viernes, 6 de enero de 2017

EN EL MALBA LA COLECIÓN FALEL; PARA CHICOS TAMBIÉN....


Un viaje en el tiempo al corazón de Brasil, inmejorable destino de verano
En 150 piezas de la Colección Falel está la playa de Copacabana y mucho másTarsila do Amaral, emblema de Brasil.
En estos calurosos días, entrar en un museo fresco y silencioso supone siempre un buen plan. Y si adentro espera un viaje en el tiempo al corazón de Brasil, a través de cuadros y esculturas, la experiencia se vuelve doblemente oportuna. En el Malba, Antropofagia y Modernidad es -como promueve el hashtag- #brasilenmalba.
La playa de Copacabana da la bienvenida, pintada en acuarelas por Ana da Cunha Vasco, en 1905. Las olas se agitan en el mar de pinceladas de Anita Malfatti. Es posible sumergirse en la selva amazónica a través de la gran tela de John Graz, flora y fauna bien representadas: remite a las pinturas de Henri Rousseau tanto como a la saga animada Río. Los mulatos de Emiliano de Cavalcanti contagian el ritmo. Y el Brasil brillante de sol estalla en las pinturas de Tarsila do Amaral, como en su pintura Morro da Favela: casitas de colores, palmeras, figuras macizas y plantas ondulantes. El barroco colonial de Mina Gerais está retratado por Alberto da Veiga Guignard en dos grandes pinturas que parecen aguadas chinas. De la paleta de Cândido Portinari sale un partido de fútbol: la tierra es roja y los jugadores son chicos descalzos.
La muestra ofrece un panorama amplio del arte brasileño a través de 150 piezas de la Colección Fadel, una de las más importantes de Brasil, elegidas entre las 3000 que la componen, por Victoria Giraudo. "Dicen que es la colección que el Estado brasileño nunca logró armar. No hay en ningún museo una colección tan amplia, que abarca desde el barroco colonial hasta hoy. Sigue siendo privada, pero tiene un comodato con el Museo de Arte de Río por el que 200 obras, que van cambiando, se exhiben en sus salas", explica Giraudo, que es coordinadora de curaduría del Malba.
El recorrido se centra en la modernidad, de 1900 a 1960, y se organiza en cuatro núcleos. En el primero, narra el modernismo originario hasta 1930 (con artistas como João Batista Castagneto, Eliseu Visconti y Belmiro de Almeida). Continúa con la búsqueda de las raíces autóctonas e inmigratorias (Vicente do Rego Monteiro, Anita Malfatti, Do Amaral, esculturas de espíritu nativista de Victor Brecheret y Maria Martins, entre muchos otros). Luego, la modernización internacional y la abstracción concreta de la década de 1950 (Waldemar Cordeiro, Lothar Charoux, Hélio Oiticica); y la ruptura de lo moderno (Mira Schendel, Sérgio Camargo, Waltercio Caldas y más autores).
Hay artistas que se repiten en la muestra del primer piso, Verboamérica, que es un recorrido por el arte latinoamericano a través del acervo del museo -que tiene obras de varios brasileños-. Funciona como contexto ampliado para este panorama que ocupa el segundo piso. Hay varias esculturas de Maria Martins de seres fantásticos que hablan de amores contrariados; es la autora de Impossible, esa pieza emblemática de la Colección Costantini que recuerda el legendario romance entre la artista y Marcel Duchamp. También, hay más bichos de Lygia Clark, esas esculturas móviles, y en una serie de obras está la evolución de sus investigaciones formales.
En la tensión entre lo propio y las tendencias de afuera, Brasil forja en estos años su identidad. "Es un relato posible, cronológico, y la premisa es que sea una exposición fácil, para todo público. La modernidad es un proceso que ocurre en las ciudades -Río, San Pablo, Bahía-, en relación con el contexto internacional, pero a la vez entra en conflicto con el concepto de antropofagia: tomar lo de afuera, deglutirlo y transformarlo en algo nuevo. Brasil pese a ser un país tan grande, con tantos climas y migraciones, no es un país cerrado en sí mismo, sino que se mantuvo permeable, sin descuidar lo autóctono, sus raíces", sigue Giraudo.
Ese mirar hacia adentro tiene consecuencias aún hoy. Los artistas actuales siguen inspirándose en sus predecesores: la maternidad en círculos que abre la muestra, pintada por De Almeida en 1908, recuerda las pinturas de Milhazes. También impacta en el mercado: "Los Fadel empezaron a comprar en 1968, cuando se casaron. Vieron arte romántico en Europa, y empezaron a buscar para comprar piezas creadas en su país. Los brasileños tienen un coleccionismo fuerte. Y eso hizo que los valores de su arte sean diez veces mayores que los del argentino".
M. P. Z.




Planes para visitar la muestra con chicos
La exposición de arte de Brasil continuará en el Malba hasta el 26 de febrero. La agenda de actividades complementarias es atractiva e incluye buenas propuestas para planear la visita en familia: hay diferentes tareas con chicos, antes o después de visitar la sala.
Espacio de recreación: Tercer tiempo. Domingos 8 y 22 de enero, 5 y 19 de febrero, a las 15. La colección permanente será el punto de partida para esta actividad.
Actividad de narración: Me contaron una vez. Viernes 27 de enero y 3 de febrero; miércoles 1° y 8 de febrero, a las 15. Los niños de 3 a 5 años son invitados a sumergirse en distintos relatos fantásticos.
Ping-pong carioca. Lunes 30 de enero, 6 de febrero; jueves 2 y 9 de febrero, de 15 a 16.30. Intercambio entre algunos artistas brasileños presentes en Verboamérica y Antropofagia y Modernidad. Dirigida a niños de 4 a 10 años, acompañados de un adulto.

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