Como en esas películas donde aparece un portal que traslada a los protagonistas a otro tiempo, a otro espacio, a otro mundo, Las Mil y Una Noches tienen ese secreto poder: son más que un portal hacia Oriente, una puerta hacia la idea misma de su magia. Eso que Borges llama “sentir la presencia del Oriente” y que no vale la pena definir porque “es algo que sentimos intimamente”. Sólo decir el nombre del libro traspasa entonces los efectos de la evocación e impregna como un perfume, con efluvios de encantos que no conocemos pero que creemos propios. Esa misteriosa paradoja de cercanía y lejanía al mismo tiempo es el primer destello del asombro. La noción preexistente en nosotros de las “noches infinitas” funciona como un llamado inequívoco e irresistible.
Es tanto el poder de estas historias contadas desde tiempos inmemoriales, que atraviesan los siglos entretejidas en la existencia como si siempre hubieran estado allí. O más aún, como si no importara de dónde vienen, con el extraño porte de ser indisputables en un mundo de dudas. Su poder radica más allá de la verdad. Acaso en el deleite no sólo de lo perdurable, sino de lo precioso. Como los tesoros que destellan sus relatos habitados por genios, lámparas mágicas, alfombras que vuelan, princesas valientes, piedras preciosas, caballos que surcan el cielo y héroes impensados. Porque entre castillos misteriosos y cuevas temibles, entre sultanes crueles y magnánimos, entre desiertos helados y noches brillantes, encontramos también el triunfo de los ingeniosos, de los justos y de los enamorados. Es “un libro en el que cualquier hombre puede descubrir un tesoro”, sintetiza Jorge Luis Borges.
El libro de las Mil y Una Noches apasionaba tanto a Borges que le dedicó un lugar esencial en su propia estructura emocional como lector. La vida podía ser desdichada pero ahí estaban los 17 volúmenes de las Noches en su biblioteca para darle un sentido. También rastreó su “edificación” colectiva a través del tiempo nacida de la tradición oral de los “hombres de la noche cuya profesión era contar cuentos” y que, según su investigación, acaso fueron por primera vez convocados para “distraer el insomnio” de Alejandro de Macedonia con historias que luego se reprodujeron sin fin. “Ninguno de ellos pensó que estaba edificando uno de los libros más ilustres de todas las literaturas”, afirma en la conferencia dedicada al tema que dio el 22 de junio de 1977 en el Teatro Coliseo.
El viaje de aquellos cuentos por el mundo antiguo atraviesa reinos y metamorfosis. “Cómo se reunió aquélla colección de cuentos a través de siglos es una historia en sí misma”, afirma Peter King en la edición ilustrada Usborne de las “Arabian Nights” (su nombre en inglés). Según este autor, se transcribió por primera vez algunas de las historias en India; luego se tradujeron en Persia en el siglo 8 para una colección llamada primero “Las Mil Noches” y poco después en árabe, tal vez en Bagdad que era entonces la ciudad más rica del mundo. En los siglos que siguieron la travesía de los cuentos continuó multiplicándose en más idiomas y más versiones de lo que comenzó a llamarse “Las Mil y Una Noches” y cuya copia más antigua es un manuscrito en árabe del siglo XIV, editado presumiblemente en Egipto. Este documento contiene sólo 35 historias contadas en 282 “noches” y es la base de lo que Borges llama “un acontecimiento capital para todas las literaturas”. Se refiere a la primera traducción europea realizada por el orientalista francés Antoine Galland en 1704. Borges otorga a esta instancia el valor no sólo del descubrimiento de Oriente sino de una nueva frontera en el pensamiento y en el sentir del hombre. En tono fundacional sugiere que bien “podríamos decir que el movimiento romántico empieza en aquél instante en que alguien en Normandía o en París lee “Las mil y una noches” porque sale del mundo racionalista y legislado “y está entrando en otro mundo, el mundo de la libertad romántica.” Manuscrito en árabe de las Mil y Una Noches, editado presimiblemente en Egipto durante el siglo XIV
La historia central de las Noches es una que bien podría considerarse romántica pero que tiene ante todo un trasfondo trágico y heroico a la vez: un sultán que ha sido engañado por su mujer, resuelve evitar otra infidelidad tomando una esposa cada noche y ejecutarla al día siguiente para no darle tiempo a que le sea infiel. Hasta que la joven doncella Sherazade decide salvar a la otras ofreciéndose como esposa y entreteniéndolo con cuentos que deja inconclusos para que no la mate. Cuando pasan mil y una noches le muestra a su hijo y le devuelve la confianza. Aquí, más allá de las inevitables resonancias sobre violencia de género y la opresión de las mujeres, encontramos que el poder de contar historias es lo que salva vidas, literalmente.
A Borges las historias lo salvan de la desdicha, a Sherezade y mil jóvenes más las salva de ser ejecutadas, a la literatura la sueltan en el umbral del romanticismo, y ahí no termina la saga mágica. Cuando decimos Aladino y su lámpara maravillosa, Sinbad el marino, Alí Babá y los cuarenta ladrones, El pescador y el genio, o tantas otras historias cuya maravilla no se agota, estamos hablando de Las Mil y Una Noches. Puede ser una película, un libro de cuentos para niños, o la noción de un mundo que damos por existente y que de alguna manera consideramos nuestro.
“Esta historia no es nada comparada a la que te contaré mañana, si me dejas vivir”, le dice la valiente Sherazade al sultán. “Está bien, te dejaré vivir por un día más”, le responde él. Nuestra propia historia se teje de a días con los delicados hilos de la vida y su fragilidad. Siempre inconclusa pero siempre con el poder de esa extraña magia que implica encontrar un sentido. Para Borges “el hecho de la magia”, también acontece en Las Mil y una noches. Porque ¿qué es la magia? “La magia es una causalidad distinta”, afirma. “Es suponer que además de las relaciones causales que conocemos, hay otra relación causal y que en ella pueden verse accidentes” como frotar un anillo o una lámpara y que aparezca un genio que cumplirá nuestros deseos. Y la historia será tan maravillosa que desearemos vivir otro día y miles más…
C. P.
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