domingo, 25 de diciembre de 2016

FELIZ NAVIDAD; EL SEÑOR HA NACIDO


Origen y proyección de La Navidad

La Navidad, una de las festividades más importante del cristianismo, conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret. Si bien en la Iglesia católica, en la anglicana y en otras protestantes, así como en la Iglesia ortodoxa rumana, se celebra el 25 de diciembre, la festividad tiene lugar el 7 de enero en otras iglesias ortodoxas que no aceptaron la reforma al calendario juliano, reemplazado por el papa Gregorio XIII en 1582.
Reproducimos en esta oportunidad un artículo sobre la celebración navideña; quién la instituyó; el primero y el último de los países europeos que abandonaronel paganismo; el pesebre como símbolo, el muérdago, las siemprevivas; el acebo; los orígenes del villancico y sobre quién era realmente Papá Noel, aunque en este punto disentimos, como ya hemos publicado en otro artículo de nuestra página.
La navidad como una de las bellas tradiciones
Si nadie se preocupó demasiado por corregir ciertas contradicciones de la festividad navideña en Latinoamérica, es seguramente porque los símbolos del homenaje brotaron casi a la par del Cristianismo, se pierden en la inmensidad de los tiempos. Esa es la causa que volvió admisible al abrigado Papá Noel, en su trineo y al vertiginoso consumo de frutas secas en regiones en donde la Navidad, por celebrarse en verano, no es una fiesta recoleta, que obligue al encierro en torno a leños ardientes y a la ingestión de alimentos archicalóricos. La fe, la esperanza que entraña el nacimiento de Cristo y la tradición han preservado ecuménicamente la uniformidad de los símbolos, tal vez como un paralelo emblema de confraternidad. Sobre datos obtenidos en fuentes de la Unesco, a continuación se vierten algunas referencias poco conocidas sobre el origen de esas costumbres, de común geográficamente remotas, a veces emparentadas con la mitología y ciertos ritos paganos, decantados y espiritualizados por la Iglesia.
Fue el Papa Julio I quien escogió, hace alrededor de 1600 años, el día 25 de diciembre para celebrar el nacimiento de Cristo.
Jesucristo nació en el año 748 a contar desde la fundación de Roma, por entonces bajo el imperio de Augusto.
En tiempos del nacimiento de Jesús, y aún antes y después, Roma festejaba en diciembre –del 17 al 24- las llamadas Saturnales, una especie de carnaval en memoria de Saturno. Las guerras se detenían durante ese lapso, estaba prohibido trabajar e infligir castigos.
También durante diciembre los judíos celebraban la Fiesta de las Luces, y los teutones y escandinavos el solsticio de invierno. La religión mazdea de Persia rendía homenaje al “natalicio de invicto Sol” y la diosa Mitra, que cumplía años el día 25.
La península ibérica fue la primera región europea en festejar públicamente la Navidad, gracias a la acción evangelizadora del apóstol Santiago el Mayor, muerto el año 44. España fue el primero de los países de Europa rescatados del paganismo. 


Noruega fue el último de los países europeos en celebrar la Navidad. La fiesta fue introducida por el rey Haakon el Bueno en el siglo X.
El pesebre, como símbolo cristiano, fue concebido por San Francisco de Asís. Por primera vez lo armó en un establo, con animales vivos, en la aldea de Greccio, vecina a Asís, en Italia. Se supone que el hecho ocurrió hacia el 1200.
En varias ciudades de Alemania y Estados Unidos se realizan actualmente concursos comunales de pesebres, costumbre extendida también a Brasil, en donde se los llama lapinhas.
Durante la Navidad, cientos de ciudades latinoamericanas organizan procesiones. La de Lima es, por tradición, la más espectacular; habitualmente coincide con la más importante corrida de toros del año.
Las procesiones navideñas de Querétaro y Celaya, en México, se caracterizan por sus desfiles de carrozas representando escenas bíblicas: la historia de Adán y Eva, Moisés dividiendo las aguas del Mar Rojo, la Anunciación.
En los países centroamericanos, el homenaje a la Navidad empieza el 16 de diciembre: grupos de cantores recorren aldeas y ciudades remedando los esfuerzos de los progenitores de Jesús por hallar albergue de Belén. Cantan esta letanía: “Por favor, dennos albergue; mi esposa está cansada y ya no puede andar más”. Desde los balcones se les responde: “¡Marchaos! Podéis ser ladrones, no nos podemos confiar”.
Según la creencia religiosa, el primer villancico (y por lo tanto el más antiguo) fue transmitido por los ángeles a los pastores de Belén. Es éste: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
En Chile, la Virgen del Rosario de Andacollo preside una de las principales procesiones de la Navidad. La imagen fue descubierta por un indígena leñador, Collo, quien tuvo cierto día -dice la leyenda- una visión celestial. “Anda, Collo, a la colina –le ordenó la visión-. Allí te espera la felicidad”. Encontró la estatua, tallada en madera, de un metro de alto.
La costumbre norteamericana de adornar las casas con siemprevivas y guirnaldas de acebo proviene de los antiguos sajones: el muérdago ha sido heredado de los celtas.
En épocas ya remotas, la Iglesia intentó desarraigar estos símbolos vegetales, pero vanamente. Así, el acebo pasó a representar la corona de espinas de Cristo (cuyos frutos, quiere la leyenda, eran blancos hasta que se embebieron de sangre) y las siemprevivas se identificaron con la eterna esperanza cristiana. El muérdago celta era demasiado pagano, de modo que, como emblema, apenas alcanzó las puertas de las casas, en donde todavía constituye un relegado adorno.
Muchos estudiosos de las costumbres religiosas niegan que haya sido San Bonifacio, como se creía, quien institucionalizó al arbolito de Navidad. Antes de convertir a los alemanes al cristianismo (siglo VIII), el santo destruyó la encina sagrada de Geismar, en Hesse, reemplazándola por siemprevivas, símbolo del nuevo culto. 


Fue en Alemania, en el siglo XVI, donde se aderezó el árbol de Navidad tal como se lo conoce hoy. Y soldados alemanes que pelearon en la Guerra de Secesión lo introdujeron en los Estados Unidos. Aun así, Virgilio cuenta en Las geórgicas que los romanos colgaban máscaras de Baco en los pinos, una manera de augurar fertilidad.
Se supone que Papá Noel o Santa Claus (o Julenissen, en Dinamarca y Noruega; o Tomte, en Suecia) son “descendientes” de Votan, un dios nórdico que durante el crudo invierno cabalgaba un mágico caballo de ocho patas, distribuyendo alimentos a los más necesitados, y un poco de tibieza (y por eso descendía por las chimeneas).
Un obispo de Europa central, ahora San Nicolás, que vivió en el siglo IV, transformó en realidad las especies mitológicas: famoso por sus limosnas y su amor por los niños, a su muerte se convirtió en patrono de una decena de ciudades europeas y también de la isla de Manhattan, en Nueva York. Su imagen aparecía en el mascarón de proa del primer navío holandés que arribó a esas costas.
En Nueva Ámsterdam (primitivo nombre de Nueva York), San Nicolás pasó a llamarse Santa Claus y dejó de ser un viejecito ascético para convertirse en un rubicundo fumador de pipas, tripulante de un trineo henchido de juguetes y empujado por ocho renos. Nadie sabe por qué en los Estados Unidos Santa Claus coloca sus regalos en una media y no sobre los zapatos.

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