jueves, 5 de enero de 2017

LOS JUDÍOS Y EL TANGO

INVESTIGADOR; DR. RICARDO "EL MORDAZ"

La participación de los judíos en el tango es un fenómeno poco conocido a pesar de que se trató de un aporte fecundo, a tal punto que existen al menos dos libros relacionados con este tema: Tango judío de Julio Nudler y Crónica de los judíos en el tango de José Judkovski, quien además tiene en la radio Jai el programa “Buenos Aires fervor y tango”, los domingos de 10 a 12 horas.
De estas fuentes obtuve la información para la confección de este artículo. Como son tantos los aportes de judíos a la música ciudadana fue imprescindible hacer una selección, desde ya arbitraria.
VIOLINISTAS
Hay más de treinta violinistas judíos que participaron en orquestas de tango, porque es el instrumento más afín en esa comunidad y existen varias razones que explican este fenómeno. Todos estos personajes eran inmigrantes e hijos de inmigrantes y provenían en su mayoría de Europa del Este y de Rusia, principalmente Odesa. Vinieron con la tradición del violín heredada a lo largo de generaciones.
Se acepta que este instrumento fue inventado en la región de Brescia por Gasparo da Saló, un judío sefardí escapado de la Inquisición española. De alguna forma, la compleja artesanía de fabricar violines fue tomada por la familia Amati que también estaba constituida por judíos sefardíes de la ciudad de Cremona. Ellos inspiraron a Antonio Stradivari que los perfeccionó y los hizo insuperables.
Otra razón para la preferencia del violín es su reducido tamaño y huir de la persecución de un pogromo con un violín es mucho más práctico que hacerlo con un piano.
Raúl Kaplún

Raúl Kaplún (1910-1990)
Su padre era un inmigrante venido de Besarabia que se ganaba la vida vendiendo sombreros y gorras que llevaba en una cesta de mimbre. A pesar de la estrechez económica, la familia se las arregló para que Raúl estudiara violín desde la infancia. Cuando terminó el colegio primario se presentó a un aviso del diario que pedía violinista. Los examinadores lo miraron con sorpresa no exenta de sorna, era por lejos el más joven de los veinte postulantes que se habían presentado, pero cuando lo oyeron tocar ganó el puesto.
Así comenzó a acompañar las películas mudas en diversos cines de la ciudad y formando parte del cuarteto del pianista Armando Baliotti, estrenaron el tango Esta noche me emborracho de Discépolo.
Gran parte de los violinistas de entonces no estaban a la altura de lo que el tango empezaba a exigir y esa fue la oportunidad de Kaplún quien se adaptó rápidamente a los requerimientos de los arreglos del violinista Argentino Liborio Galván. El primero de estos arreglos lo ejecutó en 1937 con la orquesta de Miguel Caló y según Gobello, el dúo Galván Kaplún dio origen a la escuela de virtuosismo de violín en el tango. El otro arreglador es Julio Ceitlin, también judío quien provenía de la escuela de Julio de Caro. Como compositor se le debe a Julio Ceitlin la autoría, junto con Armando Ziella, del hermoso tango “Estaño”.
Después de participar durante un tiempo en la orquesta de Lucio Demare, Kaplún formó en 1946 su propio conjunto y en ella debutó como cantante Roberto Goyeneche que solo tenía 18 años de edad con el tango Corrientes y Esmeralda.
Antiperonista acérrimo fue excluido de la radio por el régimen y disolvió su orquesta en 1952.
Szymsia Bajour




Szymsia Bajour (1928-2005)
Diez y ocho años después que naciera Raúl Kaplún vino al mundo Szymsia Bajour y si bien entre ellos hubo poco o ningún contacto, sus vidas tuvieron características similares. A semejanza de Kaplún, Szymsia provenía de una familia muy humilde y a la edad de 12 años, leyendo un aviso en el diario se presentó a una prueba para integrar un conjunto tanguero. “Pibe, tóquese algo, le dijeron”. Bastante amilanado Bajour interpretó una pieza de Prokoief, mientras los examinadores lo contemplaban azorados. Fue inmediatamente aceptado y debutó en un club de barrio durante los bailes de carnaval.
Así comenzó quien sería uno de los más eximios violinistas en la historia del tango y de la música clásica, tanto a nivel nacional como internacional. Esto lo logró en base a dos premisas: la práctica intensa del violín y la búsqueda de la excelencia. Para Bajour no existía música mayor o menor, solo había buena o mala; lo popular y lo clásico se tenían que tocar con la misma exigencia.
Practicaba en todos los momentos que tenía libre, incluyendo durante los intervalos en los cabarets. A veces en el Tibidabo, Aníbal Troilo lo descubría en los ejercicios y se sentaba a escucharlo y Barouj le regalaba pasajes de sonatas o conciertos y el gordo se emocionaba hasta las lágrimas.
Su profesionalismo determinó que lo contrataran las mejores orquestas y así pasó por los conjuntos de Pedro Maffia, Aníbal Troilo, Edgardo Donato, Miguel Caló, Joaquín Do Reyes, Atilio Stampone, Leopoldo Federico, Florindo Sassone, Miguel Nijensohn, Carlos Di Sarli, Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla.
Siguiendo con la premisa de que no existía música mayor o menor, solo buena o mala, integró el grupo de primeros violines de la Sinfónica Nacional y fue concertino de las siguientes sinfónicas: Nacional de Cuba, Universidad de San Juan, Nacional de México y Universidad de Veracruz, México. Su ida a México ocurrió cuando estaba en el quinteto de Piazzolla y éste, con su carácter tan especial y su intolerancia, jamás se lo perdonó y lo que había sido una entrañable amistad, se convirtió en un distanciamiento absoluto.
De su escuela de violín salieron grandes intérpretes y dictó cursos de perfeccionamiento violinístico en Argentina, América Latina, Europa y Estados Unidos.
Aquel que señaló: “Lo popular jamás debe perder rigor estético. La belleza no tiene fronteras ni clases sociales que puedan adueñarse. Solo es…belleza”, falleció el 24 de febrero de 2005.
ARTURO BERNSTEIN.

Arturo Berstein (1882-1935)
Arturo no fue un personaje sobresaliente pese a ser considerado uno de los mejores bandoneonistas de la Guardia Vieja. En ese sentido Arolas y Greco fueron mucho más populares que él, sin embargo técnicamente era el mejor. Solía interpretar con su bandoneón música clásica, trozos de ópera y de opereta.
Fue uno de los primeros en trabajar con partituras y a Ernesto Ponzio, el compositor de Don Juan, cuando le preguntaron qué orquesta había tocado en un salón de Barracas manifestó “si los cosos tocan con el papelito es la orquesta del Alemán”, que así se lo llamaba a Berstein, pero su mayor aporte no fue como intérprete ni como compositor sino por haber establecido la primera escuela sobre la técnica y el empleo del bandoneón.
Era la época en que este instrumento empezaba a desplazar a la flauta, pero no había profesores del fuelle y Bernstein llenó ese vacío. Destacados bandoneonistas salieron de sus aulas y cuando hablaban de su maestro solían decir: “Berstein nos insistía que la técnica tiene que primar sobre la emoción. Ésta sirve para la composición, pero no para la interpretación, que tiene que ser técnicamente perfecta”. De su escuela salieron figuras como Luis Petruccelli, Carlos Marcucci, Pedro Maffia, Nicolás Pepe, etc.
EL GRAN MAX

Mordejai David Glcksmann (1875.1946)
A mediados de 1890 llegó al puerto de Buenos Aires, proveniente Ucrania, un joven de 15 años llamado Mordejai David Glucksmann. Se instaló en el barrio de la Boca y pronto demostró su gran espíritu emprendedor y su habilidad para los negocios.
Dos años después de su llegada había aprendido la técnica de la fotografía, lo suficiente como para instalar el primer laboratorio fotográfico en el Estado Mayor del Ejército y gracias a sus fotografías se pudieron establecer los límites fronterizos de nuestro país con Chile y Bolivia.
Para entonces todos lo llamaban Don Max y en 1900, después de hacer ingresar al país las primeras máquinas de cine y con la colaboración del fotógrafo Eugenio Py, dieron comienzo a la cinematografía nacional con la película: La Bandera Argentina, seguida al poco tiempo por Tango Argentino. En 1914 produjo el primer largometraje argentino: Amalia, basado en la novela de José Mármol. Durante esos años fue el más importante cineasta de América Latina y en poco tiempo era dueño de 100 salas cinematográficas.
El verdadero aporte a nuestra música ciudadana lo hizo a partir de 1925 cuando creó los famosos Concursos Max Gluksmann, que tenían por finalidad promover la creación de nuevos tangos. Estos eventos duraron 5 años y aportaron al acervo tanguero destacadas piezas musicales como: Organito de la tarde, Sentimiento Gaucho, Senda Florida, Alma en pena y Duelo criollo.
Como si todo esto fuera poco instaló en 1919 la primera industria discográfica del país. Su enorme capacidad para el trabajo, su ingenio creativo y su visión para los negocios, que le permitieron ser pionero en tantos emprendimientos, hicieron que este joven, que a los quince años bajó del barco sin un centavo, lograse amasar una fortuna considerable.
Por entonces ya existía la revista Fortune que lo incluyó entre las personalidades más ricas del continente americano.
Aquí se agrega una cualidad más de Don Max: fue un gran filántropo que ayudó a muchas instituciones dedicadas al bien común sin hacer reparos en sus características confesionales. Falleció a los 71 años el 20 de octubre de 1946.
ISMAEL SPITALNIK

Ismael Spitalnik (1919-1999)
Ismael Spitalnik siempre se presentó a sí mismo como un arreglador, especialmente de Aníbal Troilo y pese a que casi no tuvo formación musical, cuando uno escucha por ejemplo Cafetín de Buenos Aires, La Perdida o San Pedro y San Pablo, que son arreglos de Spitalnik, se percibe su talento en esta difícil ciencia de la música.
Nació en una casa muy humilde, laburadora y progresista, como solía decir. Primero llegó la madre de Lituania, trabajó como un burro de carga hasta que juntó el dinero para traer a su novio y tuvieron ocho hijos. Como buenos anarquistas, nunca se casaron, hasta que en ocasión de las bodas de oro, los nietos les pidieron que formalizaran la relación.
Spitalnik fue el que le dio su amado bandoneón de toda la vida a Troilo y le aconsejó que lo usara periódicamente porque de lo contrario se deterioraría.
En una oportunidad Troilo le mandó a Spitalnik una carta donde le agradeció el arreglo de Cafetín de Buenos Aires y le envió un giro por 150 pesos.
Spitalnik participó como arreglador, como bandoneonista o ambas cosas para las orquestas de Ángel D’Agostino, Juan Carlos Cobián, Aníbal Troilo, Horacio Salgán y Osvaldo Pugliese. Finalmente logró formar su propia orquesta llamada Septimino Bien Milonga que tocó piezas bellísimas, fruto de sus arreglos.
El aporte de los judíos es mucho más vasto, pero por razones de espacio tuve que hacer esta selección, que como toda síntesis no deja de ser arbitraria.
Jose Judkovski. Crónica de los judíos en el tango. Editorial Mila, Buenos Aires 2015.
Julio Nudler. Tango judío. Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.

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