"Mi infancia fue muy fea porque tuve que acompañarla a mi mamá cuando trabajaba en una finca, en Chicoana, Salta, cosechando tabaco. Ella cañaba y yo la ayudaba a pasar las hojas y portándome bien, no haciendo macanas", dice Ivana Alancay, al recordar esos días interminables en los que, con 10 años, pasaba las horas entre pesticidas y deshidratada de tanto calor.
Ella es una de los tantos rostros invisibles del trabajo infantil en nuestro país. Una problemática en la que todavía queda mucho por hacer pero que todos los especialistas señalan que evoluciona de manera positiva. Hoy, con 16, Ivana dejó de trabajar, estudia en la Escuela Técnica de Chicoana y quiere seguir la carrera de criminalista.
Según cifras del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, se estima entre 2010 y 2016 una merma en la propensión al trabajo en niños y adolescentes del 6,1%. Esto quiere decir, que serían 500.000 los chicos de 5 a 17 años que dejaron de estar en esta situación. En 2010 existían 1,5 millones de menores afectados (18,4%), y, actualmente, serían 1 millón (12,3%).
Si bien otros organismos también perciben una posible baja en el número de chicos afectados, cuestionan las cifras de la UCA. "Ellos sólo miran aglomerados urbanos muy grandes y no pueden captar, más allá de una tendencia, lo que está sucediendo con el trabajo infantil, y menos en el ámbito rural", dice Sebastián Waisgras, especialista en Monitoreo e Inclusión Social de Unicef. Además, otros señalan que esta encuesta incluye a chicos de hasta 17 años, cuando la ley contempla que la edad mínima de admisión al empleo es a los 16 años.
Las causas del descenso
"No podemos adjudicar este descenso a una sola causa. Fueron varias cuestiones en simultáneo. A partir de 2010 existe la Asignación Universal por Hijo (AUH), que tiene como contraprestación ir a la escuela y eso produjo una merma que nosotros pudimos comprobar a través de estudios. Y también influye la recesión de la economía. Cuando hay menos trabajo para los adultos también hay menos trabajo para los chicos", explica Ianina Tuñón, coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia.
Gustavo Ponce, punto focal para la prevención del Trabajo Infantil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Argentina, está parado en el lado opuesto de esta argumentación, ya que sostiene que la baja de este fenómeno está vinculada con una evolución positiva en el empleo de los adultos y al combate del trabajo no registrado.
"Al trabajo infantil no hay que tomarlo como algo aislado sino vinculado al trabajo familiar. Por lo cual, cualquier mejora en la situación laboral de los padres contribuye a una mejora del trabajo infantil. No puedo decir en qué porcentaje pero estoy seguro de que la AUH tuvo un impacto positivo en este fenómeno", enfatiza.
En cuanto a las cifras oficiales, la Primera Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna) fue elaborada por la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti) en 2004 .
Aunque en 2012 se llevó a cabo otro relevamiento en base a la EPH, el gobierno actual cuestiona su veracidad y actualmente está desarrollando -junto con la OIT, Unicef y otros organismos una nueva medición que permitirá obtener datos actualizados para noviembre.
"Es mucho más difícil medir el trabajo infantil que la inflación. Se está haciendo un trabajo de campo para poder medir una Eanna urbana y rural. Claramente hay una decisión política de priorizar este tema. Esto se ve en la inversión de recursos en esta encuesta y también en cómo se está avanzando con el Programa Buena Cosecha que recibe a chicos mientras sus padres trabajan", sostiene Fausto Espiga, presidente de la Conaeti.
Mejoras legislativas; un trabajo articulado entre el Estado, las empresas y la sociedad civil; y un sistema de inspecciones eficiente, son algunos de los avances que se señalan en los últimos años. También, todos subrayan la decisión política del actual gobierno de generar nuevas estadísticas y un Plan Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil.
"Veo un escenario que es favorable: se instaló mucho el tema en la agenda pública, se generó soporte institucional, y existen comisiones en todas las provincias", enumera Ponce.
¿Cómo es el mapa del trabajo infantil? "En términos absolutos, siempre en la provincia de Buenos Aires y en los grandes conglomerados urbanos, es en donde se registran más casos. Pero el trabajo infantil y la ruralidad van casi de la mano. Ahí es donde la propensión es más alta", cuenta Waisgras.
Un problema famililar
Limpiar, cuidar hermanos, hacer malabares en la calle o ayudar con la cosecha. Se considera trabajo infantil a cualquiera que sea física, mental, social o moralmente perjudicial para los niños, que afecte su escolaridad y el tiempo de juego, recreación y descanso, y que ponga en riesgo su salud.
"El trabajo infantil responde a causas variadas y complejas, de aspectos culturales, económicos, políticos e institucionales de larga duración", explica Karina Mancardi, coordinadora general de Programas de la Asociación Conciencia.
Para Ponce, una de las líneas de trabajo más interesantes, es la vinculada con las familias. "Es muy importante el día después de la inspección. Vos detectás a un chico trabajando y la pregunta del millón es cuáles son las medidas que tomás de restitución de derechos. Y ese es el gran desafío porque ahí tenés que hacer un fuerte trabajo con las familias para recuperar ese tejido que muchas veces está destruido."
Según la Eanna de 2004, el 50% de los chicos trabajan acompañando a sus padres o a algún familiar. "Ante la falta de servicios de cuidado, los padres llevan a sus chicos a trabajar y eso genera una interacción temprana con el mercado de trabajo. El Plan Nacional de Primera Infancia es una muy buena medida pero podría estar más concentrado en las áreas más vulnerables", afirma Waisgras.
Los chicos que trabajan, producto de las exigencias que impone una doble jornada escolar y laboral, suelen manifiestar altos índices de ausentismo, sobre edad, repitencia y de deserción escolar.
"Buscamos la retención escolar a través de jornadas extendidas, talleres complementarios o a contraturno, centros de atención y guarderías, donde también se promueva un cambio de mentalidad", agrega Mancardi, para explicar justamente lo que hace el programa Porvenir de la Asociación Conciencia en las zonas tabacaleras del NEA y NOA. En Misiones ya son más de 17.000 niños y adolescentes los beneficiados y en Salta y Jujuy, más de 18.000.
Un problema con muchas aristas
0
condenas
No se condenó a nadie por el delito de trabajo infantil detectado por la Inspección Laboral Nacional. De las 231 denuncias penales, 98 fueron archivadas por diversos motivos.
50%
trabaja con su familia
La mitad de los menores trabaja acompañando a sus padres o con algún familiar.
33%
de las empresas, en falta
Según un estudio de Unicef, desconocen la normativa sobre trabajo infantil.
Los Plaza viven hace 15 años en una finca, en Rosario de Lerma, Salta. Su casa tiene paredes de adobe, el techo es de teja, el piso es de tierra y el baño está a 10 metros de la casa. Los padres trabajan en la cosecha de tabaco. Gabriel y sus nueve hermanos, están en contacto permanente con los químicos utilizados en la finca.
"A veces la veo a mi mamá que encaña, desencaña o carga estufas. Por suerte, yo nunca tuve que cosechar tabaco", dice este chico de 12 años que si bien se crió en un contexto de alto riesgo vinculado al trabajo infantil, pudo evitarlo gracias a que participó de los programas Jardines de Cosecha y Porvenir de la Asociación Conciencia.
Algunos de sus hermanos abandonaron el colegio, las mujeres tuvieron hijos y los menos siguieron estudiando. Él quiere hace la carrera de contador. "Lo más lindo son las matemáticas y ahí solo tengo que aprender números", dice este chico que asiste a la Escuela Coronel Vicente Torino N° 4394.
Todos los días recorre caminando los 3 kilómetros que separan su casa de la escuela a la que van 340 alumnos, en su mayoría de las zonas periféricas y de las fincas.
"A partir de noviembre y comienzos de diciembre, los papás de los chicos empiezan a incorporarse en las cosechas de almácigos, plantaciones y tabaco. Y nosotros, desde el Programa Porvenir, empezamos a recibir a los chicos para que no tengan que ir a trabajar con los padres. Los estimulamos en materias manuales, deportes y valores. Y les vamos enseñando a defender sus derechos", explica Norma Bautista, quien sufrió trabajo infantil en su niñez y para darle un sentido de superación a su vida ahora coordina talleres para la erradicación de aquel flagelo en la escuela.
Cada año, cuando empiezan las vacaciones, Gabriel le pide a su mamá que lo anote en el programa. "Ahí estoy con chicos que jamás hubiera conocido y ahora son mis amigos. Con los maestros también me llevo súper bien. Porvenir es como mi segunda familia", dice el joven.
Todos los días recorre caminando los 3 kilómetros que separan su casa de la escuela a la que van 340 alumnos, en su mayoría de las zonas periféricas y de las fincas.
"A partir de noviembre y comienzos de diciembre, los papás de los chicos empiezan a incorporarse en las cosechas de almácigos, plantaciones y tabaco. Y nosotros, desde el Programa Porvenir, empezamos a recibir a los chicos para que no tengan que ir a trabajar con los padres. Los estimulamos en materias manuales, deportes y valores. Y les vamos enseñando a defender sus derechos", explica Norma Bautista, quien sufrió trabajo infantil en su niñez y para darle un sentido de superación a su vida ahora coordina talleres para la erradicación de aquel flagelo en la escuela.
Cada año, cuando empiezan las vacaciones, Gabriel le pide a su mamá que lo anote en el programa. "Ahí estoy con chicos que jamás hubiera conocido y ahora son mis amigos. Con los maestros también me llevo súper bien. Porvenir es como mi segunda familia", dice el joven.
Ni del calor. Ni de las tareas que hacía. Ni de no poder jugar. De lo que más se acuerda Ivana Alancay es de los olores fortísimos que tenía que soportar, con 10 años, cuando ayudaba a su mamá a cosechar el tabaco en una finca, en Chicoana, Salta.
"Era como una especie de droga. Cuando salía de ahí me sentía mal y tenía un dolor de cabeza horrible", dice Ivana, que es la segunda de cuatro hermanos y que hoy tiene 16 años y cursa su secundaria en la Escuela Técnica de Chicoana.
Cuando estaba en 6to grado se enfermó y no pudo recuperarse. Finalmente perdió el año. "Lo que no me gustaba era el olor, el sol y el calor porque había chapa. Transpiraba muchísimo. Y no podía jugar, era muy feo", recuerda Ivana.
Un futuro mejor
Su madre, Miriam, los cría sola. A pesar de estar en una situación muy precaria, hizo un esfuerzo para poder salir adelante y darles un futuro mejor a sus hijos. Estudió y hoy en día es agente sanitaria del hospital de Chicoana. "Yo le decía a mi mamá que no quería ir y ella me respondía: «Gorda, esperá que ya voy a solucionar mi economía para que no tengas que pasar por esto». Y lo cumplió. Me da orgullo porque ella misma se superó sin ayuda", agrega la joven, que ingresó en 2013 al Programa Porvenir de la Asociación Conciencia.
Gracias a eso, pudo dejar de ir al campo y además participar de muchos talleres, jugar y aprender. "Ahí hacemos actividades muy lindas, te enseñan cosas sobre la vida, manualidades o teatro", agrega.
Vive en una casa de material y tarda 20 minutos en llegar caminando a la escuela. Cuando llueve no va porque se inundan las calles de tierra y no pueden salir. Cuando sea grande, quiere estudiar la carrera de criminalista. "Me gustó cuando hubo un asesinato en una casita que se alquilaba cerca del pueblo. Vi a la gente con los estuches y la campera que decía «Criminalista de Salta». Y supe que quería estudiar eso. Yo no le tengo miedo a la sangre ni de ver a un muerto", dice con convicción.
Primero quiere terminar la secundaria. Ese es su principal objetivo. Porque ahora sabe que el lugar de los chicos es la escuela y no el campo. "Hoy está prohibido que los chicos trabajen y eso está muy lindo. Yo conozco chicos que tienen 8 y 9 años, van a trabajar con los padres y hay toxinas tan fuertes que los dañan. No me gustaría que otros chicos tengan que sufrir lo que yo he sufrido", concluye Ivana.
Un futuro mejor
Su madre, Miriam, los cría sola. A pesar de estar en una situación muy precaria, hizo un esfuerzo para poder salir adelante y darles un futuro mejor a sus hijos. Estudió y hoy en día es agente sanitaria del hospital de Chicoana. "Yo le decía a mi mamá que no quería ir y ella me respondía: «Gorda, esperá que ya voy a solucionar mi economía para que no tengas que pasar por esto». Y lo cumplió. Me da orgullo porque ella misma se superó sin ayuda", agrega la joven, que ingresó en 2013 al Programa Porvenir de la Asociación Conciencia.
Gracias a eso, pudo dejar de ir al campo y además participar de muchos talleres, jugar y aprender. "Ahí hacemos actividades muy lindas, te enseñan cosas sobre la vida, manualidades o teatro", agrega.
Vive en una casa de material y tarda 20 minutos en llegar caminando a la escuela. Cuando llueve no va porque se inundan las calles de tierra y no pueden salir. Cuando sea grande, quiere estudiar la carrera de criminalista. "Me gustó cuando hubo un asesinato en una casita que se alquilaba cerca del pueblo. Vi a la gente con los estuches y la campera que decía «Criminalista de Salta». Y supe que quería estudiar eso. Yo no le tengo miedo a la sangre ni de ver a un muerto", dice con convicción.
Primero quiere terminar la secundaria. Ese es su principal objetivo. Porque ahora sabe que el lugar de los chicos es la escuela y no el campo. "Hoy está prohibido que los chicos trabajen y eso está muy lindo. Yo conozco chicos que tienen 8 y 9 años, van a trabajar con los padres y hay toxinas tan fuertes que los dañan. No me gustaría que otros chicos tengan que sufrir lo que yo he sufrido", concluye Ivana.
M. U.
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