jueves, 28 de septiembre de 2017

EL TIEMPO SE TRANSFORMA CUANDO LE VIENE BIEN

No hace mucho descubrí que en los dos minutos que tarda el microondas en calentar mi café alcanzo a revisar las actualizaciones de Twitter. Desde entonces, en lugar de esperar que transcurran esos 120 segundos observando con impaciencia el reloj luminoso del dispositivo, corro a la computadora para que no se me "escapen" esos instantes preciosos en un día atiborrado de actividades.


Nunca deja de fascinar cómo en ciertas circunstancias unos momentos se nos hacen interminables y, en otras, una hora transcurre en un pestañeo. Recuerdo una vez en que me tocó atravesar una tormenta particularmente violenta durante un vuelo. Al principio, todos pensamos "enseguida termina", pero cuando el avioncito empezó a agitarse como si estuviésemos cruzando el cráter en erupción del mítico Vesubio, se volcaron algunas bandejas con el refrigerio y la turbulencia no amainaba, el reloj pareció congelarse. Apostaría a que muchos repasamos la totalidad de nuestras vidas en un suspiro. Ahora, mientras escribo estas líneas, acabo de percatarme de que se esfumaron 50 minutos desde la última vez que despegué la vista del texto.
Además de su doble vida psicológica, no cabe duda de que también en muchos otros aspectos el tiempo es uno de los misterios más inasibles. Para los gerontólogos, es un programa genético. Según la teoría de la relatividad, de Einstein, no es lineal ni constante, sino que depende de la gravedad y de la aceleración, puede dilatarse o comprimirse. Para los cosmólogos, empezó en el Big Bang, pero desaparece en el interior de los agujeros negros.



Aunque nuestro lenguaje está estructurado en torno de una gramática que da cuenta incluso de matices temporales sutiles, el conocido cosmólogo británico Paul Davies nos deja con la boca abierta cuando afirma que, desde el punto de vista de un físico, pasado, presente y futuro son apenas una ilusión.
En una edición especial de Investigación y ciencia, Davies describe algunas de las ideas absolutamente contraintuitivas que desarrolló la ciencia sobre la cuarta dimensión del universo.
Entre otras curiosidades que desafían nuestra imaginación está precisamente la "dilatación del tiempo" relativista, que tiene lugar siempre que dos sistemas de referencia se mueven uno con respecto al otro. Sí, el tiempo se estira con el movimiento y los relojes atómicos, con su pavorosa precisión, lo confirman. Y también lo hacen los grandes aceleradores que impulsan partículas subatómicas a una velocidad cercana a la de la luz. Algunas de ellas contienen un reloj intrínseco: se desintegran con una vida media determinada, explica Davies. En esas condiciones, y de acuerdo con la teoría de Einstein, se observa que [éstas] lo hacen en cámara lenta.
Einstein también predijo que la gravedad retarda el tiempo. Los relojes avanzan un poco más rápido en el altillo que en el sótano, en el espacio que en la Tierra. Aunque el efecto es minúsculo, hubo que tenerlo en cuenta en el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) para que nuestros dispositivos no terminaran guiándonos muy lejos de nuestra ruta.



Otra "pirueta" del tiempo es la que se registra en la superficie de una estrella neutrónica, donde la gravedad adquiere tal intensidad que el tiempo se retrasa un 30 por ciento con respecto al de la Tierra. Por otro lado, sigue Davies, "si cayésemos en un agujero negro desde sus alrededores, en el breve intervalo que nos llevaría alcanzar la superficie habría transcurrido para el resto del universo una eternidad".

Incluso hay cálculos (que no pasan de ser curiosidades matemáticas) que respaldan la posibilidad del viaje en el tiempo... tanto hacia el futuro como hacia el pasado. Quién sabe: aunque por ahora está descartado, tal vez algún día las aventuras de Doc Brown en Volver al futuro serán rutina...

N. B.

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