sábado, 28 de enero de 2017
MARÍA ELENA WALSH
María Elena Walsh. Una de las pérdidas intelectuales y morales más importantes que sufrimos los argentinos en los últimos tiempos. Ahora que estamos saliendo de una etapa de oscuridad conviene convocar el recuerdo de su figura para que nos ilumine el camino con su talento y lucidez. Para que con su sensibilidad y honradez nos ayude a cometer la menor cantidad de errores. Para que nos ayude a refundarnos como patria.
María Elena revolucionó el lenguaje. Porque fue la primera en no tratar a los chicos como si fueran tontos. Fue la primera en sacarle el almidón escolar y severo a las canciones, en hablar jugando, en cantar divertido, en crecer con sonrisas. Por eso Manuelita con su nueva estética y su vieja ética quedó grabada a fuego en el corazón de las multitudes. Un día María Elena se marchó, igual que Manuelita. Tuvo dos viajes que la refundaron. Fue a Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez aquél de la literatura inolvidable de Platero y yo. Y a Europa de la mano de Leda Valladares para huir de un peronismo que le sonaba autoritario y para armar un dúo inolvidable de vidalas, de bagualas y de vinchas. En París se enriqueció lícitamente. Su sensibilidad y su espíritu se multiplicaron interactuando con George Brassens, Jaques Brel, Charles Aznavour, Ives Montand, Pablo Neruda y la mismísima Violeta Parra. Fue su propia serenata para la tierra de uno, una de las canciones más hermosas que se han escrito sobre estas tierras y sobre estas pasiones inmigrantes y criollas que en ella se mezclan. ¿Se acuerda? ¿Me permite?…
“Porque me duele si me quedo pero me muero si me voy. Por todo y a pesar de todo, mi amor… Yo quiero vivir en vos”. ¿Me deja seguir? “Por tu decencia de Vidala y por tu escándalo de sol, por tu verano de jazmines, mi amor… Yo quiero vivir en vos…” ¿Qué maravilla, no? Por el idioma de infancia, por tus antiguas rebeldías. Casi nadie modeló la ternura y la ironía para hacerla belleza como ella. Siente lo que pasa, presiente lo que pasará.
Mucho antes de que los dictadores argentinos inventaran la desaparición forzada de personas escribió: “Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui/Sola y llorando/Cantando al sol como la cigarra/ después de un año bajo la tierra/ igual que sobreviviente que viene de la guerra.”
Dicen que cuando ella murió, se elevó al cielo como una bandera de libertad. Por eso si me permiten, me gustaría decirles que yo no creo demasiado en su muerte. Ni en la de María Elena ni en la muerte de la libertad. La historia demuestra que son llamas que arden para que la vida sea vida. Y que no se apagan jamás.
Yo le creo más a ella cuando dice que tantas veces la mataron, que tantas veces se murió y sin embargo está aquí resucitando. En eso creo. En que ella volverá y será millones de benditas mujeres de esta tierra que nos seguirán ayudando a ser felices y a pensar. No tengo dudas de que María Elena sigue estando al lado nuestro cada vez que la necesitamos para que navegue por nuestra conciencia y nos ayude a ver lo mejor y lo peor de nosotros. Ese fue, es y será siempre el gigantesco aporte inagotable de María Elena. A su talento para bordar letras y melodías o para darle a las palabras alas y colores como decía José Martí le agregó esa capacidad para decir las cosas de frente, sin pelos en la lengua, con la polémica y la valentía en el bolsillo.
Descubrió el ADN de nuestro país cuando habló del Reino del revés. Nadie baila con los pies. Un ladrón es vigilante y otro es juez. Esa editorial cantada por todos la escribió hace más de 50 años y parece que fuera hoy. Es un ensayo sobre lo que somos. El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta nos confirmó que el Ministerio de Educación se va a instalar en los terrenos de la villa 31. Que ese edificio va a ser el eje de un polo educativo que va a tener escuelas primaria y secundaria y un jardín de infantes. Y que todo esto será la avanzada de un proyecto para integrar a los habitantes de la villa, para sumarlos y dejar de estigmatizarlos, para incluir definitivamente a esas 43 mil personas que viven en casillas precarias algunas de las cuales tienen hasta seis pisos. No importa la caracterización ideológica que usted haga del gobierno esa es una medida progresista en el más puro sentido de la palabra. Esa es una decisión igualitaria que beneficia a todos los habitantes de la ciudad pero, especialmente a los que más sufren. La noticia no tuvo una gran cobertura de los medios pero yo creo que es una de las mejores que hemos registrado en los últimos tiempos. Pero, como si esto fuera poco, la frutilla del postre, es el nombre. ¿Sabe cómo se va a llamar el moderno edificio del ministerio de Educación que se construir en la villa 31? ¿Sabe cómo van a bautizar a ese avance monumental? El edificio se va a llamar María Elena Walsh. Y esta es la mejor noticia de todas. Porque además del rol del estado que fomenta la igualdad de oportunidades la señal que se da con el nombre es casi la mejor síntesis que podemos encontrar los argentinos de educación, cultura y honradez. María Elena Walsh es todo eso y mucho más. Y esta idea me motiva otra idea. Por extensión, el barrio, la villa 31 debería llamarse también María Elena Walsh. ¿No le parece? Sería la mejor hada madrina para que cuide a todos los chicos que a pesar de las dificultades quieren aprender y progresar.
Un día el coraje de María Elena sacudió a la temible y blindada dictadura militar desde Clarín con un texto que pasó a la historia. Desventuras en el país jardín de infantes, se llamaba. Y fue un golpe cultural demoledor al golpe militar. Y vino la democracia y vino Alfonsín que le ofreció un lugar en la política y otro en la tele junto a María Herminia Avellaneda. Y vino el peor de los dramas de 6 letras pero innombrable. Y ella le puso el cuerpo y las agallas para agarrar al cáncer a cachetadas y a los gritos. Lo maltrató, lo expulsó de su cuerpo, lo mantuvo a raya fuera de sus límites. Vade retro satanás. Y se puso de pié nuevamente, como La Cigarra. Y todos los argentinos dimos gracias a la desgracia y a la mano con puñal porque la mató tan mal y siguió cantando.
Nos hizo mejores a todos. Nos hizo más felices y pensantes. Nos hizo más chicos y más grandes. Nos hizo más alegres y llorones. María Elena de la palabra, María Elena de la conciencia, María Elena de la decencia. Una vida militando en la imaginación no es poco. Una vida militando en la libertad lo dice todo. María Elena, nos hizo más y mejores argentinos. Necesitamos su luz más que nunca. Y tal vez, algún día dejemos de ser un país jardín de infantes.
A. L.
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