Sieranevada: una electrizante reunión familiar que deviene danza maligna y biliosaSieranevada / (Rumania-Francia-Bosnia- Macedonia/ 2016) / Dirección y guión: Cristi Puiu / Fotografía: Barbu Balasoiu / Edición: Ciprian Cimpoi, Letitia Stefãnescu / Elenco: Mimi Branescu, Judith State, Bogdan Dumitrache, Dana Dogaru, Sorin Medeleni / Distribuidora: Zeta Films / Duración: 173 minutos / Calificación: Apta para mayores de 13 años con reservas
Mientras pocos lectores de best sellers se animarían a bastardear públicamente un libro prestigioso por su origen y/o por su cantidad de páginas, cada vez es más frecuente leer y escuchar a consumidores pertinaces de sagas, superhéroes y secuelas ridiculizar -en general sin verlas-películas de casi todo país que no sea uno de un grupo de "los cinco más conocidos" como productores de cine. "Ah, cine iraní, ah, cine sueco, cine rumano de tres horas", dicho con desprecio y sorna. En esta ocasión, justamente, estamos ante una película rumana y de casi tres horas, o sea no mucho más que lo que suele durar casi cualquier película de superhéroes.
Sieranevada, la película en cuestión, está firmada por uno de los realizadores clave de uno de los más atractivos cines nacionales del siglo XXI. El director es Cristi Puiu, el mismo del thriller absurdista Marfa sii banii que compitió en Bafici 2002 y de La noche del señor Lazarescu. Esta última película, de dos horas y media de duración, hacía de la inmovilidad mortuoria del personaje -en el original el título hacía referencia a su muerte- un estilo poco recomendable para quienes no aprecien lentitudes de narrativa delgada en la pantalla grande.
Pero la vibrante Sieranevada propone otras formas, otros temblores. También a partir de una muerte -la jornada en cuestión es una reunión familiar, a 40 días de la muerte del patriarca- se estructura esta película, que no apuesta por un andar moribundo sino furibundo, los ires y venires de una familia de mucha gente, en la que las balas verbales internas y algunas externas se disparan con ferocidad y velocidad crecientes.
Con pocos cortes pero sin quietismo, con una cámara que vibra y flota mayormente en el interior del departamento que es el escenario de casi toda la película, el micromundo de Sieranevada parece a punto de deshacerse en medio de pasiones y ajustes de cuenta familiares, como si estuviéramos en una Esperando la carroza vaciada de costumbrismo y con actuaciones sobrias. Varios de los personajes parecen dedicarse con fruición y dedicación a irritar a su familiar o allegado, en una especie de danza maligna y biliosa.
En el medio hay confesiones, charlas sobre acontecimientos en el mundo, gritos, pedidos de silencio y un estado de nerviosismo electrizante. Puiu organiza el relato con mirada mayor, con cohesión de observador reflexivo y sabio, y así va más allá de una mera suma de situaciones familiares con una película que no pide permiso para ser una apuesta ambiciosa, prodigiosa, que absorbe emocionalmente al espectador y no lo anestesia jamás.
J. P. F.
Las ramas del violín: el títere que sueña violines
Las ramas del violín / Dramaturgia: Carolina Erlich / Dirección: Mario Luis Marino / Intérpretes: Carolina Erlich / Reemplazo de intérprete: Lucía Marachli Levy / Realización de títeres y objetos: Gabriela Civale / Diseño de luces: Soledad Ianni / Música: Mario Gulla García / Músico: Ignacio Goya / Asistencia de dirección: Viviana Aronno / Producción ejecutiva: Carolina Erlich / Sala: Pan y Arte, Boedo 876 / Funciones: Miércoles, a las 17; domingo, a las 15 / Duración: 50 minutos
Luis, el protagonista-títere.
La sala más grande de Pan y Arte nos recibe cálidamente en un día muy frío. Hay una mesa preparada y un músico con su violín a un costado que intervendrá brevemente en la ficción. La titiritera se acerca y sonríe. La historia empieza desde cero. Literal. Las ramas del violín propone la construcción tanto en términos temáticos como en relación con los recursos. Luis, el protagonista-títere de esta historia atraviesa todas sus interacciones con el mundo a partir de lo musical. Desde que nace. Va a cantar antes de aprender a hablar, va a reproducir musicalmente el sonido del timbre o a llorar en clave de sol o de fa o quién sabe... Cuando crezca sabrá que tiene antecedentes familiares. El violín se convertirá en su sueño y en el objeto de su búsqueda. La propuesta articula la construcción del instrumento y el universo referido del luthier, con la propia construcción de la puesta en escena. Es muy bello el modo en que se imbrican. La titiritera tararea una canción, el violinista la interpretará luego en el violín.
Una habitación se transforma en un bosque pero del otro lado de las cosas hay misterios a develar. Un armario puede llevar a un universo paralelo. La mesa es el espacio provisorio para el recorrido de Luis. La puesta no elude el artificio, por el contrario, subraya el armado. Salvo con la aparición del caballo que por causa del modo en el que se lo manipula, juega más bien con una aparición "mágica" (perdón por el término), sorpresiva, probablemente porque es un elemento con atribuciones de movimiento que no reproducen el real. Cuando Luis quiere trepar un mueble, agacharse para entrar por un rincón, pasar las páginas de un libro, arrancar una "cuerda" de un árbol, los movimientos reproducen los antropomórficos, sus acciones se parecen a las que llevan a cabo las personas. No sucede lo mismo con el desplazamiento del caballo y funciona como una especie de nexo entre el mundo de la fantasía y el mundo de Luis, de este lado del armario. La propuesta parece tener un lado y el otro, como dos caras de una misma moneda. Un lugar de continuidad de dos mundos que se articulan con fluidez.
Es necesario decir que Carolina Erlich, que manipula y brevemente construye personaje (en ocasiones es la mamá de Luis), lo hace con precisión y con ternura (dos ingredientes fundamentales para que haya belleza y armonía) y que las realizaciones de Gabriela Civale pertenecen a la categoría del sueño, tan bello que es difícil de describir con palabras de este mundo de despiertos. Una preciosa propuesta para los chicos y los grandes con capacidad de gozar de la hermosura.
M. B.
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