sábado, 24 de diciembre de 2016

NATIVIDAD GAUCHA

Ascasubi, Santos Vega y una Navidad en la estancia La Flor

La originalidad del insigne don Hilario Ascasubi al referirse al payador Santos Vega consistió en omitir las alabanzas que siempre mereció aquel payador "de la larga fama", y en cambio presentarlo viviente y en acción para resaltar todas las cualidades en ese momento. Santos Vega evoca brevemente los sucesos de la estancia La Flor.
Ascasubi nos presenta a Santos Vega encontrándose casualmente con el gaucho Rufo Tolosa, porque llevaban el mismo camino que seguía el paisano dirigiéndose a su rancho.
En ese relato evoca en su asombro los nombres de los patrones "cristianos" y "nobles" donde fueron recogidos y educados con gran amor y esmero los mellizos que dan lugar al doble título de la obra de Ascasubi: Santos Vega o Los mellizos de La Flor; los mellizos son como una figura de Abel y Caín gauchos: uno de ellos todo bondad, cristianismo y amor, y el otro que se convirtió en matrero y asesino.
El gaucho Tolosa, maravillado como todos de su encuentro con Santos Vega, lo invita, ya que llevaban el camino de su rancho, a hospedarse en él, para que su compañera y esposa pueda gozar del canto del payador que maravillaba a todos.
Santos Vega acepta y pasa unos días en aquel rancho hospitalario si bien modesto, no carente de las principales posesiones que debe tener un gaucho de la época. Allí no faltan comodidad para alojar a Santos Vega, ni el sabroso asado ni el mate cordial. Durante esos días siempre hubo unas horas dedicadas a deleitarse escuchando al payador.
En una de esas dulces endechas surge el relato de una Navidad en la estancia. El pesebre, o nacimiento, ha sido preparado con amor por todos los habitantes de la estancia. No sólo La patrona ha cedido para formar la cabeza del cometa milagroso su plaqueta de valiosísimos diamantes a la que adosaron manos cordiales una larga cola de cartón dorado, sino que se ofrecen a la vista esos enternecedores anacronismos que se dan hasta hoy en nuestros nacimientos: un niño Jesús rubio y sonrosado de fina porcelana, con brillantes ojitos celestes engarzados en ella, la virgen y San José, los pastores vestidos a la usanza europea, como que de allí han venido en un previsor encargo a un amigo viajero por alliende los mares; ovejas de razas indefinibles bebiendo en un lago formado por el fino espejo veneciano de La patrona y hasta tres reyes venidos de Oriente conduciendo camellos que llevan enormes fardos formados con fina tela que aprestaron las muchachas de la estancia y que figuran ser regalos para el Niño: oro, como a verdadero rey; incienso, como a verdadero Dios, y mirra, como a verdadero hombre que sufrirá en la redención el martirio de la cruz.
En el rancho, vibró la voz de Santos Vega, que se acompasaba con las armonías de su guitarra y el gaucho y su esposa y el payador mismo revivieron la emoción de aquella Navidad en la estancia La Flor.
Como modesta ofrenda ante ese pesebre navideño, dejo mi breve poema Navidad gaucha en tres palabras:
Dijo por primera vez:
-¡Mama!
(como todos los gurises gauchitos)
Dijo por primera vez: -¡Tata! (como todos los gurises gauchitos)
Una Virgen Inmaculada y Dios Padre le respondieron: ¡m'Hijo !
G. M.

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