jueves, 6 de julio de 2017

PADRES CULPOSOS, HIJOS CAPRICHOSOS Y REQUIRENTES....¡¡OJO!! LUEGO LA SOCIEDAD NO PERDONA


La frustración, un sentimiento clave para la educación de los hijos
El spinner es el juego de moda y como todo, implica riesgos y oportunidades. En cuanto a estas últimas, se puede mencionar que tiene posibilidad de ser una herramienta para que los chicos interactúen con sus pares y, así, socializar.
En cambio, el riesgo radica en que se convierta en un elemento tan adictivo como una pantalla y que termine por aislarlo de otros chicos. También podría ser positivo en la medida que sirva para que se genere una conexión entre los padres y los hijos mientras comparten momentos con el juego.
Otro peligro es que el spinner se convierta en otro "chupete electrónico" que genere en el chico una cierta desconexión. El entretenimiento no es positivo ni negativo en sí mismo. Dependerá del uso que se haga y, en ese sentido, el rol de los padres será fundamental a la hora de guiar.
Más allá de estas disquisiciones, el juego no deja de ser la moda del momento. Desde esta perspectiva parece ser un estímulo más para una generación condenada a no poder aburrirse. Escribo "condenada" porque si un chico se aburre en cierta medida, tiene la posibilidad de valorar más los momentos divertidos.
Si hablamos de sobreestimulación también tenemos que referirnos a límites y regulación. Como muchos padres tienen una connotación negativa sobre los primeros, evitan fijarlos. Sin embargo, los límites son una forma en que los adultos pueden enseñar a los chicos a autorregularse para que el día de mañana puedan hacerlo solos. Esta es una de las enseñanzas más importantes que los padres pueden legarles a los hijos. Un niño sin límites corre el riesgo de convertirse en un adulto limitado.

En tiempos de hiperconectividad y abundancia de pantallas de todo tipo, los padres tienen la dura tarea de ayudar a sus hijos a manejar la tecnología de la mejor forma posible. Muchas veces, los adultos intentan que los chicos no se frustren o no sufran, y permiten más de lo que deberían. Frente a esto puede ser una herramienta interesante poder pensar la frustración como una "vacuna" que los padres deben suministrarle a sus hijos. Esta posibilidad ayudará al chico a que desarrolle defensas contra la frustración que le sirvan para manejar las decepciones que la vida, tarde o temprano, pondrá en su camino.
S. G.
El autor es psicólogo clínico especialista en vínculos

Efecto dominó. Uno lo tiene y los pedidos se desatan en cadena. El nuevo objeto de deseo entre los chicos se llama spinner: un dispositivo con un mecanismo giratorio, que está integrado por un centro estable y tres paletas que giran a gran velocidad. Para los adultos, la razón de su éxito es una incógnita. Pero todos lo quieren y, en los colegios, ya es una verdadera sensación. Fue diseñado hace más de 20 años para ayudar a chicos con déficit de atención. Pero los padres lo ven como la "nueva moda" y saben, como ya pasó con otros juguetes, que la fascinación será efímera.
"Escuché hablar de este objeto tan preciado hace unas dos semanas. El hermano de mi socia ya los hace con su impresora 3D y es furor, pero aún no entiendo muy bien para qué sirve. Cuatro bulones con un plástico de color que gira y gira", dice sorprendida Fiorella Chirkes, que ya recibió el pedido por parte de sus dos hijas.
"Somos parte de una sociedad consumista, y uno entra en ese juego para que sus hijos no queden afuera", reconoce Dolores Flores Piran, que confiesa haber invertido 500 pesos en la compra de dos dispositivos para sus hijas.
 Y agrega: "Habría que tener la valentía de poder decir que no, pero somos padres culposos que trabajamos todo el día. Además, las modas pasan cada vez más rápido y son muy caras. Ya ni sé cuánta plata gasté en jabón y plasticola para hacer ese famoso slime". Se refiere al capricho anterior al spinner, que inundó las redes sociales con fotos, videos y tutoriales sobre cómo hacer esta masa elástica y que algunos consideran como un experimento peligroso por el uso de bórax [borato de sodio] que, según se sostiene, le da una mejor consistencia. "Mi hija no para con el slime, pero la condición es que use guantes para hacerlo -cuenta María Belén Salvador-. Y mi hijo me mandó una foto del spinner por WhatsApp hace unas semanas cuando estaba de viaje en los Estados Unidos, y se lo traje. Pero estoy segura de que en menos de un mes se aburren y aparece otra cosa."
Para Lucila Ricci, madre de Benjamín, de siete años, "el spinner, los beyblade [una suerte de trompos con lanzador] o las cartas metálicas de Pokémon no son una moda, son una manifestación de ansiedad y de satisfacción inmediata ante reiterados pedidos de nuestros hijos. Reflejan la forma en la que nos relacionamos con ellos. Creo que en lugar de pensar en el reclamo constante de nuestros hijos, los padres deberíamos revisar nuestra actitud. Tomarnos el tiempo y explicarles lo innecesario de la compra compulsiva y vacía. Pero lo que sucede es que muchas veces, agotados y, sin hacernos cargo, decimos que sí".
Garantes de felicidad

Los especialistas consultados  consideran que hay varios aspectos a tener en cuenta: la falta de tolerancia al aburrimiento, la necesidad de pertenecer a un grupo, la satisfacción inmediata y la rapidez con la que un nuevo juguete da la vuelta al mundo son signos de una infancia en la que el consumo instantáneo y la diversión también dependen de la difusión que imponen las redes sociales. "Yo elogio la decisión de un padre de poder mantenerse firme frente a una postura que cree conveniente para su hijo, aunque la marea vaya para otro lado", dice el neuropediatra Claudio Waisburg, director del centro multidisciplinario de neurociencias para niños y adolescentes SOMA. Y añade: "Pero lo cierto es que no veo nada negativo en sí mismo ni en el spinner, ni en los trompos ni en las cartas de Pokémon. De hecho, muchos padres me consultaron por las ventajas en el uso de este nuevo dispositivo en niños inquietos. Muchas veces con el movimiento hay niños que mejoran su perfil atencional. Pero si en una clase hay 30 haciendo girar entre los dedos el juguete de moda puede ser más distractivo que otra cosa".
Para la psicoanalista Paula Martino, a cargo del área de niños y adolescentes de Swiss Medical, hay una tendencia de los padres y, en consecuencia de los chicos, a no tolerar lo que les falta, lo que no se puede tener. "Sin embargo, es recomendable que un chico tenga estos puntos de incompletud. Más allá de los recursos económicos, como una actitud para adoptar ante la vida", indica.
El modelo actual, señala la especialista, promueve y exige un "todos iguales", lo que implica la obsesión por el consumo desenfrenado de objetos que lanza de manera constante el mercado. "Ilusoriamente se proponen como garantes de la felicidad. Ya desde la infancia, el «tener» ya sea un teléfono celular a los 12 años o el último juguete de moda, les asegura en su imaginación la pertenencia al grupo de «los que tienen», por oposición al de los que no llegan a esta condición."

Florencia Filippello es la madre de Massimo, de 8 años, y señala que frente a los pedidos de su hijo, ella suele decir que sí. Reconoce que los chicos están sobrestimulados. "Pero es el mundo en el que vivimos, y si considero que lo que me pide está en sintonía con su edad y no es un juego peligroso, accedo. Si él es el único que no lo tiene se queda afuera, y si yo puedo comprárselo por qué no lo haría."
Para muchos de los padres consultados, la oferta de estos objetos de recreación fugaz también ayuda a los chicos a "despegarse" un rato de los dispositivos tecnológicos. Así lo cree Luciana Arcapalo, que incentiva su uso frente a la tablet o la PlayStation. "Que pidan y pidan es agotador, estamos de acuerdo. Pero prueban otras cosas, y a mí me dan la chance de participar y jugar con ellos. Son modas y pasan rápido, pero es la velocidad que imponen los youtubers y su mundo virtual", cuenta.
Facundo Etchebehere, desde Francia, respondió por Facebook. "Mis tres hijos tienen el spinner. Todos lo tienen, y la verdad que es algo divertido hasta para los padres, una oportunidad de jugar a otra cosa", dice.
S. V.

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