viernes, 30 de diciembre de 2016

HISTORIAS DE VIDA....NO OLVIDAR


Augusto Daniel Jesús, la víctima del atentado a la AMIA que este año recuperó su identidad

Daniel en una foto de su infancia.
El nombre y el rostro de la víctima 85 del ataque del 18J se conocieron tras más de 22 años de espera. Hoy podemos saber más de Daniel gracias a los datos y las fotos que Cecilia Jesús aportó cuando se acercó, hace poco, a la AMIA. Conmovida por una nota que leyó en una revista sobre la historia de su primo, Cecilia ayudó a Daniel a salir del olvido.
Cecilia Jesús Lower fue la persona que encontró el “mensaje en la botella” que el periodista Hugo Martín de la revista Gente arrojó “al mar”, cuando en septiembre de este año escribió la nota: “La triste historia de Augusto, el muerto sin rostro”.
La nota se publicó después de que la Unidad Fiscal AMIA diera a conocer, en agosto pasado, que la víctima 85 del atentado era Augusto Daniel Jesús, hijo de María Lourdes Jesús, quien también perdió la vida en la fatídica mañana del lunes 18 de julio de 1994. Daniel tenía entonces 19 años.
Mientras esperaba en el consultorio del dentista, hace unos meses atrás, Cecilia tomó al azar una revista. Comenzó a hojearla hasta que se topó con las páginas que contaban la historia de su primo. Una historia escasa, incompleta, ya que muy poco se sabía – hasta ese momento- de la vida de Daniel y de su mamá.
Conmocionada por enterarse de esta manera del destino de su primo, con una mezcla de tristeza, culpa e incomprensión por la distancia y el silencio que pesaron siempre sobre los lazos familiares, Cecilia no pudo quitarse de la mente, durante días, el título que había leído: Daniel era “un muerto sin rostro”. Algo muy injusto y doloroso, pero también –pensó– una apelación directa “a hacer algo” para vencer el olvido.
Después de leer la nota, Cecilia pasó horas revolviendo cajas, buscando álbumes de fotos y recuerdos de la infancia. También se ocupó de averiguar, hasta donde pudo, cómo habían sido los últimos años de vida de su primo Daniel y su tía Lourdes.
Aún movilizada por la historia, la noche del 17 de noviembre pasado, Cecilia se sentó frente a su computadora, se conectó a Facebook y decidió enviar un mensaje a AMIA.
“Buenas noches. Quizá ustedes puedan ayudarme”. Así comenzaba el texto que Cecilia nos escribió. Con él, abrió la puerta que permitió que Daniel tenga hoy un rostro y una historia que contar. Más de 22 años después…
Rescatar a Daniel del olvido

“Ojalá la víctima número 85 de la AMIA tenga, además de un nombre, un rostro. El mensaje en la botella ya fue arrojado al mar”.
Las palabras que Hugo Martín eligió para cerrar su nota en la revista Gente comenzaron a hacerse realidad cuando Cecilia Jesús se contactó con AMIA.
En su mensaje, Cecilia nos decía: “Recordé una caja de fotos que mi padre conservaba y ahí están las únicas cosas que conservamos en mi familia relacionadas con mi primo: su certificado de 7° grado, una tarjeta del Día de la Madre hecha por sus manitos de niño, y un puñado de fotos. Si ustedes tienen algún archivo o libro de las víctimas y les sirve para darle un rostro, aunque no se parezca al que tenía cuando murió, quisiera poder aportárselas. No sé, siento que es la única forma de rescatarlo del olvido y devolverle la identidad que perdió”.
Inmediatamente respondimos el mensaje y el 21 de noviembre pasado, Cecilia se acercó al edificio de la AMIA. Llegó acompañada por un verdadero tesoro: el álbum de fotos y dos tarjetas escritas por Daniel cuando era niño.
En el encuentro, Cecilia compartió los datos que recordaba. Con cada palabra que dijo aquel día, el silencio y el olvido empezaron a quedar atrás. Con cada recuerdo que trajo al presente, la memoria comenzó a brotar. Y así se pudo materializar, en minutos, la reparación y la restitución de una identidad.
La fuerza de la memoria

Con la información que Cecilia brindó, las historias de Daniel y de Lourdes serán incorporadas a la Central de Recursos 18J (http://www.centralrecursos18j.amia.org.ar) que compendia el material informativo sobre el atentado y recuerda a cada una de las 85 personas que perdieron la vida.
El día que Cecilia llegó a la AMIA, pudimos saber que aunque Augusto era el primer nombre de su primo, en la familia todos lo llamaban Daniel.
La última vez que se vieron eran muy chicos: ella tenía 10 y él 8. Se veían siempre en la casa de sus abuelos, en Munro. “Por cosas de la familia, no nos seguimos viendo. No supe más de ellos”, nos contó Cecilia. “Vengo de una familia en la que hay muchos secretos y temas de los que no se hablaron nunca; una familia que no fomentó que seamos unidos, una familia desparramada, con muchas cosas no dichas. Por eso, se explican tantos años de silencio y que nadie antes se haya preocupado por querer saber más”, relató.
“Mi tía fue identificada desde el momento del atentado. Pero nunca más pudimos dar con el paradero de Daniel. Supusimos que estaban juntos porque iban siempre los dos a todos lados. Mi papá que, después falleció, trató de averiguar algo, pero no lo logró, y después todo quedó tristemente en el olvido”, agregó.
Cecilia se acuerda que cuando eran chicos, Daniel siempre estaba dibujando. “Era un nene más bien solitario, callado. A veces jugaba con nosotros pero la mayoría de las veces, se quedaba en un rincón con sus dibujos”.
Justamente dos de las ilustraciones de Daniel aparecieron en la caja de recuerdos que Cecilia fue a buscar después de haber encontrado esa verdadera botella al mar en que se transformó, literalmente, la nota de la revista Gente.
Dedicación. Amor. Cariño. Paciencia. Para un Día de la Madre, Daniel escribió estas cuatro palabras sobre una hoja y rodeó a cada una con un corazón. “Esto significa mamá”, escribió. Luego, pegó un sticker de la vieja revista infantil Cosmi-k y recortó una foto suya, en blanco y negro, para que estuviera al lado de su firma: Dani.
Con un marcador verde y en mayúsculas, resaltó una frase que hoy estremece:
“FELIZ DÍA TE DESEA TU HIJO, QUE TE QUIERE MUCHO”.

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