Huye: una reflexión sobre el miedo
(Get Out, EE.UU./2017) / Dirección y guión: Jordan Peele / Fotografía: Toby Oliver / Elenco: Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener, Bradley Whitford / Distribuidora: UIP / Duración: 104 minutos / Calificación: apta para mayores de 16 años
Las tensiones raciales en los Estados Unidos representadas a través de la dinámica que se produce cuando una chica blanca lleva a su novio negro a la casa de sus padres: con esta premisa se podría hacer un drama oscarizable, como en su momento ocurrió con ¿Sabes quién viene a cenar? (1967), de Stanley Kramer. Aunque seguro que el intento no redundaría en una película tan fascinante, divertida y efectiva como lo es Huye.

Jordan Peele, hasta ahora conocido como un gran comediante, aborda este tema desde su género favorito, el terror. El guionista y director crea un clima de suspenso y paranoia dándole un nuevo contexto a clichés como el suburbio aparentemente pacífico en el que pasan cosas extrañas, el sótano como espacio predilecto del horror, los sonidos que sobresaltan al espectador, entre otros. La combinación de estos elementos con el humor, que aparece en los momentos de mayor tensión, y con el drama, inherente al conflicto racial persistente en la sociedad norteamericana, le dan al film una bienvenida originalidad.
La puesta en escena es brillante, pero son las actuaciones las que se erigen en pilar de la película. Catherine Keener y Bradley Whitford están perfectos como siempre, y Allison Williams prueba que tiene mucho para ofrecer más allá de Girls. Pero quien se roba la película es Daniel Kaluuya, quien con su impactante expresividad, la solidez de su presencia y los matices emocionales que logra transmitir confirma que es un talento al que hay que prestarle mucha atención.M. F. M.
El candidato: lúcida y cargada de ironía
(Uruguay, Argentina, 2017) / Guión y dirección: Daniel Hendler / Elenco: Diego De Paula, Alan Sabbagh, Ana Katz, Verónica Llinás, César Troncoso, Fernando Amaral, José Luis Arias, Matías Singer y Roberto Suárez / Fotografía: Lucio Bonelli / Edición: Andrés Tambornino / Duración: 82 minutos / Calificación: apta para mayores de 13 años
Martín Marchand se prepara para triunfar en la política. Cuenta con un pintoresco grupo de asesores que se reúne con él en una fastuosa estancia para elaborar una campaña más apoyada en las estrategias de marketing que en propuestas tangibles.

Todos los datos que circulan abierta o solapadamente en El candidato conducen al mismo destino: las iniciales del político, que además tiene un padre poderoso que lo presiona constantemente a la distancia, las tres letras que identifican al espacio político al que pertenece (NEO, en este caso), el nombre de la colega más experimentada que podría ser su aliada en la campaña (Eloísa). Es difícil no encontrar paralelismos con la actualidad argentina. Pero este segundo largometraje de Daniel Hendler excede el marco de las referencias evidentes y funciona a la perfección como comedia lúcida y cargada de ironía, apoyada en ese humor agudo e inteligente que Hendler suele imprimirle a sus personajes cuando actúa.
La película se beneficia notoriamente de la solidez de un elenco muy ajustado (es excelente el trabajo del protagonista, Diego de Paula). Más cerca del final, la película se zambulle imprevistamente en el terreno del thriller, un giro que parece destinado a señalarnos que, más allá de su visible patetismo, los discursos presumiblemente vacíos también pueden derivar en consecuencias muy peligrosas.
A. L.
Graduación: fiel exponente de un cine que logra sorprender y mantenerse fiel a sí mismo
(Baccalaureat, Rumania/Francia/Bélgica, 2016) / Dirección: Cristian Mungiu / Guión: Cristian Mungiu / Fotografía: Tudor Vladimir Panduru / Edición: Mircea Olteanu / Elenco: Adrian Titieni, Maria-Victoria Dragus, Lia Bugnar, Malina Manovici, Vlad Ivanov, Gelu Colceag, Rares Andrici / Distribuidora: Distribution Company / Duración: 128 minutos
La rumana, una de las filmografías insoslayables de lo que va del siglo XXI, tiene sus grandes nombres: entre otros, Cristi Puiu, Corneliu Porumboiu, Radu Muntean, Adrian Sitaru y Cristian Mungiu, el autor de Graduación.
Con 4 meses, 3 semanas, 2 días, Mungiu había logrado en 2007 la primera Palma de Oro en Cannes para Rumania. Con Graduación también compitió en Cannes, y ganó -compartido con Olivier Assayas por la recientemente estrenada aquí Personal Shopper- el premio al mejor director. Desde hace más de una década, este nuevo cine rumano ha logrado la proeza de seguir sorprendiendo y a la vez mantenerse fiel a sí mismo. Es decir, parte de la sorpresa es la capacidad de reinventarse o de volver a funcionar, desde coordenadas constantes: la duda como sistema, para entrar en dilemas morales de resultados inciertos.
Las preguntas sobre qué hacer y cómo manejarse en una sociedad tremendamente marcada por su pasado comunista, dictatorial, ineficaz, corrupto y de aislamiento conducen en general a thrillers domésticos, sociales, sin grandes explosiones -salvo las discusiones internas, entre familiares y/o funcionarios-, pero que generan -a partir de un armado tenso y que se percibe necesario- grandes dosis de tensión.

Toda esta descripción introductoria puede comprobarse (o ponerse a prueba, porque la duda es fundamental) en Graduación, historia de padre a hija, y de esposa y amante, y de ataque sexual y de una beca para irse del país, y de los contactos institucionales -policía, médicos, gestores de favores varios- que se traman frente a nuestra mirada, en pocos minutos de planteo y en un relato que mayormente se dedica a derivar acciones mediante una narrativa que no se fuerza o, mejor dicho, que su fuerza proviene de la lógica, una terrenal, urgente y hasta pedestre.
Lo que se relata con gran fluidez en Graduación parte de la unión entre los conflictos, los personajes, el realismo, la precisión actoral, la puesta en escena elaborada para que la interpretemos como simple, la prestancia y el aplomo de un director que se siente parte de una forma de hacer cine, más allá de su individualidad creativa.
El film propone un cine tan alejado de las pirotecnias y franquicias que inundan las pantallas como de cualquier idea de tedio, y si triunfa al problematizar las dudas de los personajes acerca de qué hacer en cada momento quizá se deba a que está sostenido por una notoria seguridad a la hora de crear, una convicción cinematográfica que no hay que soslayar.
J. P. F.
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