lunes, 22 de febrero de 2016

EL ATRASO, EL FANATISMO, LA CRUELDAD



El mundo debiera movilizarse ante los horrores de los totalitarismos, y sin embargo, la frecuencia con que esos regímenes conducen a los hombres a estados de abyección sólo trae desolación y desconsuelo. En una cárcel de Teherán, el cineasta Keywan Karimi aguarda que, un día antes de la Nochebuena, un tribunal revolucionario iraní suspenda la condena a seis años de prisión y 223 latigazos que se le impuso por exponer a la luz, con su film Writing in the City, los reclamos de una vida más digna y más libre, que jóvenes iraníes estampan con el lenguaje vehemente del grafiti en las paredes de la ciudad. La noticia provocó indignación y repudio en la comunidad cinéfila: realizadores de todo el mundo unieron sus voces en un video coral en el que cada uno de ellos pronuncia tan sólo una palabra que es un grito: "pensamiento, belleza, respiración, abrazo, paz".



No es la primera vez que sucede en la república islámica, claro está. Miembros de los sectores más extremistas no se cansan de fustigar al presidente Hassan Rohani porque entienden que no contiene el avance de expresiones de una cultura occidental "decadente". En 2014, un grupo de jóvenes que subieron a Internet un video en el que se mostraban bailando un tema de Pharrell Williams fueron condenados a seis meses de prisión en suspenso y 91 latigazos. En Irán persiste esta bárbara forma de castigo que, como la lapidación, puede conducir a la muerte. Hace unas pocas semanas, el ilustrador Hadi Heidari fue encarcelado por rendir homenaje con un dibujo a las víctimas de los atentados en el teatro Bataclan, en París.



La historia reciente está plagada de estas atrocidades.



El caso que cobró mayor notoriedad internacional es el del realizador Jafar Panahi, aunque por fortuna no debió someterse a esta clase de tormentos. Panahi es quizá la voz más poderosa del cine iraní de los últimos 20 años y una figura central -y muy exitosa- del circuito de festivales: El globo blanco fue distinguida como mejor ópera prima en Cannes y El círculo mereció el León de Oro en Venecia.



En 2010 fue condenado a prisión por incitar las protestas contra el ex presidente Mahmoud Ahmadinejad. Estuvo en una celda 88 días, pero la presión internacional consiguió que regresara a su casa, aunque desde entonces tiene prohibido filmar, conceder entrevistas y abandonar el país. Pero un artista verdadero es, sobre todo, un espíritu indomable. Con indeclinable espíritu provocador, Panahi grabó escenas de ese encierro con su iPhone e hizo circular por las redes el documental Esto no es una película, acerca de su vida bajo arresto domiciliario.
"Soy un cineasta -señaló desde esa rara clandestinidad-. No sé hacer otra cosa más que películas. Nada puede impedírmelo. Y cuanto más me han empujado a los rincones más alejados, más he conectado con mi interior. El cine como arte se convirtió en mi principal preocupación. Seguiré haciendo películas para sentirme vivo."




Su apuesta más audaz acaba de ser premiada en Berlín: Taxi se alzó con el Oso de Oro. Condenado a no traspasar las fronteras de su país, Panahi se montó en un automóvil, colocó una cámara en su interior y se dispuso a transportar pasajeros con los que mantuvo largas conversaciones acerca de los modos en que el gobierno sofoca la libre circulación de las ideas. Entre esos viajeros está Nasrin Sotoudeh, activista de los derechos humanos. "Convierten tu vida en un infierno -dice ella-. Cuando finalmente sos liberado, el mundo exterior se convierte en una gran prisión. Transforman a tus mejores amigos en tus peores enemigos."



La otra pasajera es Solmaz Panahi, sobrina del realizador, quien se hizo célebre al recibir entre lágrimas el premio en Berlín. Cuando, en medio del viaje, el conductor quiere saber qué normas le inculcaron a la niña en la escuela cuando le enseñaron cómo hacer una película, la pequeña Solmaz recita algunos mandamientos de ese triste decálogo: no debe haber contacto entre hombres y mujeres, debe evitarse cualquier registro de realismo sórdido o rasgo de violencia, debe respetarse el uso del velo y deben utilizarse nombres de los santos islámicos.



Afortunadamente, esos mandamientos son traicionados por hombres libres como Keywan Karimi y Janaf Panahi. El mundo debe elevar su voz por ellos.

V. H. G. 

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