sábado, 21 de enero de 2017
CONTACTO VISUAL ....SILGNIFICANTES
Mirar a otro a los ojos. Algo tan cotidiano como poderoso. ¿Cuánto está bien? ¿Cuánto es poco o mucho? La línea que divide entre una mirada escurridiza y una intensa es delgada. Me cuesta mantener la mirada en los ojos de otro y, contra mi voluntad, me escapo de ese espacio que encuentro íntimo y un tanto intimidante. ¿Les pasa? Tratando de entender esta conducta, di con varios estudios que muestran cómo mirar a otro a los ojos, o no hacerlo, tiene múltiples implicancias.
Un estudio publicado en el Journal Cognition demuestra que a veces cuando hacemos contacto visual se hackea al cerebro, y hace que sea más difícil hacer foco en cosas simples como hablar. En el estudio del Departamento de Psicología Cognitiva y Educación de la Universidad de Kyoto, sus autores, Shogo Kajimura y Michio Naumra, trabajaron con 26 personas en un juego de palabras en el que les daban verbos que correspondían a ciertos sustantivos (por ejemplo, al escuchar agua decían hierve). Al contestar, debían hacerlo mirando una pantalla con caras, en algunos casos con personas mirándolos directo a los ojos y otras, con personas mirando a los costados. Entre las rondas de test se mezclaron tareas con menor y mayor dificultad de conexión dada por las palabras que se elegían. Por ejemplo, leche era muy fácil de conectar y linkear con tomar, pero para lista eran menos obvias y más diversas las opciones. Según los resultados, les había llevado más tiempo contestar a los que estaban haciendo contacto visual, pero sólo cuando era más complejo o poco obvio el verbo que le correspondía al sustantivo. Esto demuestra que el contacto visual al hablar no interfiere directamente con procesos ligados a la generación de verbos, sino que consume nuestros recursos más generales cognitivos, los que usamos para dibujar o hablar y que se hace más difícil usarlos si estamos lidiando con algo específico, como el contacto visual.
Por eso, cuanto más complicada sea la historia que contamos, dicen, más probable que necesitemos romper con el contacto visual. Mejor retirar un poco la vista y pasar por tímido, antes que tropezar con nuestras propias palabras. En ámbitos laborales hacer demasiado contacto visual puede percibirse como una intención de dominación o intimidación. En el otro extremo, en el análisis de reclamos en un hospital, se encontró que nueve de cada diez quejas incluían la mención de "poco contacto visual" del profesional con el paciente interpretado como falta de respeto y de cuidado. El tiempo justo de contacto, ese período mágico que produce mutua confianza y bienestar, varía tanto como las situaciones, culturas y personalidades. Como regla general, dicen los investigadores, debería haber entre un 30 y 60% de mirada mutua, más cuando se escucha, menos cuando se habla, para generar una atmósfera productiva y confortable. Y lleva 3.3 segundos que el contacto visual cambie de amigable a raro.
Otro estudio de la Universidad de Cambridge, Eye Contact Increases Resistance to Persuasion, asegura que cuando se sostiene la mirada por demasiado tiempo puede generar mayor resistencia del que escucha. Y, contrariamente a lo que se cree, el contacto visual extendido puede ser la marca de alguien que está contando una gran mentira. Unos datos más: produce un poderoso pero subconsciente sentido de conexión, aún en miradas dibujadas o fotografiadas. Reducimos el contacto cuando hablamos de temas que nos avergüenzan, cuando estamos tristes o evocamos pensamientos o emociones. Y lo incrementamos con gente que nos gusta, admiramos o que tienen poder sobre nosotros. Las mujeres miramos más a los que nos hablan que los hombres, por eso preferimos conversaciones cara a cara. ¿Quién se anima a mantener el próximo cara a cara con toda esta información sobre el poder de nuestra mirada? Voy a hacer algunos ensayitos en casa antes de salir a mirar.
M. R.
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