Alain Rouquié. "Cuando la herencia deje de ser un problema el peronismo hallará un líder"
En su último libro, el politólogo francés -experto en la historia argentina- analiza el peronismo, "una democracia hegemónica" con rasgos que hoy encuentra en América Latina, Rusia y Turquía
Rouquié recuerda su entrevista con Perón en Madrid, en enero de 1969. Intimidado, no podía hacer funcionar su grabador. "Perón me dijo: 'Démelo'. Peor él era más torpe que yo, las manos le temblaban un poco. Entonces llamó: 'Lopecito, vení aquí y arreglale el grabador al señor'. Lopecito era Lóp.

PARÍS.- Hace 53 años que Alain Rouquié sigue con la paciencia de un benedictino la evolución de la Argentina. Más de medio siglo durante el cual sus análisis, artículos y publicaciones lo consagraron como el mejor especialista francés de nuestro país y de América Latina. Pero no es sólo esa prolongada asiduidad académica la que otorga precisión a su extensa obra. Lo que hace la diferencia es su empecinada objetividad.
Esa imparcialidad se vuelve a manifestar en su último libro, Le siècle de Perón (El siglo de Perón), recientemente publicado en Francia por Seuil. En 403 páginas, el actual director de la Maison de l'Amérique Latine en París analiza con distancia histórica la experiencia peronista, sus errores, sus ambigüedades, sus aciertos y leyendas. Siguiendo paso a paso ese fenómeno político singular, Rouquié describe un tipo de régimen al que califica de "democracia hegemónica", que se reduce, esencialmente, a la consulta electoral.
La mayor originalidad de Le siècle de Perón reside, sin embargo, en el enfoque globalizador del autor, convencido de que esa "autocracia electiva" que caracteriza la vida política argentina desde hace más de 70 años generó en el siglo XXI numerosas imitaciones, no sólo en América Latina, sino también en Europa e incluso en Asia.
Hace medio siglo que trabaja sobre la Argentina y, sin embargo, sigue sorprendiéndose ante la longevidad, la perennidad del peronismo. Recuerdo que hace varios años me dijo: "En Brasil, ¿quién se acuerda de Getulio Vargas?". Ahora lo repite en su libro.
Así es. En Brasil no existe un partido getulista. En Francia no hay más partido gaullista. En la Argentina, 70 años después sigue existiendo el peronismo, aunque esté dividido. Es único en el mundo. Ese fenómeno merecía ser estudiado. Una razón suplementaria fue el hecho de que aparecieron en América Latina varios regímenes que tenían características comunes con el peronismo. Pensé entonces que, para comprender esos nuevos regímenes, que son una suerte de manifestación de la democracia en un contexto particular, era necesario reflexionar a partir de una experiencia que duró casi un siglo, y que permite distinguir los factores, las condiciones de emergencia y las modalidades de funcionamiento de esos fenómenos.
¿Cuáles son esas características comunes entre el Perón del siglo pasado y esos nuevos líderes del siglo XXI?
La más importante es la de haber nacido de elecciones democráticas y pluralistas y, una vez en el poder, considerar que deben permanecer y tener el monopolio de la representación popular. Para todos ellos, los demás son ilegítimos.
¿Cuáles son los elementos comunes que encuentra entre el peronismo y, por ejemplo, la Rusia de Putin o la Turquía de Erdogan?
Hay elementos comunes en la emergencia de cada uno de esos regímenes, aunque a veces parezcan muy diferentes unos de otros. Me refiero a coyunturas en las cuales grupos sociales importantes son excluidos, rechazados, no representados. Donde se producen crisis económicas graves que afectan sobre todo a esos grupos, pero también a los demás. Y por fin, donde aparece un hombre que puede y que termina representando a esos grupos excluidos, que se apoya en ellos y consigue llegar al poder. En la Argentina era la clase media. La base del poder peronista estaba constituida por los sindicatos estatizados y por el ejército. Si miramos bien, en el caso venezolano también fue el ejército.
Pero no los sindicatos...
No, en Venezuela no fueron los sindicatos, que están en manos del partido socialdemócrata, sino el sector informal: las villas, los sectores que no tienen protección social. Me refiero a esos grupos sociales marginalizados por los dos gobiernos precedentes, que aplicaron recetas más bien liberales de ajuste que habían agravado la situación. Resultó el Caracazo, que fue el momento en que muchos sectores de la sociedad -en particular los militares- entendieron que había que cambiar el sistema.
Y en el caso de Rusia...
Puede parecer raro decir que Vladimir Putin tiene puntos comunes con Perón. Pero Putin fue primer ministro de Boris Yeltsin. Y con Yeltsin los rusos vivían en la miseria. Rusia era humillada por el resto del mundo. No sólo por la conducta de Yeltsin, sino también porque el fin de la Unión Soviética llegó acompañado de una gravísima crisis económica. Un grupo de predadores -los llamados oligarcas- se apoderaron de las empresas y la gente perdió todo. ¿Qué hizo Putin? Reactivó la economía, recuperó el control estatal de los principales recursos y, mediante una política ambiciosa y brutal, devolvió la dignidad internacional a su país y al conjunto de las clases sociales que se beneficiaron con la prosperidad. Porque no basta con llegar al poder diciendo "voy a refundar la república" y permitir a los excluidos, a los pobres, acceder a una vida digna y vivir en un país que funciona. También hay que tener los medios de una buena redistribución. Y para eso es necesaria la prosperidad.
Perón pudo hacerlo en la posguerra.
Exactamente, aunque no duró demasiado, del 47 al 50, más o menos. Cuando Chávez fue elegido en 1998 a la presidencia se presentó como un socialdemócrata, como un defensor de la tercera vía, tipo Blair o Clinton. Nunca habló de socialismo ni de revolución. ¿Por qué? Porque en 1998 el barril de petróleo estaba a menos de diez dólares. Si el petróleo no hubiese aumentado brutalmente, Chávez no habría permanecido tanto tiempo en el poder. Lo mismo sucedió en Rusia, gran productor de petróleo.
Usted señala otro elemento común: la voluntad de permanecer en el poder.
Esos gobiernos, que yo llamo "democracias hegemónicas", son de origen democrático y practican la democracia porque no suprimen el pluralismo. Pero controlan todos los contrapoderes. Y con el argumento de que son gobiernos reparadores, refundadores, consiguen convencer a la gente de que que no pueden ser reemplazados.

Y cuando no se puede conseguir la presidencia vitalicia se opta por la dinastía...
O se utiliza una especie de bricolaje que permite perdurar. Putin pasa la mano a Dimitri Medvedev, que lo reemplaza siendo alternativamente su primer ministro o presidente, y así gobernará quizás hasta 2025. En la Argentina era más bien familiar: Perón, Isabel, los Kirchner. En este último caso, el problema que tuvieron fue la muerte de Néstor. De lo contrario, estarían aún en el poder, pues él tenía una experiencia política que no poseía su esposa. Ese tipo de paso de posta no estaba prevista con Chávez, que había conseguido reformar la Constitución para ser elegido en forma ilimitada. Eso acaba de hacer Daniel Ortega en Nicaragua. No sólo eso, sino que además su mujer, Rosario Murillo, vicepresidenta, puede sucederlo en caso necesario. Y se necesita sólo 35% de los votos para ser elegido.
Usted dice en el libro que conoció a Perón. ¿Cuándo?
Lo conocí en Madrid, no me acuerdo del día, pero fue en enero de 1969, antes de que regresara a la Argentina. Yo pedí la entrevista.
¿Qué recuerdo conserva?
Tengo dos recuerdos. El primero es que me sentía bastante intimidado. Para el joven investigador que yo era, se trataba de un monumento histórico. Yo tenía un pequeño grabador que no conseguía hacer funcionar. Perón me dijo: "Démelo". Pero él era más torpe que yo, las manos le temblaban un poco. Entonces llamó: "Lopecito, vení aquí y arreglale el grabador al señor". Lopecito era López Rega. El segundo recuerdo es que estábamos los dos solos, pero él hablaba como si delante de él hubiese una multitud. Con los brazos abiertos, me hizo un discurso público. Yo le hacía preguntas que evidentemente no le gustaban. Se lo veía molesto. Por último, me hizo un elogio ditirámbico de Benito Mussolini. Estuvimos juntos unas dos horas. Una experiencia formidable que nunca había utilizado hasta ahora.
En su libro es extremadamente duro con las élites liberales argentinas. A su juicio, si éstas hubiesen comprendido el mensaje de Perón cuando llegó al poder y les dijo: "Yo terminaré con el comunismo, nuestro enemigo común", probablemente el fenómeno peronista no se hubiera desarrollado así.
Ése fue el primer error de las clases dirigentes. Pero hubo otro enorme error. La revancha social que nunca tendría que haberse producido. Si querían terminar con el peronismo era necesario que hicieran la política social del peronismo en una democracia. Fueron incapaces.

¿Cree que, con el tiempo, esos demócratas terminaron comprendiendo esos errores?
Creo... (dubitativo). Es verdad que pasaron tantas cosas en ese país desde entonces. El presidente Mauricio Macri no hizo una campaña antiperonista. Es por eso que fue elegido. Incluso fue a inaugurar una estatua de Perón en vísperas de su elección. Alguien como Macri, rodeado de gente que piensa, comprendió que podía ir contra los Kirchner, pero que Perón era intocable. Raúl Alfonsín hizo lo mismo. Nunca hizo antiperonismo. Denunció el pacto sindical-militar, pero el blanco no era Perón. Era la gente que había hecho ese pacto.
Hablemos de Europa. Usted menciona en su libro los peligros que pesan sobre el continente y sugiere que esas "democracias hegemónicas" podrían llegar incluso aquí. ¿Cree que existe también un extravío de las élites políticas europeas?
Hay sin duda cierta ceguera e incomprensión. Es difícil de entender que en Europa, la mayor alianza de democracias del mundo, cada vez que hay elecciones la gente se siente sumergida en la angustia. Están convencidos de que algo terrible sucederá. Lo vimos en Italia, lo vimos en Gran Bretaña. Es evidente que hay un problema. Lo que hay que preguntarse -y constato que las cosas no van en esa dirección- es si esos partidos contestatarios, nacionalistas, xenófobos, no responden a verdaderos problemas, desafíos e interrogantes.
En otras palabras, los partidos tradicionales no consiguen responder a los miedos de la gente.
En Estados Unidos, Hillary Clinton no respondió a los miedos de los electores, incluso en algún momento los insultó, menospreciándolos. Y cuando en Francia, ante el Frente Nacional (FN) tenemos un candidato (el conservador François Fillon) que presenta una plataforma ultraliberal, antiestatista y antisocial, uno se dice que es lo mismo que agitar un paño rojo delante de los electores de extrema derecha. En todo caso, muchos electores que apoyan al FN son iguales que los que votaron por Trump. Hay que darles respuestas. Es imposible tratarlos con desprecio porque son xenófobos, nacionalistas o porque "no comprenden nada". Por otra parte, los países europeos tienen instituciones sólidas. El Brexit no creó una crisis espantosa e incluso aquellos que lo promovieron se sorprendieron del resultado y hasta decidieron renunciar. Las instituciones pueden impedir o al menos canalizar esas corrientes antiinstitucionales y antipolíticas que proponen malas respuestas a cuestiones que no han sido resueltas.
¿Cómo ve el peronismo del siglo XXI?
Ese peronismo fue la familia Kirchner. Ahora, el peronismo está totalmente dividido, lo cual da fuerza a Macri. Cuando Cristina Kirchner dejó el poder tenía una tasa de popularidad muy alta. Después, de golpe, todo se derrumbó con las revelaciones de corrupción. Por otra parte hay un peronismo que trata de liberarse del control mortífero de los Kirchner, trabajando con Macri. ¿Cuánto durará? Ésa es la verdadera cuestión. A partir del momento en que la herencia del liderazgo deje de ser un problema, el peronismo se reunificará y hallará un líder, como siempre lo hizo, creando un serio problema para Macri. Una política de ajuste es siempre dolorosa, sobre todo después de un período en el cual había profusión de subvenciones. La modificación de todas esas anomalías provoca resistencias. En todo caso, creo que Macri es suficientemente hábil como para acompañar esos cambios indispensables con una política social. Pero estoy convencido de que el peronismo está al acecho, como lo ha estado siempre, desde hace casi un siglo.
Biografía
Alain Rouquié nació en Francia en 1939. Desde 2003 es presidente de la Maison de l'Amerique Latine en Francia. Entre sus obras se encuentran Poder militar y sociedad política en la Argentina, ¿Cómo renacen las democracias?, A la sombra de las dictaduras. En su país acaba de publicar Le siècle de Perón (El siglo de Perón)
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