viernes, 21 de diciembre de 2018

MUNDO TUTE


Presenta su, El amor es un perro verde.

El tipo no se la cree. Dice que menos es más y así lo plasma en sus dibujos. Cree, según parece, en algunas cuestiones. En la espontaneidad, en la tensión siempre presente entre el amor y la soledad, en la amistad, en la dimensión de lo poético. Es dibujante, hizo cine, escribe poesía, y aunque alguna vez quiso ser músico, por lo pronto compone canciones. Tute, Juan Matías Loiseau, es un tipo inquieto. Muy parecido al que quería publicar sus trazos, hace 20 años, más o menos
Rafael Ielpi, director del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, lo invitó a mostrar algo de lo suyo en Rosario. "Es vueltero Tute, se lo dije hace tiempo, al fin se decidió", comentó hace algunas semanas cuando se inauguró, finalmente, su muestra en el Fontanarrosa. Y no es un dato menor. La primera vez que lo invitó a traer sus trabajos fue cuando murió el Negro Fontanarrosa. "Sí, tal cual", confirma Tute en diálogo con Más, "me llevó algún tiempo", bromea.
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Tute es ese joven inquieto unos cuantos años después. Hoy tiene 42 años y mientras termina su dibujo que enviará a La Nación para su publicación diaria, prepara su bolso para ir a jugar al fútbol, dialoga con Más y relojea su agenda para ver a qué hora arrancará al otro día la grabación de su nuevo disco Canciones dibujadas. El proyecto, que espera ser lanzado hacia fines de noviembre, está en plena ejecución. Son canciones que lo sorprendieron. "Me despertaba a la mañana tarareando melodías. Consulté con amigos músicos, yo no lo soy aunque lo he intentado, y resultó que eran propias. Decidí ponerles letras y ahora las están grabando distintos músicos. También hay clips, animación", explica y nombra a algunos de los convocados: Ricardo Mollo, Gillespi, Inés Estévez, Manuel Moretti, entre tantos.
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También escribe poesía, editó un disco de tangos y realizó dos cortometrajes.
"Piso Rosario y lo siento al Negro. pasó de ser como un tío, con quien jugábamos a las batallas y a Titanes en el ring, a un tipo al que adm
El creador de Batu es el hijo de Caloi y eso lo llena de orgullo. De su padre aprendió y mucho, no lo oculta, también aprendió a diferenciarse para encontrar su propio universo. Y de los amigos de su padre. No le es indiferente que su muestra, compuesta por más de 350 obras entre cuadros, tiras y animaciones, se exponga en el Fontanarrosa. Amigo íntimo de su padre, cuyas familias eran amigas a la vez, fue para él también alguien de quien aprender. "Me sentaba al lado y le copiaba", dice, sin ponerse colorado pero con un tono tierno.

—Es inevitable nombrar a Fontanarrosa si tu muestra está en Rosario.
—Piso Rosario y lo siento al Negro. Pasó de ser como un tío, con el que jugábamos a las batallas y a Titanes en el ring, a un tipo al que admiré y quería copiarle y el que después me reconoció como colega. Cuando era chico me acuerdo que cuando firmaba libros, me sentaba al lado y trataba de copiarle. Después cuando empecé a tomarme en serio el dibujo, como para convertirme en un humorista gráfico que publique, lo empecé a estudiar como si fuera un libro, y a mi viejo y a Quino. Aprendí mucho de él, mucho de lo que hoy hago, porque él hacía un cuadrito diario. Y la última etapa fue una etapa como dibujante, como colega, donde las charlas eran distintas. En mi primer libro individual en el 2006/2007 él escribió unas palabras y termina como cerrándose en un círculo, porque un día me lo encontré en la Feria del Libro y me dijo: "Che, leí tu libro, me gustó tanto que lo tengo en la mesa en el living (él ya estaba muy enfermo), entonces todos los que vienen a visitarme se lo topan y lo hojean. Y lo recomiendo, ya estoy podrido de responder Rep cuando preguntan por los jóvenes, además ya está viejo". Eso tiene mucho valor, cualquiera que lo conoció sabe que no hablaba mucho. Contrariamente a lo que la gente cree no era un tipo que se la pasaba jodiendo. No era lo que se dice un tipo jodón, era más bien parco. En la mesa era el primero que se dormía, había que patearlo por abajo (risas). Pero era divertidísimo y muy inteligente. Muy inteligente en la manera que tenía de construir sus ideas.
—¿Cómo era Tute hace 20 años?
—Era un pibe inquieto, con todo por hacer. Me acuerdo por ejemplo de tener que armar mi currículum y no tener mucho para poner. Entonces cualquier tontería que había hecho tenía un lugar destacado. Ahora, en cambio, cuando tuve que hacer la biografía para la muestra fue al revés, tuve que ver qué ponía, que sacaba, porque quedaba muy largo. Pero me recuerdo como un pibe superinquieto, con muchas ganas de publicar, y que mis dibujos fueran leídos. Ese era mi mayor anhelo. Lo de 20 años es un promedio, más o menos. Si tengo que contar la primera publicación en una revista, son más de 20, porque fue en el 93, creo, que publiqué por primera vez, en El Expreso diario, con lo cual serían algunos años más, pero tomé los 20 años porque en esa fecha publiqué mi primer chiste en el diario La Prensa, que fue como el primer laburo en serio que tuve y que sostuve durante varios años hasta pasar a La Nación.


—¿Tenías algún personaje clave en ese momento?
—En ese momento, no. Empecé haciendo humor sin personajes durante muchos años, tanto en el diario El Expreso como en La Prensa, y también en La Nación, donde empecé haciendo un cuadrito diario durante 10 años y recién en 2008 empecé con Batu. Que lo hice hasta el 2013, cinco años, después volví al cuadro sin personajes que es lo que sigo haciendo en La Nación.
—¿Por qué un dibujante hace o no personajes fijos? ¿Tiene que ver con el formato tira?
—No sé, creo que tiene que ver con sentirme libre. La tira con personaje fijos es muy linda, porque genera una cosa muy distinta en el lector, pero también es muy esclavizante, te demanda demasiado y te encierra, te limita bastante. Yo decidí hacer una tira con un personaje fijo, Batu, porque nunca lo había hecho, desarrollé el personaje; después hice Trifonia y Baldomero, y me parece que me saqué las ganas. Después, lo que quería era volver a tener ese espacio de libertad que es el cuadro, donde podés publicar un día un chiste de psicoanálisis, otro día de deporte, otro de pareja, de música o de lo que se te ocurra, tenía ganas de recuperar esa libertad.
—Visto desde afuera pareciera que te sentís bastante libre. Lo digo en particular por la cuestión multiexpresiva: dibujás, compones música, hacés cine, escribís poesía...
— Sí. Me preguntabas qué diferencia podía ver entre ese pibe de 20 años cuando empezó y este que soy hoy... este muchacho más adulto (risas), y está esa cuestión de la inquietud que continuó en el tiempo. Más que diferencias hay una continuidad. La inquietud que tenía hace 20 años es idéntica a la que tengo hoy y es la que me deja frente a distintas puertas que pueden ser la de la poesía, el cine o el dibujo.
—¿La poesía o la dimensión de lo poético pareciera que puede ser lo que conecta esas diferentes puertas?
—La poesía creo que atraviesa todo lo que hago, porque de alguna manera es la forma que encontré de expresar esas ideas, estén dónde estén, en el soporte que sea, en una película, en una historieta, en un poema o en una canción. Es una herramienta, no sé si es la única. Básicamente, el artista tiene una necesidad que es transmitir, contar algo, y el cómo transmite esa idea, a través de qué herramientas, es muy personal. En mi caso la poesía es una herramienta fundamental.
—¿Cómo es un día en la vida de Tute con toda esta cuestión multiexpresiva? Ahora estás grabando el disco.
—Mis días son bastante eclécticos. Porque son como distintos proyectos que voy empujando de a ratos, ahora estoy terminando de trabajar con las tiras, hago un impasse futbolístico, vuelvo, sigo con las tiras, pero mañana me levanto y me voy al estudio. Después, a la noche, vuelvo con los dibujos, voy mechando una cosa con otra.


Esa rareza llamada amor
Hace algunos años Tute publicó un libro de humor gráfico acerca del amor, a través de la editorial Orsai. Fue una experiencia particular, con una distribución diferente. "Se convirtió en algo como de culto, no se conseguía, con lo cual decidí una reedición", dice. Quizá algo de toda esa experiencia se parezca al amor. Que, según Tute, es un perro verde, algo extraño, inhallable, pero algunos dicen que existe.
Dice que tiene un amor, Pilar, a quien le dedica el libro, y también amores, sus hijas. Y que es la contracara de la soledad. Que es espontáneo pero que también se construye.
—¿Si tengo un amor?... tengo varios, pero, me imagino, ¿te referís al amor de pareja ? Ahí tengo uno solo... y es mi mujer, a quien le dediqué el libro... en su momento, hace tres años, y sigue siéndolo hoy.
—¿Y qué otros amores tenés?
—Los amigos, la familia, hijos, tengo dos hijas hermosas. La más grande canta en el disco, la más chica tiene tres años y medio.
—¿Esos amores tienen algo de perro verde?
—El amor es un perro verde alude a un dicho que decía "raro como perro verde", por eso el título del libro, porque encontrar el amor en la vida no es nada sencillo, es algo infrecuente, además de mágico, explosivo y de tantas otras cosas. Todos los amores tienen algo de perro verde por ese carácter de ser esquivos que tienen, no se lo encuentra con facilidad. Pero también es un perro verde porque además de la parte mágica o casual del encuentro, está el de la construcción, el amor es también algo que se construye. Construir y reconstruir, casi cotidianamente. Eso también le agrega rareza al amor.
—Según tus dibujos y tus textos, para llegar al amor, a veces, hay que atravesar mares, montañas pero lo planteás en general a través de gestos mínimos. Tu opción parece ser "menos es más".
—Sí, en lo estético lo planteo así. También es cierto que el verdadero amor es más sencillo, nosotros nos encargamos de complejizarlo. Creo que cuanto más uno avanza en la vida es más fácil volverse escéptico y más difícil, entonces, encontrarse con la espontaneidad que tiene en la juventud respecto de la relación con el otro, del amor. Hay un tango que dice "si yo pudiera querer sin presentir". Es como que a uno, ya curtido por las dificultades, le costara más la espontaneidad, esa sencillez, esa síntesis que probablemente tenga el amor verdadero.
—En tus dibujos vos trabajás sobre los interiores del amor pero también de la soledad.
—Sí, la soledad y el amor son como dos caras de la misma moneda. Pero muchas veces la soledad trasciende el amor o la urgencia del amor. No sé, me parece que la soledad es más intrínseca...
—¿Más existencial?
—Exactamente, la soledad está siempre.
—Tus personajes en este libro son tímidos pero muy expresivos, a la vez.
—Sí, creo que tienen una cualidad que deviene de la manera en que hago los dibujos, sin previo lápiz, tienen cierta frescura porque están hechos con espontaneidad, me parece que eso les da mucha expresividad. No les da perfección ni mucho menos, al contrario, son personajes bastante erráticos pero sí tienen frescura y una potencia gestual interesante.
—Y siempre está el diálogo presente, aunque el personaje esté solo.
—Sí, diálogos o pensamientos, diálogos internos.
—Por eso aparece siempre un otro, aunque sea el propio pensamiento.
—"El que habla solo espera hablar con Dios un día", dice una canción. A veces son entre pares; y otras, preguntas que se hace uno, existenciales. Diálogos con uno mismo.

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—Tu viejo qué te diría hoy, con la muestra por 20 años de laburo.
—No sé qué me diría, brindaríamos juntos... sé que antes de morir estaba orgulloso de mí y yo de él, con eso me alcanza.
Una luna espléndida, como las que él dibuja, lo esperó en la inauguración de su muestra. Con atinado criterio, fue presentando en el marco de una conversación con el periodista Federico Fritschi. Cientos de fans siguieron sus palabras, escucharon sus canciones en un minirrecital y luego avanzaron sobre la muestra, montada como una suerte de laberinto del que sin dudas Tute sabe cómo salir. Sólo se trata de imaginar.

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