lunes, 7 de agosto de 2017

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HACE UN TIEMPO...Y CUÁNTO DOLIÓ



1923- 2017 Landrú: el humorista elegante que satirizó el habla y la política
Retrató como nadie los rasgos típicos de la vida local en historietas de trazo inconfundible; creó la legendaria revista Tía Vicenta
Con honor y con humor", fiel a la filosofía de vida de Landrú. Con estas palabras despidieron familiares, amigos y colegas al gran humorista gráfico Juan Carlos Colombres, creador de publicaciones míticas como Tía Vicenta y maestro de varias generaciones de dibujantes e historietistas. Landrú murió a los 94 años, en la ciudad de Buenos Aires, y fue inhumado en el cementerio de la Recoleta.



Precursor del humor político en medios gráficos durante más de siete décadas, Landrú supo reflejar en sus chistes los principales rasgos de la coyuntura social argentina con un estilo elegante y educado, que apelaba al mismo tiempo al absurdo. Sus dibujos y viñetas ilustraron revistas populares de gran tirada como Rico Tipo, Vea y Lea, El Hogar, Leoplán, Popurrí y Patoruzú.
Nacido en Buenos Aires el 19 de enero de 1923, adoptó el seudónimo con el que firmó sus trabajos a partir de 1947 por consejo de otro humorista, Jorge Palacio (conocido como Faruk), que descubrió su parecido físico con un célebre asesino francés: Henri Désiré Landru. Lo curioso de la anécdota, además de la aparente semejanza, es que el criminal fue ejecutado el mismo día del nacimiento de Landrú.

En 1945, a los 22 años, publicó su primer dibujo profesional en la revista Don Fulgencio, fundada por Lino Palacio. Pero dibujaba desde siempre. A los 7, como alumno de la escuela primaria Cinco Esquinas, del barrio de Recoleta, creó una revista de historietas con chistes propios que tenía como lectores a sus compañeros de grado. Como se cuenta en la página de la Fundación Landrú, proyecto que lideró y ahora continuarán sus familiares, durante la adolescencia ya demostraba su peculiar talento: en 1939, cuando cursaba el colegio secundario en el Nacional Sarmiento, sorprendió a los profesores con una Biblia apócrifa que tituló Génesis Novísimo. Escrito en un cuaderno espiralado, el texto profundizaba en una teoría propia sobre el origen del planeta y de la especie humana. Como es de imaginar, la versión de la Biblia creada por el joven Colombres estaba ilustrada.
Después de cursar la carrera de Arquitectura durante dos años, cambió el tablero y las escuadras por lápices y plumines. Y ya no los abandonó. Ni siquiera cuando, en 1994, a los 71, recibió un disparo en la mano derecha durante un asalto en su casa de Recoleta. Era diestro. Sólo dejó de dibujar durante el tiempo que le llevó recuperar la movilidad después de sucesivas operaciones.
Así era Landrú. Así lo describen quienes tuvieron el privilegio de compartir su intimidad. Uno de sus grandes amigos, el escritor y periodista Miguel Brascó, que murió en 2014, establecía "competencias" de ingenio en los encuentros con Landrú. Cuando lo entrevistó para la revista Ego, en 2001, Brascó le pidió a Landrú que se dibujara. Y lo hizo: gran sonrisa, chaleco y saco negro, y un rulo en la cabeza. Al lado de su firma estampó el clásico gato negro con tres bigotes de cada lado, que acompañaba siempre sus viñetas.
En Tia Vicenta, que fundó en 1957, dieron sus primeros pasos en el humor gráfico muchos de los dibujantes e historietistas que luego tuvieron gran renombre. Uno de ellos fue Brascó, que solía recordar en las entrevistas una anécdota maravillosa que compartieron en la década del 60: "La revista Claudia había organizado un concurso cuyo premio era un viaje con Brascó y Landrú a Zimbabwe. Fuimos. Pasamos por Sudáfrica y viajamos hasta Durban en auto. Paramos en un pueblo que se llama Umptata. Había una especie de drugstore. Landrú quería comprar grabaciones de música africana genuina... Entramos y lo primero que vemos es a un médico brujo, con cuernos y una piel como de leopardo. Yo me quedé paralizado de admiración. Landrú, en cambio, se enganchó con una señora gorda que vendía discos de pasta. La teoría de Landrú es que es inútil hablar otro idioma. Él no habla más que castellano. Y afirma: «Uno tiene que hablar el castellano con convicción, articulando bien, mirando al otro a los ojos, y el otro te entiende». En un momento me di vuelta y él estaba con la negra, probando discos, y le decía: «Poné-la-banda-cuatro». Y ella ponía la banda cuatro. Lo juro".
Esa pasión por jugar con el lenguaje y por inventar palabras (también por detectar aquellos términos del habla popular que le sonaban divertidos) aparecía en sus tiras. Lo resalta la periodista Judith Gociol, autora de antologías de humor gráfico argentino e integrante del Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional: "Landrú impuso en el lenguaje popular términos como «mersa» y «villa cariño» que ponía en boca de sus personajes. Hacía una lectura crítica de su propia clase social, un registro del habla de la clase media alta porteña".

Gociol destaca la primera época de Tía Vicenta, entre 1957 y 1966, cuando fue prohibida por el presidente de facto Juan Carlos Onganía por haberlo retratado como una morsa. "Rescato esa etapa (hubo una segunda entre 1977 y 1979) donde utilizaba recursos como comparar personalidades con animales o parodiar los medios gráficos con avisos inventados, encuestas desopilantes y fotomontajes, entre otras innovaciones de avanzada. Landrú hizo un gran aporte a la historia del humor. Fue un adelantado". Revistas como Barcelona y dibujantes como Diego Parés rinden homenaje al humor absurdo de Landrú, que fue en 1957 el primer libretista de Tato Bores.
En 1971 fue reconocido con el premio Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia; otorgado por primera vez a un humorista. Durante ese año, escribió para la revista dominical de LA NACION "Los grandes reportajes de Landrú". Entre 1972 y 2007, publicó sus chistes en Clarín. En 1982, recibió el premio Konex en la categoría Humor Gráfico y en 1992 fue nombrado miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. En 2003, cuando fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires, dijo: "Yo sigo privilegiando la mirada sobre el absurdo. Sigo siendo un surrealista". Entre los libros que recorren su trayectoria figuran Landrú por Landrú, autobiografía publicada en 1993 por El Ateneo, y Landrú, el que no se ríe es un maleducado (Editorial Alpha Text), de 2014, una compilación de su obra a lo largo 
de 60 años.


Casado desde 1946 con Margarita Michel Frías, Landrú tuvo dos hijos. Raúl es uno de los impulsores, junto con su nieto Gonzalo, de la Fundación Landrú, dedicada a preservar, digitalizar y difundir el valioso legado del maestro. Tía Vicenta, uno de sus personajes más famosos, tiene estatua propia desde 2015 en el Paseo de la historieta.
N. B.

Cuando era chico y veía los dibujos de Landrú siempre me llamaban la atención. ¿Por qué dibuja así?, me preguntaba. Eran raros, con narices demasiado grandes, patas demasiado cortitas ¡Eran absurdos!. Este señor no sabe dibujar, quizás pensé. Unos años más tarde entendí: Landrú dibujaba gracioso. Y dibujar gracioso es algo que se ve mucho menos que dibujar bien. ¿Por qué dibujaba gracioso? Porque pensaba gracioso. Y el maestro decidió aplicar sus superpoderes a nuestra sociedad, a nuestros políticos, a nuestros famosos. El absurdo se combate con el absurdo, habrá pensado.

A mis tempranos 20 años, y gracias a un amigo emparentado con el maestro, entrevisté a Landrú para una revista universitaria. Repasamos toda su carrera, fue muy generoso con sus recomendaciones, con su tiempo. Recuerdo que me dijo que cuando firmaba "J. C. Colombres" sus chistes, nadie se acordaba de quién era, pero cuando empezó a firmar Landrú, como el asesino francés, eso cambió. Yo por esos tiempos empezaba a hacer mis primeros chistes... "A lo mejor si los firmo «Liniers»"... pensé.


Landrú ha sido uno de los grandes maestros del humor gráfico nacional y el precursor de la vanguardia del humor político de la década del 50. De su revista Tía Vicentasalieron los maestros de mi generación. Mi padre, Caloi, publicó su primer dibujo ahí en los años sesenta. Landrú fue el último gran humorista de la generación pre-Quino.
Se dice que hacía un humor elegante, pero yo lo asocio más al registro de la coyuntura social. De hecho, el segundo decreto del presidente de facto Juan Carlos Onganía, después del golpe de Estado de 1966, fue ordenar el cierre de la publicación por la caricatura de la morsa. 
Una revista popular como Tía Vicenta vendía 300 mil ejemplares por semana. Una locura. Buena parte del entretenimiento eran los medios de humor como los que fundó Landrú. Rescato también su habilidad para influir en el habla popular. Como pasó con el personaje Cholula, de Toño Gallo, que impuso ese término para nombrar a las fanáticas que buscan autógrafos, Landrú también modificó el lenguaje callejero. Alcanzó tal popularidad que muchos empezaron a hablar como se hablaba en las tiras de Landrú.

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