domingo, 16 de abril de 2017

LOS GESTOS QUE HABLAN POR NOSOTROS



A veces el cuerpo habla más que mil palabras y revela señales muy íntimas de lo que estamos pensando, decidiendo o prefiriendo. Otras veces el cuerpo es un semáforo del comportamiento, gritando un miramemiramemirame o un tequierocomer o un quétratausteddedecirme.
Allí está la cara, por ejemplo. ¿Será que la gente tiene cara de lo que es? ¿La buena gente tiene cara de buena gente, la mala de mala, y así sucesivamente? Esta es, sin duda, una idea que ha entretenido a la humanidad desde siempre (como la frenología de Gall, que prometía que la forma del cráneo indicaba la personalidad del portante, la ciencia de Cesare Lombroso identificando "criminales natos" por su aspecto. o la usual "hipótesis de la policía" que, en cualquier lugar del mundo, utiliza la metodología de portación de cara). Pero más allá de estas chantadas pseudocientíficas, sí está claro que los rostros son una enciclopedia de información humana: sus intenciones, sus deseos, hasta su ideología. Y entre otras señales, la cara da una idea de la fuerza y agresividad de los hombres. Los experimentos muestran que cuando sólo se ve el rostro (sin el cuello) de hombres de distintas geografías, se puede estimar con bastante certeza la fuerza muscular del portador; somos, en el fondo, monos que muestran sus cualidades a través de las mejillas, la mandíbula, las líneas de la nariz. ¿Será que conviene saber cuándo salir corriendo sólo por ver la cara del oponente? Hay otros datos curiosos: según un estudio canadiense, los jugadores de hockey sobre hielo con cara más ancha ¡hacen más infracciones! Obviamente que es imposible -aunque tentador- generalizar en estas cosas, pero a favor de los fisonomistas podemos decir que la forma del rostro masculino o femenino tiene que ver con las hormonas sexuales que van esculpiendo curvas y rectas por el cuerpo.


Pero el cuerpo también puede desnudar las convicciones políticas. Al menos así lo afirma un estudio -en el que también participó nuestro viejo conocido Daniel Sznycer- que relaciona la fuerza física con las ideas sobre la distribución de la riqueza. Investigaron músculos e ideas de estadounidenses, argentinos y daneses; midieron sus bíceps como medida de fuerza y les preguntaron sus opiniones sobre este asunto de la distribución de recursos entre pobres y ricos, desde "no es justo que quienes más tienen deban pagar programas de inclusión o bienestar social con sus impuestos" hasta "los ricos deberían dar parte de su dinero a los que están en condiciones de pobreza". Resulta que los fortachones ricos no estaban de acuerdo con la redistribución de la riqueza, mientras que los pobres, sí. Hasta acá, todo como era de esperar. Sin embargo, los más debiluchos no siguieron la corriente: no resultaba nada claro que los ricos fueran por la posición egoísta y los pobres por la revolución socialista. En cierta manera, ser menos fuertes nos vuelve menos capaces de actuar en defensa de nuestros intereses. Por su parte, la opinión de las mujeres resultó independiente de su fuerza física.
Pero no sólo de cara y músculos de los brazos viven nuestras decisiones. A veces las predicciones se esconden en los lugares más insospechados., como los dedos de la mano. Desde hace mucho se sabe que la relación de tamaños entre los dedos anular e índice marca la exposición a la hormona testosterona durante la gestación. Y de esta relación se ha dicho mucho: que puede predecir la orientación sexual, la promiscuidad, el grado de amabilidad, hasta la facilidad para ser un tipo alegre. Posiblemente no se trate más que de exageraciones.
Otras estadísticas tratan de convencernos de que la probabilidad de cáncer de próstata se relaciona con estas medidas (y los de índices más largos pueden estar más tranquilos). O que estos tamaños dedales pueden predecir la facilidad para los deportes.
En definitiva: hay mucho escrito en el cuerpo., pero más en nuestras culturas, nuestras creencias y en ciertas ideas que se niegan a desaparecer.
D. G. 

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