INVESTIGADOR; DR. RICARDO "EL MORDAZ" |
NAPOLEÓN EN MOSCÚ
La Grand Armée
A mediados de junio de 1812, las estepas y los poblados de Europa son testigos del paso de un ejército gigantesco como nunca se había visto en la historia de la humanidad. Se trata de la Grand Armée bajo el mando de Napoleón Bonaparte. En ese momento el Emperador se encuentra en el apogeo de su poder: Italia, España, Portugal, Alemania y Austria han caído bajo el dominio de Francia gracias a las exitosas batallas ganadas por el corso. Por lo tanto, esa enorme masa humana está compuesta por 400.000 franceses y el resto son fuerzas reclutadas de los demás países subyugados por Bonaparte. En total suman 700.000 hombres constituidos por soldados regulares, más el personal de apoyo de combate, ya que mantener esa multitud exige esfuerzos logísticos titánicos.
Si bien la mayoría de las divisiones ya estaban concentradas en Alemania, las que provienen de Francia deben recorrer una enrome distancia a marchas forzadas desde París hasta Moscú. Cerca de 2500 kilómetros que a un promedio de 30 kilómetros diarios les llevará alrededor de 80 días. El objetivo es enfrentar a las fuerzas del zar Alejandro I, derrotarlas e incluir a Rusia en el vasto territorio que ya engloba a la mayoría de los países de Europa. De lograrlo, Napoleón podrá jactase de haber superado en extensión al Imperio Romano. ¿Cuál es la razón para este emprendimiento, esta aventura rayana en lo descabellado?
El Zar Alejandro I
El motivo de la invasión a Rusia
Después de la batalla de Trafalgar donde la flota del almirante Nelson destruyó totalmente a la coalición de naves de Francia y España, el sueño de Napoleón de invadir Inglaterra, su eterno enemigo, quedó trunco. La alternativa adoptada es bloquearle al comercio inglés todos los puertos europeos y de esta manera desplomar la economía inglesa que, en plena efervescencia de la Revolución Industrial, necesita instalar sus manufacturas en el resto del mundo.
La medida viene perjudicando enormemente a Inglaterra, pero también afecta a los países que con ella comercian. En un principio, Portugal se resistió y Napoleón lo doblegó con su ejército, pero Rusia no aceptó interrumpir sus relaciones con Gran Bretaña que le resultan vitales. Alejandro no desea la derrota inglesa porque considera que es la última garantía contra el dominio del continente en manos de un solo individuo. Entonces Bonaparte decide invadir el país de las enormes estepas y derrotar a las fuerzas del zar. La campaña empieza el 24 de junio de 1812.
La táctica de tierra arrasada
Después de atravesar Polonia, la Grand Armée llega al río Niemen y al atravesarlo pisa territorio ruso. La otra orilla está desierta, se supone que el río es una excelente barrera para que las fuerzas del zar detengan el avance invasor, pero no hay un solo soldado ruso esperándolos. La tropa se alegra salvo el Emperador, que gusta de los grandes choques entre dos fuerzas. Esta ausencia de enemigos es algo atípico y no le agrada, ¿presiente que se encuentra ante una campaña que vaticina un final aciago?
Las columnas avanzan siempre hacia el este, encuentran pueblos vacíos, en el camino no ha quedado nada, ni siquiera forraje para los caballos que empiezan a morir y el ejército se alimenta de ellos. El hambre acosa y la moral comienza a decaer. La desazón se adueña de la tropa, aquello no es la guerra con la que siempre se enfrentaron. No hay hombres contra quienes luchar, solo pueblos fantasmas y estepas desoladas, es un fenómeno nuevo, desconocido y aterrador.
El tifus y la disentería comienzan a cobrarse las primeras víctimas, el calor es insoportable, pero en cuestión de semanas sufrirán un frío cien veces peor. A los calores siguen grandes lluvias que empantanan los caminos dificultando el movimiento de los carruajes. El clima parece estar del lado del enemigo. Comienzan las deserciones, especialmente dentro de las filas de las fuerzas que no son francesas.
El 27 de julio a la noche, Napoleón y su estado mayor enfilan los catalejos hacia numerosos fuegos lejanos que indican la presencia del ejército ruso. Se alegran, al fin una batalla que repita la gloria de Austerlitz y obligue al zar a firmar la paz. Sin embargo, al día siguiente se renueva la pesadilla, el adversario ha desaparecido, solo algunos cuervos sobrevuelan los restos que quedaron del campamento.
La Grand Armée se pone en marcha nuevamente, persiguiendo a un fantasma escurridizo. ¡Son unos cobardes! repite Napoleón y lo mismo piensan del zar varios de sus generales, pero se equivocan, la estrategia de Alejandro es brillante, consiste en desgastar al ejército francés, destruir su logística y desmoralizarlo totalmente. No piensa enfrentarse con un ejército muy superior en número al suyo y dirigido por uno de los más grandes genios militares de la historia. Pero el corso no entiende este tipo de enfrentamientos, sin combates regulares. En las escuelas militares nunca le enseñaron que podría enfrentarse con emboscadas producidas por guerrillas, como le sucedió a su ejército en España y ahora esta otra táctica siniestra, escurridiza que no figura en los tratados de guerra.
Primeros combates
Finalmente, el 17 de agosto el ejército llega a Smolensko, donde se produce el primer enfrentamiento con fuerzas rusas, pero se trata de una división de solo 20.000 hombres y detrás la ciudad es presa de las llamas. No es la gran batalla que esperaba Bonaparte y en Smolensko, después del incendio provocado por los rusos, no quedan víveres ni forrajes para reponer las necesidades de hombres y caballos.
Por fin el 5 de septiembre llegan a Borodino y esta vez sí está el ejército ruso al mando del general Kutusov, listo para dar batalla. Napoleón recordará que nunca ambos bandos lucharon con tal encarnizamiento, los franceses por dar término a esta guerra que se ha vuelto una pesadilla y los rusos por su tierra, por la madrecita Rusia.
Por primera vez Napoleón no está en el frente, se encuentra en un reducto en retaguardia donde no puede divisar la lucha en sus detalles. El hombre que desconocía la duda, se demora en dar las órdenes y el enemigo logra retirarse en forma ordenada, mientras que en el terreno quedan del lado ruso 40.000 bajas y 28.000 del lado francés que cuenta con un médico cada 600 combatientes. Los cirujanos están exhaustos y con los brazos doloridos de realizar decenas de amputaciones.
Moscú
El ejército napoleónico continúa su avance y el 14 de septiembre desde una colina avistan las cúpulas de Moscú. El alborozo se propaga en la tropa y vuelan por el aire los morriones, por fin se acaba la expedición que ya tiene contornos de pesadilla. En el ocaso, las divisiones ingresan en correcta formación por las calles de Moscú. El asombro es seguido por la desazón y la desesperanza, porque están marchando por una ciudad desierta, un pueblo fantasma.
Esa misma noche, un incendio ordenado por el general Kutusov arrasa con gran parte de la ciudad. Napoleón y su Estado Mayor contemplan incrédulos desde los ventanales del Kremlin, con ojos hipnotizados el cielo enrojecido por las llamas, un espectáculo dantesco que los sume en el abatimiento.
Moscú en llamas
Napoleón envía mensajeros al zar diciéndole “Quiero la paz, necesito la paz, la quiero absolutamente. Salvad únicamente el honor”. Alejandro no responde: la paz no se hará. En este compás de espera, el corso pierde 5 días preciosos mientras se avecina el temible invierno ruso. El 19 de septiembre, la menguada Grand Armée abandona Moscú.
Muchos soldados llevan alhajas y objetos de valor, producto del saqueo a los edificios que permanecieron en pie. Casi todo este botín quedará sepultado en la nieve junto con sus dueños. Otros más previsores se llevan tapados y abrigos y tendrán más chances de regresar a sus hogares, porque la logística no había contemplado una campaña de invierno, tan seguros estaban de una victoriosa guerra relámpago.
Ahora la marcha es hacia el oeste, sin haber enfrentado a ningún enemigo y sin haber perdido batallas, el ejército tiene todo el aspecto de una fuerza derrotada que se desplaza penosamente, bajo un sol esquivo que marca el final del otoño y el inicio del terrible invierno ruso.
Nieve, frío y desolación
El 6 de noviembre, aún en territorio ruso, cae sobre los franceses una tormenta de nieve, el termómetro no sube de menos de 20 grados bajo cero y a los soldados les ciega la nieve, se les congelan las extremidades, tropiezan y de los que caen, muchos ya no se levantan. Al salir de Moscú la Grand Armée, que había ingresado a Rusia con setecientos mil hombre, ahora cuenta con solo cien mil y tres semanas más tarde no llega a cuarenta mil y aún esos son cadáveres vivientes. Espantajos grotescos, devorados por los piojos, vestidos con harapos, donde es imposible distinguir un coronel de un soldado.
El ejército de Napoleon bajo la tormenta de nieve. Óleo de Vasiliy Vereshchagin. Museo de Moscú
El cruce del río Berézina
El 25 de noviembre el ejército llega al río Berézina en la actual Bielorrusia, el puente ha sido destruido por los cosacos y la única forma de cruzarlo es construyendo uno nuevo. Zapadores y pontoneros se ponen a trabajar sin descanso, se sumergen hasta la cintura en las aguas heladas, eludiendo los témpanos que la fuerte correntada arroja contra ellos. Los que no pueden esquivarlos, perecen ahogados. Gracias a esos héroes que realizaron esfuerzos sobrehumanos, se pudo salvar lo que queda del ejército francés de una masacre total.
Mientras se arman los puentes, en otra parte del campamente tiene lugar una ceremonia lúgubre. El Emperador ordena juntar todas las águilas y estandartes de los distintos cuerpos y los hace quemar para que no caigan en poder del enemigo. Los hombres contemplan desolados aquellos emblemas que sostuvieron airosos en tantas batallas.
El día 26 se termina la construcción de los dos puentes, mientras tanto, Napoleón manda a uno de sus mariscales con un pelotón seis leguas más abajo para hacer creer a los rusos que el ejército atravesará el río por allí.
El cruce del Berézina
Afortunadamente, Kutuzov cae en el engaño lo que permite que gran parte de las fuerzas francesas logren atravesar los puentes, pero al día siguiente una de las estructuras se desmorona con el peso de la artillería y los que no cayeron al río y murieron congelados, se precipitan al segundo puente. El día 28 Kutuzov recuperado del engaño, se lanza sobre la retaguardia y produce una verdadera masacre, pero su fuerza no cruza el río, comprende que en la otra orilla solo quedan restos de un ejército derrotado.
Es el 14 de diciembre de 1812, han pasado 5 meses y medio desde que partió hacia Rusia la orgullosa Grand Armee y que ahora es un conjunto de pequeños pelotones que como girones de una antigua tela se desplazan penosamente hacia Francia.
Ciento treinta años más tarde un dictador mesiánico que no supo sacar lección de la historia, repetirá la misma campaña en una escala infinitamente mayor invadiendo la Unión Soviética con un ejército de casi cuatro millones de hombres, miles de tanques y cuarenta mil piezas de artillería, más la aviación. Los alemanes ni siquiera llegaron a Moscú, la derrota fue total y significó el principio del fin del nazismo.
Dimitri Merejkovsky. Vida de Napoleón. Colección Austral, Buenos Aires 1940.
Napoleón. Encyclopaedia Britannica. Tomo 24, pag 748-755, Chicago 1995. Batalla del Berézyna, Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_Ber%C3%A9zina
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.