Una leve aproximación a la literatura de Dorothy Parker / Dramaturgia y dirección: Silvia Oleksikiw / Intérpretes: Nadia Albarracín y Dana Crosa. Música original: Santiago Carranza / Entrenamiento físico expresivo: Ximena Romero / Vestuario: Javier Laureiro / Iluminación: Gonzalo Berdes / Escenografía: Nicolás Botte / Asistente de dirección: Anabella Zarbo / Sala: Querida Elena, Pi y Margall 1124, La Boca / Funciones: domingos, a las 19 / Duración: 60 minutos
Dorothy Parker se encuentra con Dorothy Parker, trago de por medio. Una es joven e impetuosa, mientras que a la otra se la percibe madura, cansada, hasta casi derrotada. Sin embargo, las dos se las arreglan para expresar, juntas, la esencia transgresora y atrevida del universo literario de esta escritora estadounidense, universo al que bien vale la pena hincarle el diente.
El encuentro en las dos Dorothys no es sencillo; se miden, se molestan, se reprochan y hasta se podría decir que se ningunean, pero ahí, al alcance de la mano hay cariño y cuidado, como entre madre e hija.
Silvia Oleksikiw -en su rol de dramaturga y directora- creó una suerte de pieza biográfica a fuerza de recortar textos de Parker, esos que ayudan a narrar su propia vida, su entorno, sus amores, su tremenda soledad. Pero Parker es divertida hasta para hablar del dolor y entonces, el sarcasmo y la ironía impregnan con su aroma las palabras que se dicen, las palabras que se leen. Lo mismo da si salen de la boca de la Dorothy joven o de la Dorothy mayor, sólo que en una hay más inconciencia y en la otra, cierta resignación; aunque en las dos, el mismo desparpajo.
(D)... es la excusa perfecta para entrar a un mundo poco conocido y que tiene grandes momentos para ofrecer. La obra da pinceladas brillantes de esa mente y de esa lengua avanzada para la época (vivió entre 1893 y 1967) a través del trabajo minucioso de dos muy buenas intérpretes, Nadia Albarracín (la Dorothy mayor) y Dana Crosa (la más joven). Entre las dos se complementan para construir un personaje complejo repleto de matices que da no sólo el paso del tiempo sino las contradicciones no resueltas. Así, Albarracín y Crosa crean un universo sensible y divertido del que se disfruta formar parte. Si bien las dos logran grandes momentos, no se puede dejar de señalar el gran trabajo expresivo (quizás aquí se nota el trabajo de entrenamiento con Ximena Romero) de Dana Crosa; es realmente precioso lo que hace en escena con su joven criatura y es difícil dejar de mirarla, aun cuando no está en ella el foco de atención.
La propuesta se completa en una puesta en la que la música juega un rol muy importante, al igual que las luces y el vestuario. Además, suma al agrado general, la bellísima sala en la que está programada: Querida Elena, un espacio donde es recomendable llegar con tiempo para disfrutar aún antes de que comience la función.
El encuentro en las dos Dorothys no es sencillo; se miden, se molestan, se reprochan y hasta se podría decir que se ningunean, pero ahí, al alcance de la mano hay cariño y cuidado, como entre madre e hija.
Silvia Oleksikiw -en su rol de dramaturga y directora- creó una suerte de pieza biográfica a fuerza de recortar textos de Parker, esos que ayudan a narrar su propia vida, su entorno, sus amores, su tremenda soledad. Pero Parker es divertida hasta para hablar del dolor y entonces, el sarcasmo y la ironía impregnan con su aroma las palabras que se dicen, las palabras que se leen. Lo mismo da si salen de la boca de la Dorothy joven o de la Dorothy mayor, sólo que en una hay más inconciencia y en la otra, cierta resignación; aunque en las dos, el mismo desparpajo.
(D)... es la excusa perfecta para entrar a un mundo poco conocido y que tiene grandes momentos para ofrecer. La obra da pinceladas brillantes de esa mente y de esa lengua avanzada para la época (vivió entre 1893 y 1967) a través del trabajo minucioso de dos muy buenas intérpretes, Nadia Albarracín (la Dorothy mayor) y Dana Crosa (la más joven). Entre las dos se complementan para construir un personaje complejo repleto de matices que da no sólo el paso del tiempo sino las contradicciones no resueltas. Así, Albarracín y Crosa crean un universo sensible y divertido del que se disfruta formar parte. Si bien las dos logran grandes momentos, no se puede dejar de señalar el gran trabajo expresivo (quizás aquí se nota el trabajo de entrenamiento con Ximena Romero) de Dana Crosa; es realmente precioso lo que hace en escena con su joven criatura y es difícil dejar de mirarla, aun cuando no está en ella el foco de atención.
La propuesta se completa en una puesta en la que la música juega un rol muy importante, al igual que las luces y el vestuario. Además, suma al agrado general, la bellísima sala en la que está programada: Querida Elena, un espacio donde es recomendable llegar con tiempo para disfrutar aún antes de que comience la función.
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