lunes, 7 de agosto de 2017

EJEMPLARES HISTORIAS DE VIDA



Sergio Arvallo sabe lo que es remar contra la adversidad. Tiene 18 años y vive a tres cuadras del Riachuelo, en la villa 21-24, en Barracas. Hace seis años, un día, cuando andaba tirando piedras en la orilla del río, escuchó que alguien hablaba de que iban a empezar las clases de remo. Se acercó a la bajada que hay en un codo del Riachuelo, desde donde se ve la vieja fábrica de Siam, en Avellaneda, y allí se encontró con un grupo de chicos de su misma edad a los que el profe Marcelo Guillenea les enseñaba a remar.
Sergio siente que desde ese día su vida tomó otro rumbo. Para ser parte del equipo Los Patinetas Cósmicas, el club de remo que armaron en las márgenes del contaminado curso de agua, hay que entrenar. Alejarse de las malas compañías, del alcohol, de las drogas. Hay que comer sano, muchas verduras, carne; hay que tomar mucha agua. Y, sobre todo, hay que entrenar: dos horas de lunes a viernes y toda la mañana de los sábados. "El remo te mantiene enfocado. Demanda mucha preparación física. No podés tener la cabeza en otra cosa. Tenés que estar al 100%", cuenta Sergio.
Desde hace unos meses, además, consiguió trabajo como cuidador nocturno en un galpón. Y se está preparando para rendir en un bachillerato de adultos las materias que le faltan para terminar la secundaria. Pero no siempre su vida fue así. Hace unos dos años abandonó el remo y empezó a tener otras compañías. Luego retomó. "Yo nací y me crié acá. A veces, hacer las cosas bien es un poco ir contra la corriente", dice.
El equipo de remo nació en 2011 como un programa del Ministerio de Cultura de la Nación, que después pasó al Ministerio de Seguridad y luego siguió funcionando sin mucho apoyo. Hace unos meses, el programa pasó a la Ciudad y ahora el gobierno porteño promete darle un nuevo impulso, para que estos 30 chicos de entre 12 y 18 años que a diario dejan lo mejor de sí ya no remen solos. El año pasado, la comuna pagó la construcción de una bajada boyante hacia el Riachuelo para que los chicos pudieran embarcar allí y compró nuevos botes.
Hoy tienen tres embarcaciones completas. Pero a veces resultan insuficientes. Después de trabajar toda la semana intensamente en la preparación física, el sábado es el día de embarcarse en el bote y remar. Como son muchos, llegan a hacer una o dos pasadas de 200 metros cada uno. "Y se quedan con las ganas", resume Guillenea.
El profesor no sabía nada de remo cuando lo convocaron. Era el profesor de hip hop del barrio. Pero, lo más importante, era el referente. Por eso, cuando surgió la idea, empezó a aprender y a enseñar al mismo tiempo. Hoy, ha participado con sus alumnos de distintas carreras y competiciones locales. Remaron en el río Reconquista, en el Luján, en la Pista Nacional de Remo, en Tigre, en el Paraná. Salieron campeones un par de veces. Y ahora comparten un sueño: quieren federarse para poder competir a nivel nacional. "Tenemos muchas ganas. Acá hay equipo. Hay campeones", dice Marcelo.
Ayer, los jóvenes deportistas desafiaron incluso el mal tiempo
La Ciudad se comprometió a apoyarlos. La Subsecretaría de Deportes porteña, a cargo de Lucas Lobos, que depende de la vicejefatura de gobierno, garantizó la compra de los insumos deportivos para que los chicos puedan remar. Necesitan ropa deportiva acuática, chalecos salvavidas, remos y la mejora de los botes.
"Cuando vamos a las competencias, los otros equipos nos dicen que corremos con ventaja, porque estamos acostumbrados a remar en dulce de leche. Nosotros nos reímos, aunque no es cierto que el agua del Riachuelo sea más pesada para remar; esas palabras tienen un significado más metafórico. Porque acá nada es fácil", dice el profesor.
Kevin Romano tiene 18 años y cuenta que, aunque el agua no sea más espesa que la de otros ríos, a su mamá le dio temor cuando le dijo que iba a remar por el Riachuelo. "Le daba miedo que me cayera. Que estuviera en el agua. Yo tenía 12 años cuando empecé. Pero después conoció cómo era, vio que nunca se daban vuelta los botes y se quedó tranquila", dice.
El tema de la contaminación del agua no es menor. "La actividad cumple una función social muy importante, pero hay que cuidar muy bien el contacto con el agua. No debería suceder. El Riachuelo está en proceso de saneamiento, el agua todavía no es apta", explica Alberto Términe, el director por la Ciudad de la Acumar, el organismo encargado de la limpieza del Riachuelo.
¿Qué tiene de particular remar en el Riachuelo? "Más allá de que se te enganche alguna bolsa o de que te encuentres con basura flotando, es lo mismo", dice Sergio Cubilla, de 19 años, miembro de Los Patinetas. "Nos pusimos ese nombre porque, cuando empezamos, por más que queríamos hacer las cosas bien, siempre alguno de nosotros nos mandábamos alguna. Faltábamos o no íbamos a entrenar porque habíamos salido... Entonces el profe nos decía que patinábamos mal", cuenta.
Dice que hasta ingresar en el grupo no hacía ningún deporte y que allí encontró un espacio. "Yo no era de salir mucho, pero estaba todo el día en la computadora. Y ahora me la paso entrenando", cuenta, poco antes de que el bote al que sube se adentre en las aguas del Riachuelo.
Mientras habla, por los costados pasan flotando botellas plásticas, bolsas de basura, muñecos y hasta una pava eléctrica. Como llueve, todo lo que estaba flotando en las alcantarillas en la zona sur de la ciudad se escurre hasta el río más contaminado del mundo. Javier García Elorrio, el funcionario a cargo de la limpieza del área, cuenta que cada día se recolecta una tonelada de basura. Y que la mitad de lo que se junta se separa para reciclar.
Como el Riachuelo es angosto y no hay viento ni olas, explica Guillenea, la navegación no ofrece sobresaltos. "Nuestro sueño es competir. Conocer a otros deportistas. Competir, participar, ser parte del mundo del remo, más allá del Riachuelo", resume Arvallo.
E. H.

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