viernes, 23 de diciembre de 2016

PREJUICIOS DE GÉNERO....HISTORIA DE VIDA



Tenía bellísimos ojos claros y un aire austero, como de quien vive al margen de la sustancia diaria del mundo. Su sueño había sido ser astrónoma, pero terminó siendo profesora de matemática. La mejor que pude tener.



Con ella, astronomía -sección más o menos marginal en la clase de cualquier otro docente- se convertía en viaje estelar. Días y días de inmersión en agujeros negros, sobrevuelo de planetas, disquisiciones sobre la inmensidad del cosmos. Era buena enseñando aritmética, pero si se trataba del universo resplandecía. Un año se ocupó -si mal no recuerdo, prácticamente sola- de organizar la mejor de las excursiones: escuela de noche, varios micros, alguna vianda y a la ruta, hacia el Observatorio Astronómico de La Plata. Desfile ante la enormidad del telescopio, ajuste de lentes, pasen y vean: Saturno y sus anillos, la Luna y sus cráteres, el infinito y más allá.


La recuerdo siempre sonriente. Incluso cuando nos confesaba que sí, desde luego, su sueño había sido estudiar astronomía. "Pero no es carrera para una mujer", decía, apacible. Y ella, estado civil soltera, profesora de matemática en una escuela secundaria, insistía en que no, que cómo estudiar astronomía si el casamiento y la familia y los hijos y el ser mujer.
Pensé en aquella profesora cuando vi Code: Debugging the Gender Gap, documental de Robin Hauser Reynolds que se exhibió durante el Anima Film Fest y al que tuve la oportunidad de volver en estos días. Allí aparece Helen Bradley, ingeniera en informática, vicepresidenta de NetApp y antigua estudiante del MIT. Bradley recuerda el día en que un profesor -quizá con la mejor de las intenciones- le dijo que por qué mejor no se iba a casa, que en el entorno masculino del MIT no iba a poder abrirse paso. Pero resultó que los aguerridos años 60 ya habían llegado a los Estados Unidos y a Bradley, que todavía no había salido de la adolescencia, no le dio ninguna gana seguir tan paternal consejo

 Al día de hoy es una de las pocas mujeres que ocupan lugares decisivos en la industria ligada a lo digital. Por eso su testimonio forma parte de la película de Hauser Reynolds, quien al filmarla se hizo la gran pregunta: ¿por qué casi no hay mujeres en el campo de la informática, en una época donde la matrícula universitaria femenina no para de crecer, y cuando ya está claramente demostrado que no hay un gen femenino o masculino que dictamine el gusto por la ciencia, las matemáticas o la tecnología?
Pioneras como Bradley y jóvenes programadoras recién ingresadas al universo de lo informático van desgranando sus experiencias frente a las cámaras. Y todas aluden al momento, más o menos conflictivo según las edades o la pertenencia social, en que alguien las miró raro y les dijo: "¿En serio vas a estudiar eso?" Porque quién te va a mirar si te convertís en una nerd, y cómo una mujer, sensible por naturaleza, va a sobrevivir en esa selva de hombres racionales y competitivos.


"Amenaza de estereotipos": entre los múltiples aspectos que explora el documental, el más gráfico es el que sintetiza esta frase. Según cuenta una de las entrevistadas -integrante de una familia donde padre, madre e hija se dedican a profesiones ligadas con lo tecnológico-, la expresión era una suerte de talismán ante cualquiera que osara cuestionar sus elecciones. Pero, más allá de la brecha de género al interior de la informática, el documental intenta alertar sobre una pérdida que atañe a toda la sociedad: la complejidad de nuestra época demanda más profesionales ligados a lo digital, y también mayor diversidad y riqueza de puntos de vista en los equipos que desarrollan esas tecnologías.
Le debo algunos de mis mejores recuerdos escolares a una profesora que renunció al mayor de sus deseos en nombre de lo que "una mujer debía ser". Lo que se perdió la astronomía.

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