Opinión
MERCEDES DÁLESSANDRO |
Las chicas solo quieren ganar igual
Desde hace unos años en Europa se celebra el Día Europeo de la Igualdad Salarial. Esta fecha va variando según el resultado de las estadísticas y para elegirla se considera el promedio de la brecha salarial de género en la Unión Europea. En 2017, por ejemplo, fue el 22 de febrero, lo que significa que las mujeres deben trabajar unos 53 días extra para ganar lo mismo que sus pares varones. En la Argentina, la brecha salarial entre varones y mujeres es del 27%. Eso significa que las mujeres tuvieron que trabajar hasta el 9 de abril de 2017 para ganar lo mismo que ellos ganaron entre enero y diciembre de 2016. La brecha salarial llega al 40% para trabajadoras precarizadas, que a su vez son más de un tercio del total.
Hay muchos factores en el mercado laboral que hacen que las mujeres ganen menos que los varones por el mismo trabajo; algunos son objetivos y los podemos medir. Si alguien tiene mayor nivel de educación, más preparación o experiencia para un puesto suena lógico que gane más que sus compañeros que no las tienen. Blau y Kahn (2016) muestran en un trabajo sobre los Estados Unidos que, a diferencia del pasado, la educación ha dejado de ser un componente importante a la hora de explicar la brecha de género. Como hoy las mujeres estudian más que hace veinte años (y llegan a niveles educativos más altos), se acercan a mejores condiciones laborales y salariales. También se puede determinar el impacto de la raza (o etnia) o de las regiones de residencia sobre el salario. Hay diferencias no solo entre lo que ganan varones y mujeres sino también entre ellas mismas; en Latinoamérica las mujeres blancas de centros urbanos ganan más que las que viven en zonas rurales o que las indígenas e inmigrantes. Las mujeres que son madres tienen mayores problemas para insertarse laboralmente y ganan en promedio 16% menos que las que no tienen hijos. Esta discriminación la podemos ver abriendo los datos en algunas estadísticas.
Pero hay muchas variables que no se pueden aislar y observar tan fácilmente. En el lado oscuro de la brecha salarial caen el machismo, los prejuicios, las preferencias de los trabajadores, los grados de competitividad, dinámicas laborales que excluyen a las mujeres, derechos inequitativos. No podemos medir el proceso mental de un jefe que decide contratar a un muchacho asumiendo que él será más racional o apto para determinada tarea que una chica. A muchas mujeres se les pregunta en entrevistas laborales sobre sus planes de maternidad; aunque no tengan hijos, su mera posibilidad implica una penalización. Si una mujer dejó su ocupación durante unos años para cuidar a sus hijos, seguramente ese tiempo fuera de su carrera le pese a la hora de volver. Por cómo funciona nuestra sociedad no es un caso típico en la vida de un varón. Estas situaciones, entre otras, son invisibles a las estadísticas pero pesan en la vida cotidiana.
Un estudio de la OIT analizó la información de 38 países en donde se comparan los ingresos de los trabajadores considerando que tengan la misma educación, experiencia, ocupación, categoría profesional, zona de residencia y tiempo que trabajaron por mes y por semana. Si los trabajadores son similares en todas estas características, entonces la brecha se debería invertir: si no existiera ese lado oscuro que mencionábamos antes (lleno de machismo y prejuicios)—, las mujeres deberían ganar más que sus pares varones en 19 de los casos estudiados. En Brasil, Suecia, Lituania, Eslovenia o Rusia, incluso la brecha debería ser a favor de las mujeres; es decir, tienen más educación, experiencia (y todo lo que listábamos antes) que sus compañeros y ganan menos.
La brecha salarial es un fenómeno mundial y si bien se redujo en los últimos cincuenta años, las mujeres ganan en promedio 25 por ciento menos que los varones (OIT). Según los especialistas, en las últimas dos décadas la tendencia al cierre de la brecha salarial de género perdió el impulso inicial y de seguir en el ritmo actual el pronóstico es que recién podría cerrarse completamente hacia 2186. Sentarse a esperar no parece ser una opción. Los países que avanzaron en esta agenda lo hicieron a partir de políticas orientadas específicamente a cerrar las distintas desigualdades. Es necesario estimular el pago igualitario, combatir los estereotipos y roles tradicionales, incentivar a las mujeres en sus aspiraciones, contribuir con sistemas de cuidado que permitan una mejor asignación del trabajo doméstico, entre tantas otras.
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