“Honrar a los caídos, poner de pie a los olvidados”: “Seiscientos cuarenta y nueve argentinos murieron en la guerra. En el cementerio de Darwin las crucecitas blancas de los soldados de identidad desconocida rezan “Soldado argentino sólo conocido por Dios”… una frase que nos eriza la piel y nos aprieta la garganta”
El domingo 2 de abril se conmemoró el Día del Veterano y los Caídos de la Guerra de Malvinas. Pasaron treinta y cinco años y muchas heridas todavía están abiertas. Literalmente.
Hace mucho tiempo escribí “El dolmen”, un cuento en el que expresé mis ideas y mis sentimientos más profundos en relación con la Guerra de Malvinas.(Del libro "El oficio del os santos") Fue mi generación de pibes que entonces teníamos 18 años. Muchos compañeros míos, del colegio, del barrio, les tocó ir a esa guerra que no eligieron, a la que tuvieron que ir como colimbas, sin preparación militar ni física ni, mucho menos, psicológica.
Y de esto voy a hablar hoy. De lo que produjo la guerra de Malvinas en el alma de esos chicos de mi generación. Desde los lados: como parte de esa generación y como psicólogo que conoció muchas de esas historias. Pronto les voy a contar algunas cosas de Malvinas que se desconocen y que deberían ser parte de la currícula en las escuelas. Pero hoy me quiero referir a la Guerra en términos psicológicos.
Seiscientos cuarenta y nueve argentinos murieron en la guerra. En el cementerio de Darwin las crucecitas blancas de los soldados de identidad desconocida rezan “Soldado argentino sólo conocido por Dios”… una frase que nos eriza la piel y nos aprieta la garganta.
Pero hubo otros muertos que muchos ignoran por partida doble porque no hay estadísticas oficiales. Las asociaciones de veteranos hablan de más de 400 ex combatientes que se suicidaron desde que terminó la guerra hasta el día de hoy.
La guerra de Malvinas tiene un lugar especialmente doloroso en la Historia argentina.
¿Qué les pasó a esos 400 hombres, muchos de ellos muy jóvenes, que optaron por quitarse la vida?
¿Qué padecen los cientos y cientos de excombatientes que siguen en tratamientos psiquiátricos tratando de llevar adelante sus vidas a pesar de todo?
Técnicamente se llama TRASTORNO POR ESTRÉS POST TRAUMÁTICO.
Por supuesto estamos hablando de un problema grave, complejo, discapacitante y que requiere de un tratamiento con especialistas médicos y profesionales de la salud mental. Lo que no es posible y es absolutamente aberrante es abandonar a su suerte a las personas que viven este trastorno.
Quizás la guerra sea el motivo más elocuente de estrés post traumático, pensá que en las cifras de suicidios de ex combatientes se verifica una taza 14 veces mayor al promedio de la población.
Existe otro tipo de acontecimientos sumamente traumáticos que también pueden dar origen a este trastorno. Por ejemplo, abusos sexuales, torturas, violencia doméstica, atentados, grandes catástrofes como terremotos, inundaciones, incendios, derrumbes, etc.
Son acontecimientos en los que la víctima sintió la inminencia de la muerte, en los que vio morir gente a su lado o experimentó un terror extremo y, por supuesto, justificado.
En estos casos, y en esto reside la patología, el tiempo no cura los síntomas: pasan los años y estos pacientes se despiertan en medio de pesadillas horrorosas. Viven flashbacks aterradores, como imágenes y sensaciones intrusivas que no pueden controlar y los atormentan. Esto genera ansiedad, depresión, enormes dificultades para sostener un proyecto personal a largo plazo. Inestabilidad emocional y angustia.
En las formas más graves de la depresión ocurren con frecuencia los suicidios, que hablan de la imposibilidad natural de procesar vivencias tan abominables y muchas veces también del abandono de la sociedad. Eso es lo que más duele y resiente: la indiferencia de tus semejantes.
En las reacciones disociativas que presentan algunos pacientes más comprometidos, la persona (por decirlo de una forma sencilla) se separa de la realidad y reacciona y actúa reviviendo el suceso traumático, se desconecta del presente y queda fijado en ese pasado catastrófico.
Puede ocurrir también, y esto es muy triste, que la persona quede anclada en una percepción distorsionada recurrente; por ejemplo, un soldado que después de una explosión no tuvo la posibilidad o la fuerza para ir a rescatar a un compañero y esa culpa queda atravesada en su conciencia. La distorsión radica en que se siente responsable de la muerte del compañero, minimiza el hecho de que él también estuvo a punto de morir y que la causa fue esa granada enemiga. Él cree que su amigo murió por su culpa.
Es muy frecuente también que estos pacientes presenten amnesia, grandes lagunas en la memoria, durante las cuales no recuerdan partes de lo vivido, u olvidan a ciertas personas o toda una franja de tiempo, pero los atormentan las sensaciones y los recuerdos abstractos. Es decir, es una defensa fallida: se anula el recuerdo del suceso pero no los sentimientos asociados a ese hecho reprimido.
Por supuesto, las consecuencias físicas para una persona que vive un permanente estado de estrés son muy importantes, desde lo digestivo, inmunológico, cardiaco, en fin, no me voy a extender sobre este punto pero quiero dejar claro que estos pacientes deben también tener un estricto seguimiento por parte de un médico de cabecera que entienda cabalmente el cuadro y no se limite a trabajar sobre una dolencia específica sin atender el estado general.
Son pacientes delicados, que suelen presentar problemas de sueño, hiperactividad, dificultades para concentrarse, impulsividad, tendencias auto destructivas, desapego, hipervigilancia, entre otras dolencias.
Son las personas que más deberíamos cuidar, a quienes la sociedad debería haberles brindado todas las herramientas existentes para superar esa experiencia infernal. Y lamentablemente no ha sido así. Estamos en deuda. Deben contar con tratamientos gratuitos y permanentes, con pensiones dignas, con posibilidades de estudiar y de desarrollarse en un presente más gratificante.
Me refiero a los ex combatientes pero también a las víctimas de tragedias que son noticia unos días y después caen en el olvido y deben arreglárselas como puedan.
El trastorno por estrés post traumático es una enfermedad muy grave que puede llevar al suicidio o a la psicosis, pero trabajando de manera seria con profesionales especializados y desde una perspectiva multidisciplinaria las expectativas son muy buenas.
Mi homenaje, para todos los que hoy, a 35 años de la guerra, siguen sufriendo y siguen siendo ignorados. A los caídos tenemos el deber de recordarlos. A los que sufren, tenemos la obligación, como Estado, como sociedad y como seres humanos, de tenderles la mano y ayudarlos a ponerse pie.
Lic. F. Andahazi
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