Nuestra visita al parlamento alemán (Bundestag) en Berlín fue un acontecimiento estremecedor. Sólo cuando se llega a Berlín se tiene noción cierta del Siglo XX. Sus conflagraciones filosóficas y sus abismos infernales están registrados en sus calles. Hay memorias cifradas, ocultas y negadas. Pero también hay sitios donde se superponen tiempos y significados.
En las paredes del Bundestag aún se preservan las inscripciones triunfales de la toma de Berlín por parte del Ejército Rojo. En las paredes, se lee la fecha: 1o de mayo de 1945. Con ella se observan también los dibujos de medallas consagratorias antes de ser acuñadas.
A sólo pasos en el mismo espacio, una de las dos puertas austeras señala la oficina de la Canciller Angela Merkel, al alcance de todos en el espacio del hall que antecede al recinto.
El parlamento, cerrado por Hitler para constituir un Congreso uniforme que respondiera sólo a sus designios, encierra una historia que depara aún más sorpresas. Durante los bombardeos que precedieron a su caída los sótanos del lugar fueron utilizados como improvisadas salas de parto, ya que sus muros resistían cualquier ataque. En el lugar donde se había clausurado la democracia triunfaba la vida como un acto de esperanza invencible.
Hoy las cúpulas del arquitecto Alan Forster coronan el templo de los debates políticos en la capital líder de Europa.
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