martes, 23 de mayo de 2017

ACTIVIDADES EN HONOR A DON ATA



En este 2017 se cumplen 25 años de la muerte de dos grandes figuras de la música argentina: Astor Piazzolla, que falleció en Buenos Aires, a los 71 años, el 4 de julio de 1992, y Atahualpa Yupanqui, el 23 de mayo de ese mismo año, en Nimes, Francia, a sus 84.

Los dos alcanzaron, por distintos motivos y desde distintos enfoques del arte musical, la misma estatura artística. O similar. Mientras que el tanguero quiso la revolución y sacudió las mentes dormidas, el folklorista abrió una ventana al futuro desde la tradición y desde su propio "clasicismo".

Desde el año pasado abundan los homenajes a Piazzolla, aunque no pasa lo mismo con Yupanqui. Con lupa en mano se pueden encontrar algunos.



A propósito de este aniversario, Editorial Marea acaba de publicar Don Ata, la voz de un continente, una biografía del pedagogo vasco Manuel Urtizberea, originalmente editada en Francia (país de residencia del escritor y de Yupanqui) como Don Atahualpa. La voix argentine de tout un continent (Atlantica, 2011).

En la Usina del Arte, pasado mañana, a las 17, la cantante Suna Rocha dedicará su actuación a obras de Yupanqui y de Raúl Carnota. En ese mismo centro cultural se estarían preparando dos homenajes, para octubre y noviembre, aunque todavía no hay fechas ni artistas confirmados.
También el jueves, a las 20, en el CCK, Sarmiento 151, Radio Nacional hará un homenaje al compositor en el marco de los festejos del 80° aniversario de la emisora. En la sala sinfónica actuarán Jaime Torres, Carlos Di Fulvio, Roberto "Kolla" Chavero, Manu Sija, Laura Albarracín y el dúo de la cantante Verónica Condomí y el pianista Pablo Fraguela. Todos recrearán parte de la obra del autor de "El arriero". Las entradas son gratuitas y se pueden retirar desde el viernes pasado, de 12 a 19, en el CCK, o reservar desde la web del centro cultural, cck.gob.ar. A esta misma dirección de Internet podrán acceder el jueves aquellos que no puedan asistir personalmente, pero quieran ver la transmisión del concierto. Otra alternativa es la radio, FM 98.7, que también se puede escuchar desde el sitio de Radio Nacional Folklórica, radionacional.com.ar/nacional-folklorica.



Susana Pelayes, periodista y compiladora del libro La Radio Nacional. Voces de la historia 1937-2011 (Colihue), ofrece un interesante dato para ubicarlo en este contexto: en 1935, Yupanqui asistió a la inauguración del edificio de Radio el Mundo, en Maipú 555, donde funcionan, desde 1990, todas las emisoras porteñas de Radio Nacional. Allí, cada sábado a la tarde, Yupanqui hacía el programa La copla errante. "Atahualpa Yupanqui cruzó las fronteras del paisaje, de los signos y de las generaciones. Su poesía y su música pertenecen al mundo entero", escribió la compiladora.
Son bastante certeras sus palabras. En enero de 2015 se publicó  una entrelínea dominical en Espectáculos dedicada a su pensamiento, a partir de algunos de sus escritos. El actor Marcelo Keller había acercado a la Redacción una serie de cartas. Era la comunicación epistolar que Yupanqui había mantenido con su amigo Juan Manuel Narvarte, tío abuelo de este actor. Allí, además de comentarios de la vida cotidiana, Atahualpa deslizaba como al pasar reflexiones profundas que hoy pueden llamar la atención porque hablan de aquella época (una de estas cartas está fechada en Cerro Colorado, en 1953) y también del presente.



En algunos párrafos escribió: "Estos recitales [se refiere a una gira de más de 25 funciones que había realizado] me han dado algo de la tónica general de los pueblos del interior. Muy concurridos, y muy aplaudidas las danzas. En general he sacado en conclusión que nuestras gentes de provincias están inclinadas a gustar mucho más de las danzas que de las canciones. Esto no pasa por casualidad. La cosa es simple: el pueblo no quiere ocuparse de pensar. Esta es tarea que cansa y enerva. La danza, cualquiera que sea, tiene un ritmo grato y sencillo, y mueve a la simpatía sin preocupaciones; la digestión no se altera, y no se quema la raíz del jopo con filosofías ni moralejas. Esto de pensar, de ahondar en el alma del hombre y el árbol, es psicobiología o tarea de intelectuales o sensibleros. Por mi parte registro estos estados del alma colectiva, pero no me amargo. Sé dónde nacen y qué cosa los alimenta. Pero como vivo en un clima interior, el de la infinita esperanza, sigo trabajando y cantando como si tuviera un público de adivinos, hechiceros y videntes. El pueblo nuestro tiene un alma de niño, a veces travieso y a veces equivocadamente malo. Pero es fundamentalmente generoso, de esencia limpia dentro de climas equívocos. Es como un gigante inocente y poderoso, que por besar una flor pisotea todo un prado de aromas y colores. Nuestra tarea, como artistas, es grande y seria. Debemos enseñar al pueblo; somos los arquitectos de su espíritu, y esta es una grande responsabilidad nuestra".



Hacia el final de esa carta escribió: "(...) Al fin y al cabo, los artistas sólo somos unos obreros especializados que hacemos cosas para ayudar, poco o mucho, a que la humanidad sea un poco feliz. Como el mundo está revuelto, y confuso, y enojados unos con otros, nuestra tarea se ve complicada; carecemos de la necesaria paz, de la ansiada soledad, de la comprensión de los organismos que determinan la vida de un sector. Y, en consecuencia, nos perturbamos, nos ofuscamos también, y terminamos por no alcanzar el nivel deseado en nuestras producciones. En algunos entra la desesperación y pierden el freno, y se hacen egoístas, y se arrastran buscando sólo la vida terrena, el éxito, las becas y acomodos. En otros, la pena entra como una humedad, mordiendo paredes de casas de puertas abiertas, alentando a la hiedra. Y el hombre, que debiera ser un motor dinámico, productor y esperanzado siempre, se va convirtiendo poco a poco en un interesante museo de recuerdos; en un cofre de cosas que pudieron ser".

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