lunes, 2 de enero de 2017
¿TE ACORDÁS, HERMANO?.....MIGUEL DE MOLINA
“Miguel de Molina, el delito de ser libre”Hoy hablaremos sobre uno de los artistas más destacados de los últimos tiempos y la lucha que emprendió para defender su pensamiento y sus elecciones sexuales
“Su talento viajó por todo el mundo, pero su vida estuvo signada por la opresión autoritaria a uno y otro lado del Atlántico”
Uno de los artistas más importantes que pasaron por la Argentina: Miguel de Molina. Su talento viajó por todo el mundo, pero su vida estuvo signada por la opresión autoritaria a uno y otro lado del Atlántico. Su biografía es el más claro ejemplo de la irracionalidad y la crueldad a la que una persona puede ser sometida por defender su pensamiento y sus elecciones sexuales.
Miguel de Molina era un famoso cantor y bailarín que nació en Málaga en 1908. Criado por su madre, su hermana mayor y sus cuatro tías, era el benjamín de una casa en la que sólo vivían mujeres.
Cuando entró en la escuela religiosa sintió el duro contraste entre el rigor de los curas, con aquel nido de protección femenina que se respiraba en su casa. Por otra parte, la crianza temprana en aquel universo de mujeres le confería un afeminamiento que, con frecuencia, lo hacía objeto de las crueles burlas de sus compañeros.
A los quince años tuvo su primer trabajo: limpiaba los cuartos de un burdel de Algeciras. La convivencia con las pupilas del prostíbulo, de alguna manera, lo retrotraían a ese mundo femenino en el que tan cómodo se sentía.
Desde el primer que entró en la pubertad, Miguel de Molina supo que el lazo que lo unía con las mujeres era tal, que, igual que ellas, también se sentía atraído por los hombres. Desde muy joven mostró un talento privilegiado para el canto y el baile flamencos en los numerosos tablaos de la ciudad. No tardó en ganar fama primero en Valencia, más tarde en Madrid, luego en toda España y, finalmente, sus éxitos como La bien pagá, Ojos verdes y Te lo juro yo, lo convertirían en el más grande exponente de la copla en todo el mundo.
Durante la breve primavera de la República española su voz incomparable animaba a los combatientes antifascistas y era símbolo de libertad sexual, en contra de los viejos valores defendidos por las huestes de Primo de Rivera y el falangismo recalcitrante. Fue amigo de Federico García Lorca, Rafael Alberti y de varios de los poetas republicanos.
Con el ascenso de Franco al poder, Miguel de Molina fue extorsionado por un empresario para que trabajara por un sueldo vil; en caso de que no aceptara, lo denunciaría por sus dos grandes crímenes: simpatizar con los republicanos y ser homosexual. Pero el hostigamiento y el estado policial eran de tal magnitud, que, de todas formas, fue delatado a las autoridades franquistas. Capturado como un perro, aquel niño mimado, frágil, dueño de un talento y una sensibilidad conmovedora, fue encarcelado y, víctima de las torturas más feroces, fue obligado al exilio.
Empujado al destierro, cuando Miguel de Molina llegó a Buenos Aires, a pesar de ser muy bien recibido por la comunidad artística, comprobó que no había llegado en un buen momento. Poco después del golpe del 43, que llevó a Juan Domingo Perón a la vicepresidencia durante la presidencia de facto de Farrel, Miguel de Molina fue detenido mientras daba una función en el Teatro Avenida. La policía, que irrumpió en plena función, no sólo detuvo a al artista, al elenco que lo acompañaba, a los empresarios del teatro, sino, también, a parte del público.
La pesadilla autoritaria volvía a repetirse: una vez más, el cantante fue encarcelado, esta vez en el penal de Devoto. Se lo acusó de participar en «grandes orgías» y de propiciar reuniones de gente de «dudosa moralidad». El pasquín filonazi Cabildo inició una campaña en la que se lo presentaba como la personificación del anticristo; con una virulencia que en realidad ocultaba sus terrores más primitivos—el miedo a «contagiarse» la homosexualidad—, la publicación de ultraderecha atacó a Miguel de Molina con argumentos dignos de la Inquisición.
Objeto de agresiones físicas y morales, a Miguel de Molina finalmente le fue aplicada la Ley de Residencia, la misma que, curiosamente, se utilizaba para deportar delegados obreros extranjeros sindicados como comunistas. Miguel de Molina pidió visa para exiliarse en Uruguay primero y en Chile después; no sólo le fue negada la petición, sino que ambos países lo declararon «persona no grata».
Sometido a una humillación sin límites ni fronteras, en agosto de 1943, con las manos esposadas y llevado a los empujones por la policía, fue expulsado del país y puesto a bordo de un buque con destino a México. Desafiando el poder de la dictadura, en una actitud valiente y peligrosa, en el puerto lo esperaban las actrices Iris Marga, Gloria Guzmán y Sofía Bozán, que apenas si pudieron despedirse de su amigo.
Los bienes de Miguel de Molina le fueron confiscados sin razón legal y en una subasta degradante, remataron sus muebles, sus objetos de arte y el vestuario completo que usaba en sus obras.
Sin embargo, después de tanta saña, Miguel de Molina iba a ser reivindicado, no casualmente, por otra mujer acaso tan importante en su vida como las que lo criaron.
En efecto, gracias a ella, algunos años más tarde, Miguel de Molina pudo volver a Buenos Aires y, recibido con todos los honores, volvió a actuar en el mismo Teatro Avenida en el que fuera detenido.
En una nota personal fechada el 11 de octubre de 1946, esa mujer dejó constancia del respeto y el reconocimiento que le profesaba:
“Saluda con su mayor consideración al señor don Miguel de Molina, y al acusar recibo a su carta por el que compromete su valioso concurso artístico al acto que llevará a cabo el Teatro Colón, se complace en agradecerle viva e íntimamente su dignísimo gesto, que pone de manifiesto una vez más su fina sensibilidad de artista y una clara comprensión a las inquietudes culturales del pueblo argentino”.
Más abajo se leía la firma clara y de letras redondas de la esposa del mismo vicepresidente de facto, en cuyo gobierno se lo había encarcelado.
«María Eva Duarte de Perón»
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