viernes, 24 de febrero de 2017
EVITA DUARTE: ACTRIZ
Son muchas las biografías que se han escrito sobre Eva Perón y casi todas la ensalzan o la denigran. La idea de que alguien pueda ser más o menos objetivo con ella, al menos en la Argentina, resulta casi irreal. Ahora Eudeba acaba de publicar Eva Duarte, más allá de tanta pena, del historiador del mundo del espectáculo César Maranghello. Lo peculiar en esta biografía es que el autor se ocupa exclusivamente de la carrera artística y el comienzo de la carrera política de Evita. Maranghello parte de la niñez en Junín, pero se centra en el período que va desde la llegada de la "Cholita", como la llamaba su familia, a Buenos Aires, en 1935, hasta la asunción de Juan Domingo Perón como presidente en 1946. Allí termina el libro. La descripción que hace el autor del ambiente de teatro, radio y cine, pero sobre todo de la radio, tiene un interés que trasciende largamente la vida de Evita y que, por momentos, adquiere el tono de la picaresca o de los melodramas que los actores, la mayoría improvisados, interpretaban en el "éter".
La carrera de Eva fue bastante mediocre hasta la revolución del 4 de junio de 1943. Una vez que tomaron el poder, los militares del GOU establecieron nuevas reglas para la radio. Se debía dar preferencia a la música, los autores, los temas y los actores argentinos. El lenguaje debía ser elevado porque se había caído en la chabacanería. La solución a todos esos problemas estaba en un género que sumía en el ensueño a las mujeres: los radioteatros históricos basados en biografías de grandes personajes, muchos de ellos mujeres. Esa veta ya se había explotado en la década de 1930. Hubo por ejemplo un ciclo en 1935, Amores célebres de la América Latina, en el que intervinieron Iris Marga, Norma Castillo y Florindo Ferrario. Blanca Podestá, en el mismo año, hizo de Marie Curie.
En 1943, hay algunos casos de radioteatros que llaman la atención por las cabezas de compañía y las biografías encaradas. ¿A quién se le habrá ocurrido, por ejemplo, formar una pareja protagónica integrada por Berta Singerman, la declamadora más prestigiosa de habla hispana, y ¡Armando Bó!? Por si fuera poco, interpretaban El triste amor de Marceline Desbordes, una poeta romántica del siglo XIX que no era precisamente popular en la Argentina, a pesar de que Paul Verlaine la había incluido como la única mujer en su lista de poetas malditos y de que Marceline había sido celebrada por grandes escritores como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Charles Sainte-Beuve.
Unos años antes, en 1942, Armando Bó y Lucy Galián habían interpretado a otra pareja célebre: Alfred de Musset y George Sand. El libro tenía un autor de enorme prestigio, Pedro Miguel Obligado, profesor, poeta, guionista y académico. De nuevo, la elección de Bó para prestarle voz a De Musset resulta inesperada. Claro que en 1942 el futuro director de Carne era un joven atlético y atractivo de 28 años: no tenía nada de poeta lánguido y exquisito, pero podía despertar fantasías ardientes. Mecha Ortiz, por su parte, dio existencia radial a Isadora Duncan en La mujer que bailó su vida, de César Tiempo y Arturo Cerretani.
En su debut de 1943, destinado a mujeres fuertes y apasionadas como Catalina la Grande, Emma Hamilton, Eleonora Duse o Madame Chiang-Kai-Shek, Evita eligió La amazona del destino (La vida de Elisa Lynch). En ese momento, Eva empezaba a convertirse en una estrella radial, después de ocho años de lucha. De todos modos, las críticas en contra que suscitaba su mala dicción y su excesivo dramatismo continuaban. A esas críticas, se sumaban las que le dirigían por ser protegida del coronel Perón.
Los actores, salvo las figuras famosas, recibían salarios impiadosos. En 1935, Eva cobraba por hacer unos pequeños bolos, algún recitado, presentación de programas y esperar todo el día sentada a que la llamaran a cubrir algún "vacío", poco más de 100 pesos (a veces, sólo 60). Le alcanzaba para alimentarse de mate y café. En esa época, Libertad Lamarque percibía 30.000 pesos por mes. Fue lo mismo que empezó a recibir Evita en Radio Belgrano ocho años después. En cine, su cachet llegó a 50.000 pesos por película. Hasta entonces sólo había sido extra.
H. B.
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