé el mismo resultado.

2. No sucumbir al principio de autoridad. "Esto es así porque lo dice un premio Nobel" no tiene ningún sentido en la ciencia. Las cosas no son verdad dependiendo de quién las diga, sino de cómo se demuestren. No hay autoridades en el tema, sino expertos que pueden aportar mejores evidencias en uno u otro sentido.
3. Tratar de explicar un resultado desde distintos costados, y ver si se descartan algunas de esas explicaciones experimentalmente. En otras palabras, hacer una selección natural de las hipótesis, y la que sobreviva será la que temporariamente adoptemos. Como Sherlock Holmes: lo que queda tiene que ser la verdad.
4. No aferrarse a una explicación determinada. La ciencia será objetiva. pero la hacen los científicos, que son personas con subjetividades.


5. ¡Poner números! Las ciencias naturales deben tender a ser cuantificables y, de esa manera, se pueden comparar distintos grupos e hipótesis.
6. Presentar todos los pasos de razonamiento que lleven a un resultado o interpretación determinados. Si no están todos. vale sospechar.
Por si fuera poco, Sagan nos propone unos cuantos ejemplos de argumentos truchos. Algunos muy utilizados son:
. El de la ignorancia: si no se demostró que es falso. debe ser verdadero. En otras palabras, la ausencia de evidencia no es equivalente a la evidencia de la ausencia.


. Alegatos fabricados adhoc cuando alguna proposición pseudocientífica está en peligro.
. Selección de la información o las interpretaciones que convengan. Aquí entraría también la estadística falsa o basada en unos pocos datos.
. Confundir relaciones causales con relaciones porque sí. A nuestro cerebro le encanta ver causas en todos lados, así que esta suele ser complicada.
. Poner todo en blanco y negro: es así o asá, y no hay nada en el medio (la mayoría de las cuestiones en la naturaleza son un continuo de posibilidades).
Sabio como pocos, Sagan también nos advierte que el escepticismo extremo tampoco es deseable, ya que impide que puedan madurar nuevas, y a veces revolucionarias ideas. No es creer o reventar: se trata del justo equilibro entre aceptar lo nuevo y pedir evidencias impecables. Nadie dijo que era fácil.

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