martes, 22 de agosto de 2017
LECTURA RECOMENDADA
Ficción sutil y realidad inquietante
Breve novela sobre historias mínimas y una pesquisa perturbadora para dilucidar qué es lo que comemos
¿Qué tienen en común -además del pueblo de San Antón y el arte de malograr la propia existencia- León Ventura, José Wasserman y Ana Souza? La potente voz que los narra, modulada con sensibilidad y mucho humor por Patricia Suárez en su novela La renguera del perro (Galerna).
Inevitable derivar de sus páginas al recuerdo de Dormir al sol, si bien la atmósfera es distinta y lo fantástico no ocurre. Los personajes de Suárez viven atrapados en una especie de hiperrealidad, donde el absurdo, fruto del tedio y la chatura, es inopinado pan de cada día. El escritor Ventura (que de San Antón recuerda los veranos soporíferos malgastados con sus tíos), ha fracasado tanto con su oficio como con sus mujeres; José, que a las palabras se da poco, pero mucho a los extravagantes proyectos de negocios, es dueño en San Antón de un criadero de pastores alemanes -entre los que se siente mejor que con los humanos- y Ana, llegada al pueblo por azar y devenida esposa de José por la inercia de las cosas, desfallece como una Karenina polvorienta, mientras devora cuanto libro es capaz de procurarse. Con estas criaturas (y un pintoresco elenco secundario) trama Suárez su historia, que tiene el encanto y la frescura de una trenza floja, cuidadosamente despeinada.
* * *
Cuando el periodista estadounidense Michael Pollan decidió escribir El dilema del omnívoro (Debate), se proponía encontrar la respuesta a un pregunta sencilla: ¿qué deberímos comer?
A poco de reflexionar sobre el tema notó que, en el transcurso de los años, el asunto se había vuelto complejo. Ya no bastaba con ejercitar el sentido común: cada vez más se necesitaba "ayuda calificada": nutricionistas que configuren menús a medida e investigadores que certifiquen una procedencia confiable de la comida que ingerimos. Y aunque muchas veces esos especialistas caigan en la tentación de santificar y demonizar este o aquel alimento (paraísos e infiernos inestables, donde la grasa o el carbohidrato que hoy reciben loa o condena serán desahuciados o reivindicados mañana), el público tiende a seguirlos, dando lugar a "modas" poco saludables.
A partir de la premisa de que sólo un animal omnívoro se ve sujeto a la necesidad de elegir qué le conviene comer y qué no, y centrado en el mercado de productores y consumidores de alimentos de su país, Pollan decidió seguir el hilo de Ariadna en el intrincado laberinto que recorre todo aquello que comemos, desde su presentación en el plato hasta el momento en que es plantado, criado (o sintetizado). A tal fin, dividió el proceso en tres cadenas alimenticias: la industrial, la orgánica o "pastoril" y la de los cazadores-recolectores; a cada una corresponde una parte de su libro. Que comienza con la cadena industrial, por ser la más vasta y la que más nos implica. Paradójicamente, aunque es la que más variedad de productos ofrece como resultado final, es la que menos diversidad presenta en el punto do origen: todo se reduce al monocultivo y, en particular, al maíz.
La cadena que el autor llama "pastoril" incluye alternativas a la agricultura y la ganadería industriales, entre las que se destacan los cultivos orgánicos. Pollan explica por qué esos métodos artesanales, aunque parezcan preindustriales, son en verdad posindustriales. Por último, la cadena de los cazadores-recolectores registra la experiencia personal del autor. Cronista al fin, Pollan cuenta la serie de vicisitudes que atravesó para preparar una comida sobre la base de ingredientes que él mismo cazó, cultivó o recolectó. No sin sorpresa, dice que todo le salió muy bien.
El dilema del omnívoro, de Michael Pollan.
LA RENGUERA DEL PERRO. Patricia Suárez, Galerna
EL DILEMA DEL OMNIVORO. Michael Pollan, Debate
V. CH.
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