jueves, 27 de julio de 2017

RAMÓN; EL DE LAS METAS INFINITAS

INVESTIGADOR; DR. RICARDO EL MORDAZ

CIEN METROS
Cuando la fuerza de voluntad supera la incapacidad física
Ramón Arroyo es un madrileño de 45 años de edad que tiene dos hijos de su matrimonio con Imna. Su aspecto físico es excelente y tiene la configuración de un atleta, como resultado de una intensa actividad deportiva, y si bien le agrada el deporte no es fanático como para justificar una práctica de varias horas diarias durante 6 días a la semana.

Es que detrás de esa imagen que rebosa salud, padece esclerosis múltiple (EM), una enfermedad autoinmune donde las vainas de mielina que forman la cubierta protectora de los nervios, se destruyen en distintos niveles del sistema nervioso produciendo trastornos motores y sensitivos. Esta afección evoluciona por brotes, cuya aparición y duración es impredecible.
El mundo de felicidad y estabilidad laboral de Ramón empezó a derrumbarse hace 14 años en forma muy sutil, y esta es una característica de la EM. Estando de vacaciones en el mar, el cigarrillo se le cayó de la mano. En ese instante no le dio importancia, pero el fenómeno volvió a repetirse.
Días después notó disminución de fuerza en las manos y en una pierna, si tomaba un objeto sabía lo que era porque lo estaba viendo, de lo contrario no podía identificarlo por la pérdida de estereognosia (capacidad de identificar por el tacto las características de un objeto).
El cuadro clínico era lo suficientemente claro como para establecer el diagnóstico de EM, que le fue confirmada mediante estudios especiales de laboratorio. Los primeros médicos no fueron contemplativos y la empatía no formaba parte de sus virtudes. Uno le dijo que su enfermedad era incurable, lo cual era cierto, pero no le ofreció ninguna herramienta farmacológica o de estilo de vida que pudiera retardar la evolución y mejorar los síntomas.
Cuando le preguntó a otro médico si el ejercicio físico podría servir, éste le sentenció que no llegaría a caminar cien metros. ¡Cien metros!, las palabras le martillaban la mente mientras se alejaba del consultorio, cien metros era la distancia desde la puerta de su casa hasta la parada del ómnibus.
Ramón entró en un pozo depresivo, siguió fumando y empezó a engordar hasta transformarse en un obeso de 115 kilos. Ocultó la enfermedad en el trabajo y pudo mantener su cargo. A su novia Imna le contó lo que padecía y ella se transformó en un apoyo invalorable, pero él no reaccionaba ni cumplía adecuadamente con la medicación.
Así pasaron cuatro años hasta que nació su primer hijo, y cuando trató de levantarlo de la cuna, no pudo. Ese instante cambió su vida, llegó a la conclusión de que así como no había escogido tener EM, tampoco su hijo había elegido tener un padre deprimido e inútil.
Ramón se propuso demostrar que el médico estaba equivocado, abandonó el cigarrillo, compró una bicicleta ergométrica y empezó a pedalear. Una mañana, leyó un cartel en la puerta de su casa que decía: “Autobús a 100 m”. Recordó las palabras del médico y se propuso caminar los cien metros y otro tanto de regreso. Paulatinamente fue aumentando la distancia y recorrió un kilómetro, después cinco y empezó a participar en carreras populares. Al término de un año había perdido 30 kilos.
Buscando en internet encontró que había una categoría de triatlón para personas con EM. El triatlón es un deporte olímpico que consiste en realizar tres disciplinas: natación (1500 metros), ciclismo (40 kilómetros) y carrera a pie (10 kilómetros), en ese orden y sin interrupción entre las pruebas. Aumentó su entrenamiento hasta cubrir entre 6 y 8 horas diarias, distribuidas en bicicleta, natación y carrera, actividades que realizó seis días por semana.
Ramón dice que para realizar los ejercicios, además del esfuerzo físico tiene que tener la suficiente concentración mental para continuamente darle las órdenes a sus extremidades. La enfermedad le obliga a pensar los movimientos, que son automáticos para cualquier persona.
No se conformó con haber participado exitosamente en la prueba y se preparó para la IM4EM, (Ironman 4 para EM), que podría considerarse como un super triatlón ya que las distancias son: natación 3,8 kilómetros, ciclismo 180 kilómetros y carrera 42 kilómetros. La competencia se dio en Barcelona y Ramón partió a la madrugada, cuando apenas despuntaba el día, junto con decenas de atletas que como él padecían EM.
A la noche cuando faltaban pocos metros para llegar al término de la prueba, se le unieron Imna con sus dos hijos y los cuatro de la mano sonrientes y emocionados cruzaron la meta.

Ramón con su mujer e hijos que se le reunieron al llegar a la meta del IM4EM
Ramón lleva más de 3 años sin nuevos brotes gracias a la medicación, el ejercicio y el enfoque positivo que le dio a su vida. Siempre insiste que no está solo, que con su mujer y sus hijos forma un equipo y este es un aspecto muy importante ya que en el tratamiento de la EM la cohesión y el apoyo familiar son fundamentales.
Ha escrito su autobiografía, da conferencias para pacientes con EM y recientemente se filmó una película sobre su vida.
En una entrevista dice: “No propongo que cada persona haga un Ironman. Un Ironman es una distancia. Propongo que cada uno se plantee su propio reto.”
Lejos, muy lejos quedó la advertencia de aquel médico que lo había condenado a caminar solo cien metros.
Bibliografía
- Cristina G. Lucio. Ramón Arroyo: 'Todos tenemos una esclerosis múltiple particular'. El Mundo 4/11/2016.
- Javier Ocaña. Lágrimas a la americana. El País, 03/11/2016.
- Informe Robinson. El Reto de Ramón. https://www.youtube.com/watch?v=NbhWXiGQYsw, 02/11/2015

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