domingo, 2 de abril de 2017

LA MASACRE Y LA ORFANDAD DE LA JUVENTUD


Así las mataron. Así nos están matando", se leía en una de las tantas notas que leí sobre la masacre de Florencio Varela. Me recordó el ya histórico tuit de Marcela Ojeda, la periodista que con su intervención en Twitter ayudó a desencadenar el movimiento #NiUnaMenos: "Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales... mujeres, todas, bah, ¿no vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO".
Pero esta vez, al parecer, la violencia machista no está en el centro: penalmente puede ser un agravante, pero todo indica que el crimen excede la violencia de género. Aunque haya dos chicas muertas y dos recuperándose de las heridas. Denise, Sabrina, Némesis, Magalí. 17, 16, 15, 16.


Las dos primeras murieron en la calle, al lado de sus dos amigas, que lograron sobrevivir, que lloraban sin poder levantarse del piso y apenas podían pedir auxilio. Todavía pueden verse fotos y videos, algunas de las imágenes más estremecedoras de la democracia que supimos conseguir. El cordón de la vereda, los cuatro cuerpos caídos y encimados, los shorts desflecados, salpicados de sangre, como las piernas, como las botas de ponerse lindas para ir a bailar, como el asfalto. Tiradas en la calle, donde se tira la basura.
Magalí Pineda, una de las sobrevivientes, descubrió al asesino en una rueda de reconocimiento y ayer la Justicia informó que el asesino señalado tiene 14 años. La tragedia dentro de la tragedia. La tragedia social argentina. Un adolescente que en la madrugada del 11 de febrero descerrajó 22 tiros certeros sobre cuatro chicas, tan adolescentes como él. Con tanta puntería que da escalofríos: 9 balas en el cuerpo de Sabrina, 8 en el de Denise, tres en el de Némesis y dos en el de Magalí. Y tanta protección que sorprende: todavía está prófugo de la Justicia.
¿Suspicacias? Las fuentes judiciales aseguran que no se descarta ninguna hipótesis, pero que las versiones sobre venta de drogas, trata de personas, corrupción de menores usadas como "monederos" para llevar y traer dinero o como "mulas" para entrar sustancias prohibidas en los boliches fueron sólo eso, versiones mediáticas que después ningún testigo formalizó ante la Justicia.
Mientras tanto, Magalí confirmó por lo menos una de esas versiones: que esa noche, a ellas -hijas de una realidad de pobreza durísima- las pasaron a buscar en un auto de alta gama y las llevaron hasta una casa en Ezeiza para dejar un paquete. Una de las chicas que murieron, Sabrina Barrientos, estuvo demorada en una comisaría en agosto del año pasado cuando se la encontró con 20.000 pesos que no pudo justificar.
Algunos conocedores del entramado político y social del distrito temen que los investigadores se conformen con un nombre. Un chivo expiatorio. Temen que la Justicia sea sensible a los requerimientos de la política, ese engranaje complejo que tiene entre sus piezas a muchos jueces, fiscales, policías y dirigentes. Todos consustanciados con las necesidades que tiene la política para financiarse.
En la masacre de Florencio Varela se puede ver la orfandad de la juventud en los barrios más pobres del conurbano sur, la otra grieta. Chicos en situación de vulnerabilidad social, atrapados en una lógica difícil de romper, la de la falta de horizontes y el atajo del narcomenudeo. Investigaciones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, del CELS y de diversas universidades han desnudado la situación del conurbano. Pero parece que aún no alcanza para cambiarlas. ¿Se necesitará una María Soledad, como ocurrió en Catamarca? ¿Será la masacre de Florencio Varela el punto de inflexión que rompa con ese poder permanente que no se quiebra ni con los cambios de gobierno? ¿O será que "todo pasa" nomás, como decía el anillo más famoso?
Mientras tanto, es como si ellas siguieran tiradas en la vereda. Las están matando, nos están matando. ¿No vamos a levantar la voz?

C. A. 

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